El resurgir de B’Moth


 

Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. En primer lugar, me gustaría agradecer profundamente todo el apoyo recibido durante el verano. Y no solo en cuanto a visitas al blog, sino al acogimiento que he recibido en multitud de grupos, conversaciones con algunos de vosotros y comentarios de las diversas entradas que se han ido publicando. Se acerca el primer año de vida de este Gabinete Oculto, que se celebrará como se merece. Mientras tanto, sigamos acercándonos juntos a la inabarcable cantidad de curiosidades que tenemos a nuestro alcance.

Recientemente he revisionado Underwater, una película que desgraciadamente pasó sin pena ni gloria por las salas de cine en el aun cercano pero olvidable año 2020. Dirigida por William Eubank y escrita por Brian Duffield, fue la última película lanzada bajo el sello de 20th Century Fox antes de su cambio de nombre a 20th Century Studios, ya bajo el amparo de Disney.

El metraje trasladaba la acción hasta mediados del presente siglo, donde un equipo de trabajadores de una estación de perforación submarina debe ponerse a salvo después de que un terremoto devastador destroce las colosales instalaciones ubicadas en las profundidades de la Fosa de las Marianas. El pequeño contingente, con apenas recursos, no se enfrentará solo a los efectos del hundimiento y la presión, sino a unas misteriosas criaturas que comienzan a acecharles, libres tras la supuestamente accidental perforación de una burbuja hidrotermal. Para desgracia de todos los supervivientes, esos seres no estaba solos, sino que eran parte de algo mucho mayor. Un ser colosal, cuya llegada a la superficie supondría poco menos que el fin de la humanidad.

Curioso por naturaleza, vi paralelismos entre la película y la mitología de Lovecraft. Pequeños huevos de pascua que, colocados intencionalmente o no, trataban de dotar a este trabajo de un trasfondo que apenas es percibido en una primera y rápida visualización de la película. Allí, entre las pertenencias de Capitán Lucien – interpretado por Vincent Cassel –, la ingeniera Norah Prince descubría un diagrama dibujado en un antiguo plano del sitio de perforación inicial. Todas las líneas confluían en un determinado lugar, allí donde la perforadora había topado con algo inesperado. Por si fuera poco, entre esos mismos papeles estaba el mismísimo bosquejo de Cthulhu que Lovecraft realizó en 1934. No cabía duda: Industrias Tian, propietaria de la estación submarina Kepler 822 y de otras que ya habían quedado abandonadas por misteriosas razones, buscaba despertar a un ser ancestral.

Estas y otras referencias fueron refrendadas por otros divulgadores a los que tengo en alta estima. Sobre todo Dxeo, que desde el canal de Youtube Frontera Geek sigue llevando adelante la encomiable tarea de analizar, reseñar y compartir conocimientos en torno a multitud de sagas literarias y cinematográficas relacionadas con la ciencia ficción y el terror. Tanto él como otros observadores aducían a la posibilidad que el gigantesco ser que se puede observar en los minutos finales de la cinta fuese Cthulhu, aunque existen disparidad de opiniones. La falta de declaraciones oficiales por parte de los responsables de la cinta no ayudan en absoluto a aclarar el misterio. ¿De verdad se trataba del Primigenio por antonomasia? ¿O podría tratarse de Behemoth?

Desde luego, los bocetos de la cinta se refieren a la colosal criatura y a todas sus subalternas con esta segunda denominación, más coherente con lo que se puede ver durante el desarrollo de la trama. Amenazas oceánicas plenamente físicas, que se esconden en las profundidades marinas, dispuestas a salir al exterior cuando la desconocida barrera que las frena sea borrada del lecho oceánico. Industrias Tian lo hizo – nunca sabremos con qué intenciones, pues no parece haber planes de expandir esta franquicia –, y casi desata sobre el mundo un apocalipsis en forma de kaiju.

El uso de este último término no es casual. Underwater tiene claros paralelismos con famosas sagas como la de Godzilla, pero al mismo tiempo pretende presentar similitudes con otras como Alien. Sin embargo, y a pesar de que fue seguramente casual, particularmente me trajo a la memoria un relato publicado por primera vez en mayo de 1929 en Weird Tales: El resurgir de B’Moth.

Se trata de una historia escrita por Bertram Russell, que fue incorporada ocho años después a los Mitos de Cthulhu por parte de Henry Hasse en El guardián del libro, que también pudo leerse por primera vez en Weird Tales. Una decisión que sigue siendo controvertida entre los especialistas en las obras que conforman dicho corpus, a pesar de formar parte del mítico juego de rol La llamada de Cthulhu. El escrito de Hasse intentaba aunar muchas referencias a los Mitos y a algunas de sus principales figuras. Entre ellas estaban Cthulhu, Hastur, los perros de Tíndalos o el propio B’Moth. El hecho de que Lovecraft no pareciera tener en especial estima el relato de Russel no frenó a Hasse. ¿De verdad es una copia de ideas de La llamada de Cthulhu?

No voy a participar de dicha polémica, ya que no es el objetivo ni la intención de este texto. Aunque debo reconocer que las conexiones entre ambas historias son palpables, a tenor de mi reciente lectura del relato de Lovecraft, me voy a centrar en el texto de Russell, que Barsoom incluyó en su selección de la Magazine of the bizarre and unusual de 1929. Como ya sabéis, aquí empiezan los spoilers, por lo que la lectura de los siguientes párrafos debe hacerse bajo vuestra propia responsabilidad.

Para sorpresa de propios y extraños, El resurgir de B’Moth tuvo una deriva final que supuso una profunda decepción para muchos lectores. Su fuerte componente de horror cósmico fue lastrado por un clímax corto y parco en detalles. Sin embargo, esa sensación agridulce no debe nublar nuestro juicio a la hora de hablar de las bondades del relato.



La acción es narrada y protagonizada por un psiquiatra al que conocemos como Randall, quien fue llamado a consulta por el doctor Prendergast en un momento incierto de la década de los años veinte del pasado siglo. Su colega hacía frente a un caso muy particular, ante el que no sabía cómo proceder. La primera explicación de Prendergast hace alusión a la obsesión que su paciente ha desarrollado hacia su Amo, algo que domina su voluntad hasta extremos inverosímiles.

Randall debía acudir al Hospital germano-americano a toda prisa, pero un primer y bizarro encuentro con una presencia brumosa y sobrenatural casi acaba con su vida. La niebla y la llovizna dominaban el paisaje, y algo parecía querer controlar al psiquiatra, que recurrió a la calefacción para combatir el repentino frío que sintió. La ausencia de calor fue presentada desde el primer momento como una especie de detonante de los sucesos extraños, que fueron interrumpidos de forma abrupta cuando Randall estrelló su coche y, felizmente ileso, descubrió que todo había sido una suerte de espejismo. La noche era clara, y su coche estaba totalmente seco.

- … El Amo se ha encargado. Cabalga en la tormenta. Su aliento es el hálito de la bruma. Y llega a la tierra en forma de lluvia. Ha estado contigo esta noche, ¿eh? ¿A que sí?

El paciente de Prendergast estaba muy perturbado. Obsesionado, decía ser solo un ínfimo eslabón de una cadena que involucraba a millones de personas alrededor del mundo. Todos servían al Amo: B’Moth. Quizá presa de una desconocida enfermedad, el febril paciente se desplomó, muriendo en el acto. A continuación, ambos psiquiatras fueron testigos de cómo el agua que había cerca del cadáver adquiría un color azulado y emitía una creciente luminiscencia. Un suceso a todas luces extraordinario.

Aquello afectó a Randall, que en los días siguientes trató de centrarse en sus quehaceres para olvidar lo acontecido en el Hospital germano-americano. Por desgracia, la lectura de una nota de prensa procedente de Perú y que versaba sobre un aparente intento de suicidio reafirmó que había algo de verdad en todo aquel asunto relacionado con el Amo. Para empeorar aun más las cosas, el doctor Prendergast había empezado a manifestar los mismos síntomas que su paciente recientemente fallecido.

Para su sorpresa, Randall encontró a su amigo bastante tranquilo y cuerdo. Éste le relató el inicio de sus recientes episodios de locura, que estaban relacionados con las junglas primordiales y el sentimiento de indiferencia que le provocaba pensar en el mundo moderno y toda su artificialidad. Prendergast estaba convencido de que existía un movimiento soterrado pero organizado, que pretendía derrocar la moderna civilización en favor de lo que denominó como un Ser Innombrable. El doctor luchaba con todas sus fuerzas contra el incipiente control que aquello, fuese lo que fuese, estaba logrando sobre él. Randall debería llegar hasta el fondo del asunto y dilucidar si los síntomas podían ser combatidos y, eventualmente, vencidos.

- La clave debe ser el nombre del Amo: B’Moth. No lo olvide… B’Moth. No sé decirle qué significa. Pero dicha palabra lleva días resonando en mis oídos. Ese es el Amo… ¡Ese es el nombre de la cancerosa putrefacción a la que debemos destruir!

La investigación de Randall le llevó hasta antiguos libros ocultistas. Entre ellos, algunos de llamativos nombres como Magia y Artes Negras, de un tal S. Kane, que escribió sobre el Devorador y a su vez le derivaba a otros volúmenes aun más antiguos. Encontró referencias a su desconocido enemigo en escritos bíblicos y apócrifos, sacando como única conclusión que todos parecían apuntar a un futuro retorno del ser.

Al mismo tiempo, Prendergast empeoraba en sus delirios, huyendo de su encierro y robando multitud de reptiles y anfibios. Su locura iba en aumento, pero todavía tenía momentos de lucidez, como el que devino cuando fue devuelto al hospital por mediación de Randall. La eminencia no recordaba nada de lo acontecido mientras sufría esos brotes, siendo el protagonista quien le narraba los sinsentidos que cometía y decía.

Charlando, Randall haya un par de posibles detonantes de los males de Prendergast: la niebla y el frío. Por ello, ordena que se encienda una hoguera junto al doctor, para así protegerle del Amo. Tras retorcerse y combatir desesperadamente con una supuesta presencia invisible, Prendergast recobra su ser e intelecto, mostrándose pletórico y convencido de su victoria. Algo que Randall no compartía. La amenaza seguía presente, aunque latente.

Era el momento de recurrir a alguien con más conocimientos que ellos. Alguien versado en las materias ocultas y que no dudaría en ayudar a Randall a frenar a B’Moth, si es que verdaderamente existía. Se trataba de Geoffrey d’Arlancourt, un viejo amigo que residía en la pequeña – y ficticia – ciudad de Brocklebank. Jeff, como Randall llamaba a este investigador de lo oculto, conocía el nombre del Amo. Pero no solo eso: sabía que existía un culto a nivel global que tenía a este ser como su deidad.

En estos momentos, Russell presentaba un estereotipo muy común en los Mitos: el de los creyentes provenientes de bajos estratos sociales o de etnias y tribus consideradas inferiores por parte de los occidentales. Todos los discípulos de este culto aguardaban el retorno de B’Moth y de la naturaleza primordial, algo que parecía cada vez más cercano. Geoffrey d’Arlancourt puntualizó que la creencia en dicha entidad era muy antigua y era muy persistente. En los últimos tiempos, habían proliferado muchas sociedades secretas cuyos nombres estaba relacionados etimológicamente con el ser, lo que era motivo de alarma.

El ocultista tenía contactos en las altas esferas, tal como demostró cuando cogió el teléfono y contactó con Ellery, un agente del servicio secreto al que informó sobre el caso y que reafirmó la proliferación de cultistas de B’Moth. Estos seguidores habían acelerado sus operaciones, dando problemas de todo tipo en muchos lugares.

Ya reunidos, los tres hombres acudieron a un lugar de encuentro que el servicio secreto había identificado como parte de esos cultos a Phemaut, un vocablo que retrotraía la creencia en la criatura hasta, al menos, las primeras dinastías egipcias. El antro se antojó como un lugar donde desatar cualquier perversión, incluido el sacrificio humano. Un extraño sacerdote se preparaba para arrojar a una joven a las fauces de un cocodrilo que nadaba en un tanque de agua azulada. Una tonalidad que Randall reconoció al instante, y que casi acaba con su cordura. Por suerte, Ellery abrió fuego, mató al animal e hizo huir al homicida. Randall vio con asombro el rostro de aquel hombre, pero no dijo nada a sus compañeros.

Creyéndose fuera de peligro, los tres compañeros volvieron a la oficina de Ellery, solo para asistir a la brutal muerte de este último, presa de su propio perro. El animal presentaba un brillo azulado y antinatural en sus ojos, prueba de que la influencia de B’Moth se extendía. El retorno del mortal enemigo de la humanidad estaba próximo, y tanto Randall como d’Arlancourt necesitaban respuestas. Quizá el doctor Prendergast las tuviese.

Conminándole a hacer un último sacrificio, Randall rogo a su amigo a que se expusiese a la niebla y el frío. Este accedió, siendo presa una vez más de terribles delirios. Cuando logró volver en sí, reveló que el final acaecería en una semana, cuando se produciría una invasión sin precedentes, procedente del fondo del océano.

Este es el momento en que el relato se acelera y cae en una deriva que es difícilmente comprensible. Hasta ese momento, todo lo narrado apuntaba a la eventual aparición de un horror cósmico inimaginable, que parecía querer devolver el planeta a un estado anterior. Sin embargo, lo que Russell escribió en los siguientes párrafos acerca su relato a otros géneros más mundanos, por decirlo de alguna forma.

Randall y d’Arlancourt hicieron suya la misión de avisar a todos los países posibles y a sus respectivas fuerzas armadas, que debían estar preparadas para combatir a los seres marinos. Una semana después, y tal como fue adelantado por Prendergast, miríadas de criaturas desconocidas se acercaron a las costas de medio mundo, mientras los ejércitos intentaban repeler los ataques con toda la artillería disponible. Los protagonistas asisten al combate en San Francisco, que se saldó con victoria para la humanidad. Un resultado que se repitió en el resto del mundo. ¿Qué pasó entonces con B’Moth?

Durante los escasos párrafos con los que Russell cerró el relato, una espesa niebla se acercaba a las costas. Las miles de monstruosidades marinas que trataban de alcanzar tierra firme eran una suerte de avanzadilla. Pero nadie pudo ver al antiguo ser en ningún momento. No fue necesaria ninguna intervención ocultista, ni ningún remedio desesperado. La simple belicosidad humana fue suficiente para atajar el ataque. B’Moth y sus huestes se retiraron de nuevo a los lechos oceánicos. Quizá se produzca una nueva tentativa en el futuro. Pero todo queda en incógnita.

Los gobiernos del mundo trataron de ocultar los motivos reales tras el conflicto. Aunque ciertas cosas salieron a la luz, la verdad fue maquillada. Algo a todas luces inverosímil, si hemos de creer que el ataque de las fuerzas antiguas fue coordinado y global, lo que a buen seguro podría ser atestiguado por miles de testigos. Llegados a este punto, poco más se puede decir al respecto. Son cuestiones ajenas a las intenciones del autor, que cerró la historia de forma abrupta, como ya he indicado.

¿Conocíais esta historia? ¿Qué os ha parecido? ¿Es digna merecedora de ser parte de los Mitos?





Félix R. Herrera

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