Magnetic Rose
Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. Revisitando antiguos escritos, he topado con uno que escribí pocos meses antes del nacimiento del blog, y considero que merece mucho la pena compartirlo en él. No se trata una minucia, pues trata de un trabajo conjunto entre dos creadores con mayúsculas: Katsuhiro Otomo y Satoshi Kon. Dos genios que, junto a Koji Morimoto, parieron un mediometraje que se acerca a la treintena pero que sigue siendo capital en la historia de la animación japonesa: Magnetic Rose.
Con la intención de escribir sobre Paprika – para servidor, la obra cumbre del tristemente fallecido Kon –, topé con Memories, un proyecto animado que quiso volver a revolucionar la animación tal como lo hizo Akira unos años antes. No se trató de una película, sino de tres una compilación de tres cortos con temáticas y personajes diferentes.
¿Por qué centrar nuestras miradas en Magnetic Rose? En un primer momento, y tras haber visto el episodio en cuestión varias veces consecutivas en un lapso muy corto de tiempo, busqué en multitud de lugares para aprender más sobre su concepción. De esa forma, también llegué a la conclusión de que es la parte más interesante del proyecto, sin desmerecer a las otras dos partes de la ecuación, Bomba Fétida y Carne de Cañón.
Esta opinión – que mantengo a día de hoy – era compartida por el propio Otomo, tal como se puede visualizar en el making off de la cinta, disponible en Youtube. Es curioso ver cómo, s pesar de si peso capital en la obra, Magnetic Rose es el primer corto de la trilogía. Lo lógico hubiese sido dejarlo para el final, pero el trío formado por Otomo, Kon y Morimoto, quien fuese el director de esa primera pieza, decidieron que formara punta de lanza.
No fue la cinta de 1995 la primera experiencia de Otomo en una antología animada. Ya en 1989 dirigió un corto para la cinta Neo Tokyo, concretamente el episodio The Order to Stop Construction. En aquella primer ocasión no tenía el control creativo total, como sí ocurrió en Memories. Para ese segundo trabajo impuso sus ideas, aunque delegó en Kon a la hora de escribir el guion de la primera pieza y hacerle pequeños añadidos que fueron fundamentales para la aventura de los tripulantes de la nave Corona, dándoles mayor profundidad.
Con Madhouse y Studio 4°C en la producción, Otomo introdujo ciencia ficción, humor negro y crítica social en dosis muy parecidas en cuanto a la duración, pero de igual forma legó imágenes, conceptos y cuestiones que siguen siendo objeto de debate a día de hoy, y que harían las delicias de cualquier aficionado a las cuestiones forteanas.
Antes de continuar, y como no podía ser de otra forma, desde aquí recomendamos encarecidamente ver Memories antes de continuar leyendo. Aunque no desgranaremos la trama en su totalidad, sí que habrá spoilers sobre ella. Dicho esto, continuemos.
¿Era Magnetic Rose un mediometraje de terror? Otomo fue tajante al respecto: sí. El elemento espacial y cyberpunk estaba entretejido con una trama que bebía mucho de las historias de fantasmas y de casas encantadas. Además, Satoshi Kon añadió capas de profundidad a Heintz Beckner, uno de los personajes principales, dotando de mayor peso al mensaje que se quería transmitir en la película: la necesidad de no aferrarse a los recuerdos.
Cierto es que la naturaleza del mediometraje impide que haya un desarrollo completo de arcos argumentales para los personajes, pero Otomo, Kon y Morimoto lograron superar ese obstáculo y brindarnos a un trío protagonista bien esbozado. Aunque quizá en el caso de Miguel Costrela no hubiera tanto brillo, sí que fue palpable en Heintz y en Eva Friedel, la soprano fantasmagórica que esperaba a los miembros del recolector de basura espacial Corona en el área RZ 3005, la región de Sargazos. “El cementerio del espacio”, tal como decía el capitán Ivanov. Tanto él como Aoshima, el cuarto tripulante de la nave, quedaron en un segundo plano por cuestiones de espacio.
“El cementerio del espacio”. Curioso nombre. Más aun si tenemos en cuenta que Costrela mencionaba que solo los viejos llamaban a aquella área de esa forma. En la zona ocurría algo llamativo, y es que su campo magnético causaba estragos en la nave debido a su poder de atracción. Las cosas no funcionaban como debían. Tal como cuentan las innumerables leyendas que se centran en el Mar de los Sargazos.
Autores como William Hope Hodgson, Horacio Quiroga, Julio Verne, Donna Tartt o Charles Fort hicieron hecho mención a esta región del Atlántico, bien para describirla o para convertirla en un personaje en sí misma. Su fama de cementerio flotante se extendió muchísimo en el siglo XX, cuando se compartían historias sobre este mar a rebosar de algas. ¿A nadie le recuerda a aquello que Fort denominó Súper Mar de los Sargazos?
No está de más volver a poner en valor El libro de los condenados, obra recopilatoria del siglo XX sobre sucesos potencialmente inexplicables donde se aunaban desapariciones, avistamientos de seres mitológicos o criptozoológicos y eventos que posteriormente la cultura popular relacionaría con el fenómeno ovni. Entre sus páginas, Fort introdujo una variante muy curiosa de eventos forteanos: los que podrían estar conectados a la existencia de ciudades extradimensionales que pulularían por el cielo, escondidas entre las nubes.
Posteriormente, Fort expandiría sus teorías en New Lands, donde describiría la naturaleza de su Súper Mar de los Sargazos, un lugar más allá de nuestra dimensión, un plano paralelo en el cual se materializan elementos previamente desaparecidos en nuestra Tierra para posteriormente caer de nuevo en ella. Igualmente, ese universo paralelo eventualmente podría arrojar objetos procedentes de ese lugar desconocido.
Más allá de las pocas pruebas que Fort aportó a respecto, lo cierto es que estas teorías calaron en parte de la sociedad del pasado siglo, sobreviviendo hasta hoy. La propia Donna Tart, en El jilguero (2013), trataba al Mar de los Sargazos como metáfora de una habitación a la que van a parar objetos desterrados de otras habitaciones. Algo muy en la línea de Fort.
Los miembros de la Corona respondían a una llamada de auxilio muy especial: recibieron una transmisión en forma de ópera de Giacomo Puccini (1858-1914). Concretamente, de Madama Butterfly (1898). Durante la película sonaban las arias Un bel dì, vedremo y Tu, tu, piccolo Iddio. El capitán Ivanov demostró ser alguien culto, ya que reconoció esa ópera en octubre del año 2092, que era el marco temporal en el que se ambientaba Magnetic Rose.
Desde ese momento, la atmósfera empezaba a tornarse siniestra y misteriosa. Costrela y Heintz se adentraron en una nave varada, en bastante mal estado, y que parecía hallarse en un lugar limítrofe entre planos de realidad. Ambos personajes debían determinar qué era real y qué una ilusión en medio de un ambiente opresivo y silencioso. Asistieron conjuntamente a una especie de escenificación, muy parecida en las que todavía pueden leerse en las historias góticas sobre fantasmas y aparecidos.
La protagonista de esa suerte broma macabra, y la supuesta autora de la llamada de auxilio, era una mujer llamada Eva Friedel, personaje inspirado en la soprano estadounidense de ascendencia griega María Callas, la que es posiblemente la cantante de ópera más influyente del pasado siglo. En cuanto hace acto de presencia, Friedel se convierte en un enigma en sí misma. Tanto que es inevitable centrar la atención en sus expresiones y palabras.
La nave que Heintz y Costrela exploraban en Magnetic Rose parecía una mansión de otro tiempo. Había en ella estatuas, elementos barrocos, fotografías o trajes de épocas pasadas. Todo muy chocante en el contexto de una nave espacial abandonada y ruinosa. Además, el inquietante escenario visual era acompañado por la música de Puccini, que quebraba el silencio que debería reinar en el lugar. Pronto, ambos exploradores cayeron en la cuenta de que había hologramas que intentaban confundirles, haciendo que cada vez fuese más difícil discernir qué estaba pasando en realidad.
Hay otro elemento que emparenta este capítulo con las historias góticas de fantasmas: la posesión. A pesar del evidente toque cyberpunk que reinaba en el trabajo de Morimoto, Kon y Otomo, había un espacio para un toque paranormal. Costrela fue quien sufrió con mayor fuerza el magnético poder seductor de Eva Friedel. Previamente ya se mostraron pequeños detalles de su carácter desinhibido y su gusto por el género femenino, por lo que el siguiente paso lógico era encontrarse a sí mismo atrapado en las redes de la atractiva cantante, que se refería a él con el nombre de Carlo. Heintz, por su parte, trataba de mantener a raya a su amigo mientras luchaba contra sus propios demonios, en forma de la presencia de su hija pequeña, mencionada brevemente al inicio de la película.
Satoshi Kon supo jugar con el supuesto elemento sobrenatural y la tecnología futurista para tener en tensión a los espectadores desde el mismo momento en que los recuperadores del Corona se dispusieron a atender la llamada de auxilio. Porque lo que parecía un rescate pronto devino en terror psicológico, en el que la Inteligencia Artificial que manejaba la nave era capaz de indagar en los recuerdos de los que entraban en ella, logrando que ambos aspectos de la trama funcionasen en perfecta consonancia. Kon jugaría con esta difusa línea entre lo tangible y lo etéreo en otras obras. Especialmente en la mencionada Paprika.
¿Era Eva Friedel real? ¿Por qué había androides en forma de estatuas que pululaban por las habitaciones de lo que parecía ser una mansión? ¿Era capaz el ordenador central de la nave de bosquejar en el pasado de Heintz?
Demasiadas cosas a tener en cuenta, y buena parte de ellas quedaron satisfactoriamente resueltas, aunque otras quedaron inevitablemente sujetas a interpretación por parte de los espectadores. El pasado de Heintz y su trágica historia familiar fue un elemento añadido magistralmente por el guionista. Cualquiera puede empatizar con él en pocos minutos, y su doble lucha – contra todo lo externo que trata de engañar a sus sentidos y contra sí mismo – es capital para el desenlace.
El giro en torno a Eva Friedel resultó igualmente interesante. Se valía de su sensualidad para atraer a Miguel, y si bien las razones por la que acabó en aquel lugar no quedaban del todo explicadas, sí que somos capaces de entender sus motivaciones.
En cuanto a la entidad que manejaba los hilos, se trataba de una perfecta combinación entre tecnología e imaginación. Una entidad que se erigía en juez, jurado y verdugo en esta Space Ópera con toques de cyberpunk y biopunk – que bebe bastante de Moebius y que mangakas como Junji Ito han llevado a otro nivel –, y que aprovechaba un soporte físico en decadencia para lograr sus ambiguos propósitos. Estos, a falta de mayor concreción, parecían ir hacia en una dirección concreta: atraer hacia sí a cualquier incauto que se acercase lo suficiente para así crecer y expandirse, acrecentando también en el proceso su poder e influencia.
Sin ahondar más, e invitando de nuevo a los lectores a ver Memories si es que no lo han hecho ya, solo resta recomendar que escuchéis la magistral banda sonora del cortometraje, compuesta por Yoko Kanno, que cuenta con una impresionante trayectoria en cine, anime y videojuegos. Unas composiciones que le van como anillo al dedo a la obra pero que pueden escucharse de forma independiente sin perder fuerza.
Félix R. Herrera
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