Deadman: Exorcismo
El amor no correspondido y el perdido pueden suponer un punto de ruptura para la mente. Un trauma que puede tardar años en ser superado, o incluso permanecer presente durante el resto de la vida. A pesar de ser una eventualidad común, en igual medida lo es un cambio más o menos acentuado de actitud con una duración indeterminada. ¿Pero qué pasaría si extrapolásemos tal circunstancia a una entidad que es inmortal en la teoría y que sufre de una soledad no deseada que es incapaz de paliar? Eso fue lo que le pasó a Deadman con Ann Colby, su enamorada fantasmal. Ella le abandonó para descansar en paz, dejando a Boston Brand al borde de la locura y, con ello, convirtiéndole en un ser inestable y peligroso.
Con casi sesenta años a sus espaldas, pocas veces ha tenido este superhéroe un comportamiento tan errático y extremo como el que presentó en aquel pequeño arco escrito por Mike Baron y dibujado por Kelley Jones, quien está empezando a aparecer de forma recurrente en el blog. Jones estuvo en la cresta de la ola durante el último tramo del pasado siglo, a pesar de que su estilo oscuro no parecía tener cabida en los coloristas y chillones cómic heroicos de aquellos años. Por suerte, Deadman acudió en su ayuda.
Para entonces – a finales de los ochenta – el personaje tenía un espacio en Action Comics Weekly. Llegados al número 618, su anterior artista abandonó el barco, dejando un inesperado espacio para que Jones dibujara su llamativa y cadavérica versión del antiguo trapecista, que no tuvo tiempo de ser rectificada por los editores. El cambio gustó lo suficiente para que Jones continuara durante cuatro números más, llegando posteriormente dos miniseries de un par de grapas cada una en las que se desarrolla con más profundidad la psicología de ese Deadman deprimido y cansado de ser el elegido de la diosa Rama Kushna.
Sin en Amor después de la muerte Brand tuvo cierta esperanza de encontrar compañía en su existencia de ultratumba, su final la echó por tierra. Aquel triste desenlace devino en Exorcismo, en el que el viejo artista circense renegaba de su lazo con la deidad hindú y, lo que es peor, de la ayuda que había ofrecido a toda la humanidad. Su papel consistía en servir de balanza entre el bien o el mal y paliar las injusticias, pero eso solo le había traído dolor y soledad. Sus poderes le permitían poseer los cuerpos de los vivos y animar los de los muertos. Pero iban mucho más allá, pues podía conocer sus pensamientos, sentimientos y recuerdos. En muchas ocasiones, con resultados nada halagüeños. Ante tal panorama, y tras su desengaño amoroso, la mejor opción para Deadman era el retiro y el ataque frontal contra aquellos a los que una vez había jurado proteger.
Este es precisamente el punto de partida de este segundo arco, en el que el superhéroe se muestra histriónico, alterado y furioso. Baron escribió sin tapujos sobre la esquizofrenia que sufría Brand tras la marcha de Ann Colby y sobre los abusos que cometió sobre varias personas homosexuales de la ciudad de Boston. Una tesitura muy complicada de defender, pese a todo el bien que Deadman pudiera haber hecho hasta entonces.
Las primeras páginas del número uno de Exorcismo – que actúan como prólogo – refrendaban esta suerte de frustración sexual que Deadman arrastraba. Una pareja de recién casados llegaba por error a una vieja iglesia ubicada en Vermont, en la que la mano ejecuta de Rama Kushna se había refugiado. Deadman decidió entrar en acción para expulsar a los inesperados visitantes, y para ello poseyó a la mujer y espantó al hombre, tras lo cual abandonó a su huésped a través de su torso desnudo, como si sus manos tocaran sus senos con desesperación.
En ese primer contacto también se daba a conocer el particular escenario en que se desarrollará la obra. Se trataba de la vieja iglesia Shattuck, fundada a finales del siglo XVII por un fanático religioso al que gustaba cazar, juzgar y quemar a mujeres que creía brujas. Por si fuera poco, esa iglesia se había edificado en un emplazamiento muy particular, pues en ella había un antiguo cementerio indio, que a su vez estaba en el mismo lugar que un antiguo templo romano. ¿Un templo romano en América? Es sabido que hubo expediciones marítimas que acabaron accidentalmente en las costas de ese continente, aunque los pocos detalles que se dan en esta historia son simples licencias creativas, por lo que no ahondaremos en los detalles arqueológicos y históricos de estos viajes, que hasta hace poco eran considerados meras habladurías o leyendas. La iglesia Shattuck estaba abandonada hace mucho y tenía fama de lugar encantado. Y no solo por la reciente presencia de Deadman en ella, sino por lo que reposaba bajo su suelo. Para rematar el cuadro, las entrañas del lugar escondían una puerta al Infierno que provocaría serios problemas al pintoresco grupo que se unió para investigar el misterio tras los lapsos de memoria de comercial de espectáculos circenses Hugh Pye.
Este elenco de secundarios tuvo un peso importante en ambas grapas, salvando al propio Hugh, que no fue más que una excusa para precipitar la acción. La psiquiatra Joanne Resnick cargaría con la responsabilidad de tratar la crisis mental de Deadman tras ser descubierto como el culpable de los paseos involuntarios del comercial. A ella se unirían un par de personajes que podrían entrar de lleno en nuestro particular catálogo de doctores de lo oculto.
La primera es Mabel Molly Grace “Madame” Waxahachie, una ocultista y médium de Nueva Orleans que fue consultada por la doctora Resnick cuando esta comprendió que el caso que tenía entre manos podría tener un componente sobrenatural. La inteligente y enorme Waxahachie ya había aparecido en las tiras de Baron y Jones, por lo que ya conocía a Deadman antes de los acontecimientos narrados en Exorcismo. Le ayudó a detener la crisis zombi provocada por el bokor Wellman Legros y las fantasmales gemelas Peckshaw. Los conocimientos de esta ocultista se centraban, sobre todo, en el moderno vudú y en otras mitologías afines, y se daba a entender que era plenamente consciente – al igual que la doctora Resnick y otros miembros del estamento médico – de la existencia de diversas entidades mágicas dentro del universo DC, siendo incluso capaz de enfrentarlas mediante amuletos y sortilegios. Su clarividencia fue la que condujo al grupo hasta la vieja iglesia Shattuck, donde un ancestral mal estaba a punto de ser liberado. Por desgracia para Madame Waxahachie, fue ella misma quien liberó los espíritus de Moses Shattuck, el iroquais Jefe Nebagamon y el centurión Lucian Camponus.
Cuando el trío de fantasmas estaba a punto de aniquilar al grupo de humanos, uno de los personajes más misteriosos de DC Comics hizo acto de presencia para salvarlos. Se trataba de El Fantasma Errante, creado en 1952 por John Broome, Carmine Infantino y Sy Barry. Este asistente sobrenatural de multitud de héroes ha sido parte de grupos tan famosos como la Liga de la Justicia y su contraparte oscura, además de miembro de otros menos conocidos – pero no por ello menos espectaculares – como La Brigada de la Gabardina, formado por otros insignes doctores de lo oculto como John Constantine, Mister E y el Doctor Richard Occult. Por motivos no especificados, el Errante hizo acto de presencia en la vieja iglesia, conocedor de la maldad que amenazaba el mundo. Junto a Madame Waxahachie – quien había oído rumores sobre este poderoso ser omnisciente – atravesó la puerta infernal oculta bajo los cimientos de la iglesia e intentó frenar el eventual brote demoníaco que pretendía ser desatado por Moses Shattuck. Este experto y practicante de las artes ocultas es uno de los miembros más atractivos de nuestro insigne grupo de estudio. Navegar en sus orígenes y su naturaleza es una de las asignaturas pendientes más apremiantes de este asistente.
Sin embargo, el eje central de estas dos grapas era la psique quebrada de Deadman y los intentos de la doctora Resnick de encontrar la razón principal tras su brote esquizofrénico. Ya hemos indicado que el mismo se desató tras lo ocurrido en Amor después de la muerte, pero los problemas de Boston Brand no empezaron tras morir en el circo y ser llamado por Rama Kushna, sino mucho antes. Su poco explorada biografía escondía un secreto muy doloroso. Un hecho que solo fue insinuado, pero que fue suficiente para que Deadman casi diese al traste con el improvisado plan de El Fantasma Errante. ¿Sería el verdadero origen de su frustración sexual y de sus ataques injustificados?
La labor conjunta de Baron y Jones fue, a la postre, un intento audaz por responder a preguntas tan típicas sobre la muerte como el destino del alma o la posibilidad de conservar recuerdos y rasgos del carácter. Todo encarnado en un hombre muerto que debía seguir caminando entre los vivos, aunque sin que casi ninguno de ellos fuese consciente de ello.
Félix Ruiz H.
Comentarios
Publicar un comentario