Buffy, cazavampiros: Silencio
Hace unos días leí un post en redes sociales que me trajo gratos recuerdos de la adolescencia. En concreto, de mi primer visionado completo de Buffy, cazavampiros, la mítica serie de finales de los noventa y primeros años del nuevo milenio. Una experiencia que viví mano a mano con mi hermano y que quizá disfruté con más intensidad que él, pues yo me hallaba en plena adolescencia, por lo que estaba entre el público objetivo del momento. Aquel post recordaba uno de los episodios más celebrados de la serie. Uno que está a punto de cumplir veintiséis años desde su primera emisión. ¿Recordáis cuando Sunnydale quedó silenciada por los siete caballeros en Hush?
El tiempo ha dado a la serie el estatus de culto, a pesar de los traspiés de Joss Whedon, quien ha visto como su reputación ha ido menguando con los años merced a varios escándalos y revelaciones relacionadas con algunas de sus producciones. Por supuesto, ahí podríamos incluir a Buffy the Vampire Slayer y las fuertes declaraciones de actrices como Charisma Carpenter sobre ciertas actitudes del creador. Pero no es este el sitio ni el momento de hablar de cosas así. Buffy y sus personajes – secuela y reimaginación de la película homónima de 1992 que contó, entre otros, con Donald Sutherland, Luke Perry, Rutger Hauer, Hilary Swank o Ben Affleck – han vuelto a estar en boca de todos gracias a la secuela que ya asoma en el horizonte, por lo que creía conveniente introducir a Buffy Summers y toda su banda de “Scoobys”.
Mi primer acercamiento a Buffy, cazavampiros se produjo en el verano de 2006 – o quizá en 2005, no recuerdo con exactitud cuándo se emitió en el canal Cuatro –, cuando se emitía casi diariamente. Una maratón que abarcó la serie al completo. Siete temporadas vistas de forma maratoniana. Recordemos que la producción se emitió entre marzo de 1997 y mayo de 2003. Aquel primer vistazo dejó huella en este joven asistente, que regresa de cuándo en cuándo a algunos de sus episodios. Si cualquiera de lo lectores hace una búsqueda rápida de los capítulos que son imprescindibles para los fanáticos, seguro que el nombre de Hush aparece en los primeros lugares. Y hay razones de peso para ello.
En el momento en que este episodio se emitió – fue el número diez de la cuarta temporada – la historia de la Cazadora Buffy Summers (Sarah Michelle Gellar) aun se encontraba buscando un nuevo rumbo. Tras todo el periplo vivido por los personajes en el instituto de Sunnydale y la partida de personajes tan importantes como Oz (Seth Green) y Ángel (David Bonearaz), los guiones trataban de implementar nuevas dinámicas y personajes, algunos de forma infructuosa. Véase, si no, el caso de Riley Finn (Matt Blucas), miembro infiltrado de La Iniciativa, proyecto militarizado secreto del gobierno de los Estados Unidos que estudiaba a los demonios y vampiros que campaban a sus anchas por los alrededores de la denominada como “Boca del infierno” de Sunnydale y que el grupo de Buffy creía haber podido clausurar al hundir el instituto de la localidad californiana en los compases finales de la tercera temporada. Si embargo, el equipo de guionistas liderados por Whedon sí que tuvo éxito con Tara (Amber Benson), una bruja que introduciría en el camino de la magia a Willow (Alyson Hannigan) y se convertiría en su pareja durante bastante tiempo. Entre pares y nones, la serie tuvo el acierto de lanzar una entrega con una premisa de lo más sugerente: un grupo de extraños personajes provocaría una epidemia de mudez en los habitantes de Sunnydale, obligando a los mismos a sobrevivir sin poder comunicarse verbalmente entre ellos. Eso provocó que en más de la mitad del episodio – unos veintisiete minutos, más o menos – reinase el silencio absoluto entre los personajes, lo que hizo que Hush fuese nominado a un premio Emmy en la categoría de Mejor Guion en una serie dramática.
Según puede leerse en diferentes fuentes de Interent, Joss Whedon tenía en mente emitir primero un capítulo musical – a fecha de hoy, un cliché en series de larga duración, pero que entonces no estaba tan visto –, pero Xena, la princesa guerrera se adelantó en tal propósito, lo que postergó ese plan y propició el adelantamiento de esta segunda variante novedosa. Para llevar adelante este capítulo, Joss Whedon tuvo varios referentes en mente. Algunos son más que evidentes. Citó la saga Pesadilla en Elm Street de Wes Craven así como El Silencio de los Corderos. Hay planos y situaciones que son homenajes sin reservas, cuando no plagio sin tapujos. También hay un claro antecedente en la película de Clive Barker 1987 Hellraiser y la novela del mismo nombre – aunque aquí no omitiremos que su nombre original fue The Hellbound Heart – que apareció en 1986. La cajita de madera donde los Caballeros guardan las voces de todas las personas de Sunnydale no puede ser más parecida a La Caja de Lemarchand.
Hablando de los Caballeros, estos son considerados los personajes más terroríficos de cuantos pasaron por la serie. Sus macabras expresiones y su modo de acechar y ejecutar a sus víctimas calaron hondo entre la audiencia. Estos Caballeros aparecieron en Sunnydale vistiendo trajes de chaqueta, acompañados de otros monstruos muy parecidos y que en este caso iban vestidos con esas camisas de fuerza que tantos pesares causaron a los internos en los sanatorios mentales. Todos ellos carecían de pelo, tenían una sonrisa antinatural y exagerada y no pisaban el suelo, sino que flotaban a escasa altura y de forma lenta, ejecutando movimientos erráticos y sinuosos. No emitían un solo sonido, y sus mañas artes buscaban que sus ataques fuesen igual de silenciosos. Enmudecer a toda una población facilitaba mucho su labor: la reunión de siete corazones humanos, que eran extraídos mediante la vivisección de las víctimas, que no podían gritar por sus vidas. Un conjunto de características que lograron infundir miedo en los televidentes.
Las horas – porque no fueron días, sino un lapso de tiempo mucho menor – que los habitantes de Sunnydale permanecieron en silencio absoluto fueron suficientes para que viésemos todas las posibles reacciones de la sociedad ante una especie de brote epidémico de este tipo. Tristeza, apatía, desesperación, abandono, violencia… Desde la Universidad hasta el centro de la ciudad, los distintos escenarios estaban poblados de extras que debían transmitir esa sensación de extrañeza generalizada. El guion incluyó una referencia al CDC (Centro de Control de Enfermedades) estadounidense, que se dispuso a confinar la ciudad ante una posible enfermedad de origen desconocido y que provocaba afasia. Solo Buffy y los suyos sabían que allí pasaba algo más.
El sueño premonitorio presentado al principio del episodio dio a mi preciado Rupert Giles (Anthony Steward Head), mentor de Buffy y aplicado estudioso de lo oculto, la pista necesaria para indagar sobre los Caballeros. A través de una secuencia cómica, presentada mediante la exposición de diapositivas que Giles mostraba al resto del grupo, pudimos obtener algunas pistas más. Por ejemplo, que los seres que se escondían en la torre del reloj de la ciudad formaban parte de algunos cuentos de hadas y que la única forma de vencerlos era gritando con voz verdadera. Es decir, con la voz recuperada de alguien. Bromas sexuales aparte, la planificación de esta parte del episodio me pareció de lo más imaginativa.
El episodio sirvió para desarrollar algunas de las tramas que se venían fraguando desde el principio de aquella cuarta temporada. Willow se había animado a buscar un lugar en el que compartir su interés por la magia, hallando en ese episodio a Tara, quien ya era una practicante de lo más prometedora. Por su parte, Buffy descubrió que Riley era algo más que un simple estudiante ya casi graduado. Él y otros chicos eran en realidad operativos de La Iniciativa, que contaba incluso con accesos a sus instalaciones secretas camuflados en algunas habitaciones de la Universidad. Algo absurdo, por supuesto, pero ahí está el dato.
Algo que he descubierto en mi último visionado del episodio es que uno de los Caballeros fue encarnado nada más y nada menos que por Doug Jones, el querido Abraham “Abe” Sapien en las dos películas de Hellboy, el Fauno y el hombre pálido de El laberinto del fauno y el hombre anfibio de La forma del agua, todas ellas dirigidas por Guillermo del Toro. Sorpresas que da la vida.
Podríamos hablar de otros datos de producción, referencias o interpretaciones que se han hecho a posteriori sobre este episodio. Pero no lo veo necesario. Por el momento, así quedará esta pequeña introducción a todo el background de Buffy y sus amigos, que estoy deseando explorar y compartir con vosotros en el futuro.
Félix Ruiz H.


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