Supernatural: Origins
Durante el próximo mes de noviembre se cumplirá un lustro desde que se emitió el último episodio de Sobrenatural, la ficción creada por Eric Kripke que marcó a toda una generación. Somos muchos los que seguimos celebrando la serie y explorando todos sus recovecos. Desde su dilatada producción hasta su rica mitología, construida durante quince años. Hoy os traigo un producto oficial que vio la luz en 2007, una precuela canónica en forma de cómic que expandió la biografía de John Winchester y daba respuesta a algunas interrogantes importantes.
Hace años que conocía de la existencia de estas grapas que ampliaban lo planteado en el relato televisivo. Anunciados en una entrevista con TV Guide en 2006, estos seis números llevarían por título Supernatural: Origins y estarían escritos por Peter Johnson, uno de los productores de la serie, y dibujados por Matthew Dow Smith. Como dato adicional, el primer número iba acompañado de un pequeño suplemento escrito por Geoff Johns, que fue publicado previamente en la web de The CW, cadena televisiva que emitía Supernatural.
La premisa del cómic era dar más cuerpo al personaje de John Winchester, que fue interpretado – entre otros, pues hubo otros actores que se pusieron en la piel del personaje en diferentes marcos temporales, e incluso en la serie posterior – por el afamado Jeffrey Dean Morgan durante las dos primeras temporadas y los muy puntuales cameos que tuvo a posteriori. Estaba claro que el padre de los protagonistas tenía una potente historia tras de sí. Había muchas preguntas que necesitaban ser respondidas, y que llegaron mediante este cómic y su secuela, Supernatural: Rising Son, que fue publicada en 2008 por la propia WildStorm Productions, misma cabecera que en la anterior ocasión.
Si nos retrotraemos al episodio piloto de la serie televisiva, el prólogo del mismo trasladaba a los espectadores hasta la localidad de Lawrence (Kansas) en 1983, donde Mary Winchester descubría al que luego sería conocido como el Demonio de Ojos Amarillos parado junto a la cuna de Sam, su hijo menor. El misterioso ser, pareciendo haber poseído un cuerpo humano, alimentaba al bebé con su sangre. Al ser interrumpido, el demonio inmovilizó a la mujer y la lanzó contra el techo. Luego, le cortó el estómago e hizo que la mujer estallase en llamas. La dantesca escena fue vista por John, que llegó a tiempo para sacar a Sam de la cuna y entregárselo a Dean, su hermano mayor. Los tres salieron de la casa, mientras ésta ardía hasta los cimientos. Desde entonces, John Winchester comenzaría una búsqueda del demonio para vengarse de él.
Esa es la premisa de Supernatural: Origins, que comenzaba justo en ese punto. Una serie limitada que, recuerdo a los lectores del blog, sigue siendo canónica a día de hoy, pese a las lógicas incongruencias que surgirían con el paso de los años, los cambios de guionistas y la irrupción de spin-offs. Por nuestra parte, dejaremos eso a un lado. Vamos a centrarnos en aquellos primeros viajes de los Winchester en pos de descubrir quién fue el asesino de Mary.
Lo único que John tenía claro es que vio algo inusual aquella noche y que no se había tratado de una confusión. Cierto era que acababa de despertarse pero la sangre, el miedo, las llamas y el dolor eran reales. Sus hijos habían quedado huérfanos de madre, y él había perdido a su gran amor y el hogar que habían formado juntos. La búsqueda de respuestas le llevó a interrogar a los policías y bomberos que acudieron a auxiliar a la familia, pero nadie parece poder ofrecerle respuestas. Mientras su vida se derrumbaba, abandonaba el trabajo y dejaba a sus hijos al cuidado de unos amigos, el hombre se arrojó en manos el alcohol, frustrado. Solo una mujer le tendió la mano. Una vidente y sensitiva llamada Missouri Moseley, personaje que también fue parte de la serie de The CW.
La vidente achacaba la muerte de Mary a la pura maldad. Una que formaba parte intrínseca de nuestro mundo, que convivía con la humanidad, pero que por suerte no era vista y experimentada por la mayoría. Para saber más, John tendría que ofrecer una uña como sacrificio. Tras una serie de visiones, ambos reciben un mensaje de advertencia. Aquello que había contactado con ellos iría a por los niños Winchester.
De vuelta a casa de sus amigos, John encontró una carnicería. Los restos de los inquilinos estaban por todas partes. Para su alivio, Dean y Sam estaban ilesos y a salvo. Missouri dio con una pista que se antojaría capital en el futuro: un diente afilado y de aspecto extraño. Los Winchester debían abandonar Lawrence para así mantener a los niños alejados del inminente peligro que corrían. Deberían marchar hacia Arizona, donde un hombre llamado Fletcher Gable podría tener pistas sobre la procedencia del diente.
Una vez en Tempe, y superadas las primeras reticencias de Fletcher, John descubre que el objeto que portaba consigo pertenecía a un sabueso del infierno o hellhound, un can que por lo general era invisible a los ojos humanos y que podría estar al servicio de una entidad superior. Un demonio, con toda probabilidad. Los sabuesos infernales aparecen en mitologías de todo el mundo, siendo los ejemplos más conocidos el Cerbero griego o el can Garmr de la mitología nórdica.
Fletcher aseguraba que los perros infernales no aparecían así como así, y que los últimos avistamientos conocidos se produjeron en Eureka, California. Antes de partir, Fletcher entrega a John un diario en blanco. El famoso diario que el hombre rellenaría durante años y que eventualmente acabaría en manos de sus hijos. El cuaderno que recogería buena parte de los conocimientos adquiridos tras la muerte de Mary.
En Eureka, John y sus hijos recibirían la visita sorpresa de Jacob Campbell, que había seguido los pasos de su cuñado y pretendía llevarse a los niños consigo. Conducía el mítico Chevrolet Impala negro de 1967, que pronto pasaría a manos de John. Aunque, antes de eso, ambos cuñados acudieron al cementerio de Hidden Hills, donde Gable había situado un portal entre nuestro mundo y el infierno. Las marcas del diente condujeron a ambos hombres hasta una tumba que compartía esas mismas señales. Allí esperaba un can infernal, que masacró a Jacob y casi hizo lo propio con John, que fue salvado en el último instante por un hombre armado. Éste se presentó como un cazador que, intrigado por el caso de Mary, siguió a John hasta California. Ambos convinieron en deshacerse del cuerpo de Jacob. Ocultar pruebas.
La muerte del hombre no había sido natural, como tampoco lo fue la de Mary. Desde ese momento en adelante, el misterioso cazador – que respondería al nombre de Hunter – haría las veces de maestro para John, iniciándole en lo sobrenatural. Desde aquella fatídica noche en Lawrence, los Winchester habían pasado a formar parte de una guerra que llevaba librándose mucho tiempo y en la que el mal estaba ganando. Sin embargo, el cowboy no tenía muchas más respuestas sobre aquel caso en particular. Necesitaban apoyo e información, y dónde mejor lugar para buscar ambas cosas que en Harvelle's Roadhouse.
Con sus hijos y su poco discreto acompañante a cuestas, John se adentró en lo que podría considerarse como un hogar para multitud de cazadores de buena parte de Estados Unidos. Allí, además de acaparar y compartir conocimientos, todos podían desahogarse y sincerarse sobre su estilo de vida y las aberraciones que enfrentaban. El gremio – si es que puede denominarse como tal – de los cazadores no era un grupo precisamente homogéneo. Cada miembro tenía su particular historia, sus motivaciones, sus miedos y su particular forma de entender la lucha. No todos eran de fiar, pero Ellen y William Harvelle confiaban en darle un espacio seguro a todos. Incluidos John y sus pequeños, a los que cuidarían mientras continuaba con su primera cacería, la del perro del infierno. La misma sufrió un pequeño paréntesis cuando él y Hunter se unieron a Ichi, un tipo que iba tras los pasos de un heeler o saltador, un ser de la misma especie que el mítico Spring Heeled Jack, figura muy relevante en el folklore de la Inglaterra victoriana.
El monstruo resultó ser un cambiaformas que había adoptado la apariencia de un heeler. Esta segunda clase de criatura es otra de las que aparecerían de forma recurrente en las primeras temporadas de Sobrenatural, provocando varios dolores de cabeza a los hermanos Winchester. Ichi no salió indemne de aquel encuentro, y Hunter se dio cuenta de ello en la misma entrada de Harvelle's Roadhouse. El cazador había sido suplantado por la presa, y Hunter animó a John a acabar con ella. Escopeta en mano, y con pruebas irrefutables a su favor, John acabó con la vida de su primer trofeo. Ya no había vuelta atrás. Instigado por Hunter, el doliente esposo había tomado el camino que estaba predestinado a recorrer. La rueda estaba girando, y ya no se detendría hasta varias décadas después.
Mientras la búsqueda del perro infernal continuaba, John tuvo la oportunidad de pulir sus nuevas destrezas. Se entregó a ello con pasión, a costa de pasar tiempo con sus hijos. Estos iban de motel en motel y de casa en casa, conviviendo con desconocidos mientras su padre se negaba a dar explicaciones a Dean. Con el transcurrir de los seis números de la serie, los lectores conocerían algunas de las primeras desventuras de ambos. Sobre todo de Dean, quien tuvo que cargar a sus espaldas con el peso de ejercer como hermano y padre de Sam. Callando su desesperación, ignorando lo que pasaba a su alrededor, tragando lágrimas incomprendidas por quienes cuidaban de ambos. Solo un rápido vistazo al diario de John aclararía algunas de sus dudas. Su padre estaba trabajando en algo más importante que ellos. Aunque no fuese un consuelo, aquel galimatías daba cierto sentido a esa vida itinerante.
Las primeras aventuras de John Winchester tendrían su punto culminante en un lugar conocido como “Las cuatro esquinas”, una intersección entre los estados de Nuevo México, Utah, Arizona y Colorado. Un sitio muy popular entre aquellos curiosos de los eventos extraños, desde la aparición de seres criptozoológicos hasta el avistamiento de ovnis. Y, pos supuesto, un centro de actividad sobrenatural, tal como aseguraba Fletcher Gable, que contaba con un mapa de cementerios y otros lugares que hacían las veces de portales por los que todo tipo de criaturas malignas se colaban en nuestro mundo. Haciendo uso de las marcas del diente del perro infernal, ahora tomadas como coordenadas numéricas, Gable llegó a la conclusión de que aquel emplazamiento, famoso en la mitología de algunos pueblos nativos americanos, era el lugar donde estaba el perro y, a buen seguro, su dueño.
Los pocos que se atrevían a visitar el centro de aquella intersección se exponían a inimaginables peligros. No era solo un foco de actividad extraña, sino que el mismo infierno tenía influencia sobre él. Allí estaba el cementerio Forever Circle, y también un lugar conocido como Fore Inn, una posada muy particular y alejada de la realidad ordinaria en la que John descubriría que había sido conducido allí a propósito por su compañero.
Hunter fue un cazador. Aunque eso fue hace mucho tiempo. En esos momentos solo era un recipiente para otro ser. Alguien con el poder suficiente para controlar a un can infernal. No era el asesino de Mary, pero conocía las fuerzas que estaban en juego. Las mismas fuerzas que envolvían a los Winchester. John necesitaba un empujón, y Hunter se lo dio. La muerte de Mary solo fue un pequeño engranaje en una cadena de innumerables eslabones. Dean y Sam estaban destinados a equilibrar la balanza en un sentido u otro. Aunque para ello, su padre debería recorrer aquel camino solitario y oscuro que Hunter le había mostrado.
Un último enfrentamiento entre maestro y alumno se saldaría con la pírrica victoria del segundo. El nuevo cazador no sabía qué le deparaba el mañana, pero sí que tenía claro lo que debía hacer en adelante: vengar a su mujer y proteger a sus hijos a toda costa, preparándoles para las batallas venideras. Puede que fuesen motivos egoístas, pero le daba igual. Aquel demonio no iba a ser detenido por nadie salvo por él mismo. Costase lo que costase…
Félix Ruiz H.
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