Post número 100: La historia de Dylan Dog
¡Te he salvado de la muerte, pero no de ti mismo! Quisiste llegar demasiado lejos en el laberinto de la mente… Un laberinto con dos salidas, como dos son hombre y mujer, dos los principios del cosmos y dos el bien y el mal. Así, también tú… ¡serás dos!
El Gabinete llega a los cien post. Una cifra centenaria que se antojaba muy lejana hace apenas un año, por lo que es digna de ser celebrada de una forma especial: con el número cien de las andanzas de Dylan Dog, guionizado por su creador original y con el primer dibujante de la colección a los lápices. El álbum que originalmente se lanzó en enero de 1995 serviría para dar algunas explicaciones sobre el pasado de su protagonista. Un origen que le ataría definitivamente al Doctor Xabaras, su némesis.
En 1985, un Tiziano Sclavi más joven de lo que yo soy actualmente propuso a Sergio Bonelli crear un fumetto – la denominación de la historieta en Italia, que se traduce literalmente como “bocanada de humo”, en referencia al nombre del bocadillo de los diálogos – de terror. Ya a inicios de esa década comenzó a trabajar para Sergio Bonelli Editore, colaborando en la creación de guiones de algunos de sus personajes y series más importantes: Ken Parker, Zagor, Mister No o el mismísimo Martin Mystère. Tras un primer intento de crear una cabecera propia para su nueva casa, ideó a Dylan Dog, que en sus inicios tuvo un rostro muy parecido al del actor Rupert Everett. Ahí jugó un papel fundamental el dibujante Angelo Stano, quien se reunió con su colega en el número centenario, además de elaborar muchas de las portadas de los números anteriores y posteriores.
Dylan Dog gira en torno al terror y la comedia, aunque no sería justo enmarcarlo en ninguno de ellos, como tampoco en otros géneros y subgéneros que han tenido y tienen cabida en muchas de sus historietas. Hay historietas con una fuerte carga de drama, otras en el que se desarrolla un thriller policíaco, algunas donde hay elementos de los slasher ochenteros y noventeros o en los que se atisban toques de comedia romántica. Igualmente, tanto los recién nombrados como otros pueden aparecer combinados en los distintos números de la serie, que sigue en curso y ha sobrepasado los cuatro centenares.
Habitante junto a su inseparable Groucho del número 7 de Craven Road, Dog continúa siendo publicado en varios países y ha tenido andaduras en otros cuantos, incluida España. Por desgracia, nadie ha tomado el relevo de Aleta Ediciones, última editorial que apostó por muestro vegano y enamoradizo favorito y que estuvo varios años publicando sus aventuras. Fueron ellos quienes, en 2012, tradujeron el especial que apareció originalmente diecisiete años antes, en enero de 1995.
Ayer mismo me lancé a la labor de leer la primera historia del detective, en busca de elementos que fuesen retomados en el centenario. Efectivamente, fue una buena idea. El amanecer de los muertos vivientes (octubre de 1986) contiene muchas claves e ideas que serán retomadas por Sclavi posteriormente, cuando ya había dejado la colección en manos de multitud de guionista que han continuado respetuosamente con su labor. Ahí están, por ejemplo, la maqueta de galeón que Dylan tiene en su casa y jamás parece terminar, la sonata del diablo que toca con su clarinete o, especialmente, su difusa conexión con Xabaras, que ha continuado siendo explorada. También están muy presentes su afición por el género femenino o el cine, las chifladuras de Groucho, las quejas y miedos del inspector Bloch… Todos esos elementos que han dado tanto juego a lo largo de las décadas pero que siguen siendo parte indispensable del ADN del fumetto.
En aquella primigenia aventura, la mujer de un científico convertido en zombi y asesinado por ella acudía al detective para probar su inocencia. El excéntrico y escéptico Dylan se prestó a ayudarla y descubrió que el finado trabajaba en un pueblo de Escocia junto al enigmático Xabaras, anagrama de Abraxas, uno de los múltiples nombres del demonio. Este mad doctor intentó cubrir sus huellas, ya que estaba trabajando en un virus experimental que era capaz de revivir a los muertos y dotarlos de una forma tergiversada de inmortalidad, algo que él mismo ya disfrutaba de forma plena.
En la localidad de Undead, y con una plaga de zombis en los talones, Dog y sus compañeros se enfrentaron a Xabaras, quien se presentaba a sí mismo como una persona centenaria y poseedora de múltiples identidades a través de los años. Además, aseguraba ser el creador del vudú, pues era el mismísimo Barón Samedi, señor de los cementerios. Como tal, era capaz de controlar a voluntad a los descerebrados zombis. Aunque no contaba con la tenacidad de Dylan, a pesar de clamar que ya se conocían. O, mejor dicho, que conocía a sus antepasados, una familia de cazadores de pesadillas…
Con estos mimbres, y tras muchos encuentros posteriores, llegamos a La historia de Dylan Dog, que comenzaba en una suerte de dimensión desconocida y bañada por tres soles. En ella, un extraño y pequeño duende despertaba a un encapuchado, que veía señales de que ese era un día especial. Mientras tanto, Dylan acababa de reunir las piezas de la gran maqueta de galeón. Algo que, lejos de alegrarle, le dejó un mal sabor de boca y una sensación extraña que pronto derivaron en un terrible malestar y visiones sobre un enorme galeón a escala real y sobre Morgana, un amor platónico que perdió de vista hacía tiempo.
El encapuchado observaba el cielo y la alineación astronómica de los tres soles que bañaban la roca estelar en la que permanecía prisionero desde hacía seiscientos sesenta y seis años. Era el momento de abandonar el lugar, al mismo tiempo que Dylan regresaba al último escondite de Xabaras sin ninguna razón de peso. Una misteriosa necesidad le empujaba hacia allí, al igual que movía al desconocido prisionero a su liberación.
Desde ese momento, un montaje en paralelo de las viñetas mostraba a los lectores el camino recorrido por ambos personajes, que acababan montados en sendos barcos. Uno de ellos escondido bajo tierra, dentro de una cueva; el otro, cabalgando los cielos. Dylan se topaba con Morgana, aparentemente dormida en una urna de cristal y custodiada por el Doctor Xabaras. Era la hora de revelarle la verdad: todos ellos eran familia, y llevaban tres siglos separados. Tal como el primer necromante de la historia dijo en El amanecer de los muertos vivientes, hacía cientos de años que trabaja en su sueño. En concreto, desde la segunda mitad del siglo XVII.
En 1686, los tripulantes de un galeón capitaneado por un hombre llamado Dylan – con un aspecto idéntico a Xabaras – veían como un barco espectral surgía de la Luna y surcaba los cielos. Todos los marineros achacaban esa visión a la brujería perpetrada por su primero al mando, que se escondía en su camarote junto a su esposa y a su hijo. Junto a Morgana y el pequeño Dylan.
Sus trampas y redes alcanzaban los fondos abisales, buscando en ellos las respuestas a sus plegarias. Estas llegaron en forma de extraño ejemplar marino, contenido en un recipiente. El capitán Dylan, que además de lobo de mar era un excelente científico, pretendía crear un suero muy especial a partir de los efluvios del pez abisal. Para sorpresa de todos los presentes en cubierta, la criatura escapó de su encierro y se precipitó hacia los cielos en dirección a esa aparición semejante a un espejismo que podía observarse cerca de nuestro satélite natural.
Todo aquello era demasiado para los rudos y supersticiosos marineros, que se amotinaron e intentaron llegar hasta el camarote de su capitán. Este trabajaba contrarreloj en su suero de la inmortalidad, al mismo tiempo que en el antídoto. Ambos debían ser suministrados en un mismo sujeto de prueba para evitar que se convirtiese en un simple zombi hambriento. Ante la presión del momento, fue Morgana quien dio un paso adelante y convenció a su marido de ser la cobaya del experimento. Comprobando que ella no sufría ninguna molestia visible, Dylan se administró el suero… Pero no tuvo tiempo de hacer lo propio con el antídoto antes de que sus hombres atentasen contra su vida.
A punto de ser quemada viva, Morgana fue testigo de la resurrección de Dylan, convertido en un muerto viviente que atacó de forma salvaje a los asombrados marineros. En medio de la carnicería, la mujer pinchó el antídoto en la espalda del capitán, logrando que regresase de entre los muertos. En estado de shock y entre visiones psicodélicas, Dylan fue arrebatado del galeón por la criatura marina que había capturado días antes. Una extraña voz le susurraba y le hacía partícipe de su destino: un hombre arrebatado por la muerte no podría permanecer completo. Sus actos iban en contra del orden natural de las cosas, por lo que su esencia sería dividida en dos. Su lado bueno iría a meditar al límite del universo, donde debería permanecer durante seiscientos sesenta y seis años. Mientras tanto, su lado malvado ya no sería conocido como Dylan, sino como Xabaras, encarnación del demonio que había propiciado su descubrimiento.
Todas las piezas estaban en su lugar. Era el momento de que Dylan Dog recordase la verdad. En medio de una experiencia semejante a un sueño, el detective de lo oculto supo que todo cuando le contaba el necromante era cierto. Él, quien en 1686 era poco más que un bebé, fue arrebatado de los brazos de su madre por el redivivo capitán Dylan, quien se hacía llamar Xabaras, y entregado en un orfanato. Morgana sufriría un destino aciago, dormida durante siglos. En cuanto al galeón, el mismo chocó contra el puerto de Londres y cayó en una cripta subterránea. Allá donde el detective la encontró páginas atrás.
El tiempo es relativo. Y más aun cuando hablamos de magia, seres sobrenaturales y engañosas ensoñaciones. Lo que en 1686 era una condena de seiscientos sesenta y seis años, se convirtió en la mitad de ellos para el capitán Dylan, que finalmente regresó desde los confines del universo para rescatar a su amada Morgana y reencontrarse con su hijo, para quien apenas habían transcurrido dieciocho años, tres veces seis. A pesar de las grandes lagunas de memoria del detective, quien no recordaba apenas nada de su niñez y adolescencia hasta su ingreso en Scotland Yard – nuevas preguntas que necesitan de nuevas respuestas –, aquellos testimonios eran totalmente ciertos. Xabaras, a bordo del galeón, se enfrentaría a su contraparte benigna y al resto de su familia en una lucha que se antojaba definitiva.
Por desgracia, sería el duende Fric quien acabaría con la refriega en contra de su voluntad. Herido de muerte por una bala perdida, se revelaría como el ser que una vez separó las dos vertientes de su capitán. Lo que una vez fue una unidad se separó, solo para volver a fusionarse mucho tiempo después. La familia volvía a estar reunida y feliz, pero ese momento de plenitud fue efímero. El capitán y Morgana no podían permanecer en aquel presente que no era el suyo. Al contrario que su hijo, ellos debían surcar los cielos con el galeón y regresar al siglo XVII. Dylan Dog debería aprender a vivir con ello y forjar su propio destino. Preso del cansancio y el sueño, el detective regresaba a su hogar en Craven Road, junto a su fiel Groucho, para continuar con su vida. Si todo lo narrado había sido realidad o sueño, eso es algo que solo los lectores pueden interpretar…
Con esto doy por finalizado este texto, no sin antes dar las gracias a todos los que alguna vez os habéis pasado por aquí. Poco o mucho, eso no importa. El tiempo es lo más importante que podéis regalar. Y que visitéis y leáis algunos de estos textos es todo un regalo para mí. ¡Espero que sigáis disfrutando de los detectives de lo oculto!
Félix Ruiz H.
Comentarios
Publicar un comentario