Who goes there? Una introducción


 

Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. Tras hablar sobre En la tienda de Amundsen, el siguiente paso lógico me lleva a John Wood Campbell y a la historia cuyas versiones cinematográficas han encumbrado a los altares de la ciencia ficción a uno de sus relatos más célebres. Se trata de Frozen Hell, novela corta en la que el doble siniestro o el doppelgänger son elementos capitales. Aunque la mayoría la conoce como Who goes there?

Ante la magnitud que puede alcanzar este texto, he decidido dividirlo en varias partes, dando inicio a un pequeño ciclo en el que abarque todas las versiones, adaptaciones y continuaciones que han tomado como base el relato de Campbell. Asimismo, también tomaré como referencia el texto que publiqué en enero de 2022 en Misteriored. Por supuesto, y como no podía ser de otra forma, adelanto que los spoilers estarán presentes desde este mismo momento.

Este primer texto se centrará en diversos aspectos relacionados directamente con el propio relato. El primero de ellos es su título, que originalmente era muy diferente al que finalmente tuvo el relato cuando fue publicado. Hace unos años, el escritor Alec Nevala-Lee descubrió que Who Goes There? empezó siendo una novela más larga que Campbell terminó y tituló Frozen Hell. Tuvo que acortarla para publicarla en Astounding Science Fiction en formato de cuento largo. Inicialmente solo se encontraron referencias y notas sobre la novela completa. Pero Nevala-Lee llegó a la conclusión de que Campbell había enviado la novela completa a la Universidad de Harvard, donde todavía se conservaba en su archivo. Nevala-Lee publicó sus conclusiones en Astounding: John W. Campbell, Isaac Asimov, Robert A. Heinlein, L. Ron Hubbard, and the Golden Age of Science Fiction, Dey Street, 2018.

Volviendo a la figura de Campbell, debo incidir en alguna particularidad psicológica que pudo jugar un papel clave en la concepción de la historia. Su mente, confusa y a veces atormentada por el siniestro parecido entre su madre y su tía, conservó algunos elementos distorsionados por el tiempo que plasmó en este relato que finalmente apareció en agosto de 1938. Su influencia ha traspasado las barreras del tiempo, hasta el presente, siendo un producto que ha sido trasladado a diversos medios audiovisuales, siendo su expresión más famosa la película de John Carpenter de 1982, The Thing (La Cosa).

A pesar de que la adaptación de 1951 incidía de forma nada velada en el racismo – asunto que salpicó la vida de Campbell –, el origen del trabajo que copa nuestra atención nace precisamente de ese sentimiento contradictorio que el autor experimentaba al ver a su madre y su tía. El libro The Mechanics of Wonder: The Creation of the Idea of Science Fiction (1998), de Gary Westfahl, incide en la incapacidad del autor para distinguir a ambas. Si ese fue o no el germen de su relato, todavía es objeto de debate.

No es John W. Campbell un desconocido para aquellos que gustan de la ciencia ficción. El natural de Newak (Nueva Jersey) fue el escogido por el célebre editor Orlan B. Tremaine para sustituirlo al frente de la inmortal revista Astounding Science Fiction. Fue su papel de editor el que más fama le granjeó, incluso tras su muerte en 1971, a los 61 años de edad. Antes de que llegara esa designación como editor, ya había publicado diversos relatos usando su propio nombre o algún pseudónimo. Estudió en el MIT, lo que a buen seguro contribuyó a darle esa pátina cientifista a sus creaciones literarias.

Su influencia y prácticas dieron lugar a no pocas polémicas. Campbell era bastante crédulo, y sostuvo disputas con muchos contrarios a sus pensamientos y postulados, pero también con algunos de sus colaboradores más cercanos. Isaac Asimov llegó a escribir en La Edad de Oro II, Colección Jet 136/8, Plaza y Janés editores, 1987 – que la superioridad que el editor atribuía a los humanos frente a otras supuestas especies galácticas no era más que un reflejo de su postura en torno a los norteamericanos y el resto del mundo, o entre los caucásicos y el resto de razas. ¿Qué es MacReady, protagonista de Who goes there?, sino su ideal humano?

[…]No obstante, daba por hecho que el estereotipo de blanco nórdico era el verdadero representante del Hombre Explorador, del Hombre Intrépido, o del Hombre Victorioso.

Volviendo a Who goes there?, es de todos sabido que hubo una adaptación temprana a principios de la década de los cincuenta, dirigida por Christian Neby y Howard Hawks (que no fue acreditado en la cinta) y titulada The Thing from Another World. Esa película es bastante distinta de la de 1982, pero para muchos es superior. Cierto es que, a pesar de que se basa en el relato de Campbell, su punto de partida y el devenir del argumento la separan del texto. A pesar de tener una enorme acogida, no alcanzó el estatus que las últimas cuatro décadas han dado a la adaptación de John Carpenter, parte de su trilogía del Apocalipsis.

Who goes there? es ciencia ficción por sus temas pero es terror en su tratamiento. Su temática fue novedosa e inició una línea narrativa que había sido poco tratada desde hace mucho tiempo y que tuvo en el cine un aliado de primer nivel. Multitud de producciones de mayor o menor presupuesto desfilaron por las salas de medio mundo, adaptando obras de corte similar escritores como Wells, quizá alcanzando su punto culminante en 1979 con Alien, o en 1982 con The Thing. Tres años separan ambas cintas, pero un mismo espíritu las une.

El relato fue parte del segundo tomo de la antología The Science Fiction Hall of Fame, publicada en 1973 y cuyo contenido se eligió mediante una votación entre los miembros de la Science Fiction Writers of America. La antología buscaba reunir las historias de ciencia ficción “más importantes, influyentes y memorables que se hayan escrito jamás”. Obviamente, su inclusión ya es signo del peso que adquirió la novela de Campbell dentro de la ciencia ficción.

Para quienes se han acercado de forma crítica a la obra es innegable el parecido razonable que existe entre nuestro relato y The Colour Out of Space (El color que cayó del espacio) de Lovecraft, publicado en septiembre de 1927 en la revista Amazing Stories, y más adelante reeditado en la colección de 1939 El extraño y otros (The Outsider and Others). También parece haberse inspirado parcialmente en el cuento de Thorp McClusky, The Crawling Horror (El horror reptante).

Las criaturas de Lovecraft y Campbell tienen algo en común: nadie sabe exactamente qué son, pero sí que parecen proceder del espacio. Ambos son seres extraterrestres desconocidos, no humanoides. Ambos relatos son pioneros en introducir una bioquímica extraterrestre plausible; es decir, la posibilidad de que la vida extraterrestre revista una química radicalmente distinta a la de la Tierra. De ser así, una criatura semejante sería, para nuestra perspectiva, irreconocible como una forma de vida, y menos aún como soporte para la vida inteligente.

John W. Campbell Jr. no ofrece demasiada información sobre la composición bioquímica de su criatura, a pesar de que en el relato se le practique una autopsia. Lovecraft, en cambio, es mucho más descriptivo al respecto, y considera a su ser como parte de una especie alienígena o interdimensional, cuyo objetivo sería modificar nuestro planeta para volverlo habitable para los futuros invasores. La diferencia más ostensible entre ambos seres es su objetivo, aunque este no esté del todo claro. La cosa ha llegado a nuestro planeta para esparcirse entre todas las formas de vida y, en consecuencia, para quedarse. El ser cósmico de Lovecraft regresa al espacio tan súbitamente como llegó.

La novela de Campbell nos trasladaba hasta la Antártida, donde un grupo de científicos que estudiaban el polo magnético secundario descubrían una nave espacial antigua sepultada en el hielo, caída en la Tierra millones de años atrás. Cómo y por qué llegó allí es un absoluto misterio. Lógicamente, y en ese impulso a veces tan insensato de los humanos por curiosear y cuestionarse todo cuando puede, el grupo trataba de recuperar la nave. Un mal cálculo dio al traste con la operación y la nave fue destruida, pero sin embargo, el grupo logró recuperar el cuerpo congelado de un espécimen perteneciente a una especie desconocida.

A partir de ese momento, daba inicio una investigación que derivó en una trama de suspense, sospechas y muerte. El grupo intentó ponerse de acuerdo en qué hacer con el ser. Uno querían destruirlo, mientras otros pretendían estudiarlo e intentar saber más sobre su naturaleza. La discusión continuaba mientras la criatura lograba escapar de su cautiverio helado. Era un peligro, puesto que poseía unas características de lo más peculiares. La más definitoria, y que a la postre habría de ser explorada de la forma en que los lectores tienen en mente, era la de tomar la forma de los seres con los que contactaba, aunque fuese mínimamente. Su capacidad de adaptación y mimetización era total, lo que conviertía a este foráneo en un parásito capaz de engañar a cualquiera.

Precisamente, la primera persona que se percató de ello fue el doctor Blair, quien realizó una autopsia al ser recuperado del hielo. Su comprensión de la amenaza que suponía para todos los presentes y para el resto del mundo le llevó a padecer una crisis nerviosa que acabó con su encierro y aislamiento del resto del grupo. Una jugada muy astuta por parte de Blair, que ya estaba infectado y se percató de ello desde el primer momento, saliendo de la ecuación hasta los momentos finales del relato de Campbell.

Nadie sabía en quién confiar ni quién podía ser quien realmente decía ser. El ser, al que todos se refieren como “la cosa”, podía camuflarse perfectamente. Había una cosa clara: algunos de los presentes eran humanos, puesto que si no era así, todos habrían atacado al único humano libre de infección. La paranoia jugaba un papel fundamental en la trama desde el momento en que el ser comenzaba a hacer de las suyas y acabar con Connant, físico de la estación, y con un perro.

A pesar de que el resto del grupo detectó a la criatura y supuestamente acabó con ella, ésta tenía la capacidad de estar en muchas partes al mismo tiempo. No por nada, cada parte de su anatomía parecía tener entidad propia. Es esa circunstancia la que les dio al resto de presentes una idea para saber quién seguía libre del yugo del parásito de otro mundo. La sangre daría testimonio de este extremo. La criatura aborrecía las temperaturas extremas. Sucumbió al frío en un momento indeterminado de la historia, y sucumbía al fuego, que era mortal para cada una de sus partes. El grupo tomaba muestras de sangre de todos los presentes y las exponían al fuego. Si esa sangre “huía”, el propietario de la misma era una copia, un doble extraterrestre.

En el relato, todos los infectados desfilaban ante el resto del grupo y eran quemados con lanzallamas. Una vez acabada esta tarea – en la que Campbell no se recreó, por suerte –, los supervivientes decidían a buscar a Blair, solo para constatar que él era el primer infectado por la cosa tras su liberación de su prisión helada…

Aquí acaba esta primera parte del repaso a la historia de Campbell y sus diferentes adaptaciones. En la siguiente nos centraremos en hacer breves reseñas de la cinta de John Carpenter de 1982 y su precuela del 2011. Haré lo propio con el cuento The Things, del autor canadiense Peter Watts, que fue publicado en el #40 de la revista Clarkesworld. Espero que este texto os guste y que compartáis cualquier comentario, apunte o aporte conmigo, ya sea aquí o a través de las redes. Continuaré con esta labor dentro de muy poco.

Félix R. Herrera

Imagen de portada: edición de 1948 de la colección Who Goes There? de Shasta Publishers. La ilustración fue realizada por Hannes Bok.

Enlace al escrito original en Misteriored: https://www.misteriored.com/who-goes-there-y-sus-versiones-mas-celebres/




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