Her Infernal Descent: una versión moderna de la Divina Comedia


 

Es poco probable que Dante Alighieri pudiese imaginar las implicaciones que su gran obra tendría en la historia universal. Aquella Commedia a la que Boccaccio acabó añadiéndole su calificativo definitivo continúa teniendo eco más de setecientos años después. Su sentido religioso, científico y moral pueden ser extrapolados a nuestro siglo XXI, continuando intacta su vigencia. Es el caso de la obra que traigo hoy, la misma centra su argumento en la pérdida y en el concepto de familia, sin perder potencia visual o interpretaciones profundas por el camino. El infierno puede residir en cada persona, y la única forma de salir de él es encarar los mayores miedos y remordimientos.

Como padre, no han sido pocos los momentos de agotamiento físico y mental. Si se es un adulto responsable y funcional, esa responsabilidad crece a la par que el ocio propio disminuye, pues los hijos se convierten en el centro de la vida, copando la mayor parte de los pensamientos y acciones del día a día. Encontrar momentos y espacios en los que mantener nuestras otras relaciones y aficiones en su estado anterior es poco menos que imposible, siendo claves la capacidad de adaptación y tolerancia a la frustración. Es la magia de la familia, esa figura abstracta que parece perder fuerza en esta sociedad moderna que parece querer derribar y reconstruir todo lo que ha cimentado la civilización occidental en el último milenio y medio. Sin embargo, creo sinceramente que poca gente querría dar marcha atrás y cambiar de vida una vez que conoce lo que son los hijos y el amor que despiertan en nuestras almas.

En mi caso particular, no puedo imaginar mi vida sin mi mujer y mis dos hijos. Incluso hay ocasiones en las que me cuesta haber vivido más de dos décadas sin ellos a mi lado. Por ello, una pérdida abrupta – en este caso, por defunción de todos los miembros de la familia directa – sería catastrófico. Es esa dolorosa posibilidad la que marca el inicio de la interpretación de la obra maestra de la literatura italiana y universal que la editorial Aftershock publicó en 2018.

Her Infernal Descent es una obra dividida en cinco números creada por Lonnie Nadler, Zac Thompson (ambos guionistas) y Kyle Charles (dibujante), en la que se plantea un viaje iniciático para una madre de mediana edad que ha perdido a su marido y a sus tres hijos en un accidente. Ese hito marcó el comienzo del descenso a su propio infierno para Lynn, quien es incapaz de afrontar un nuevo comienzo. Como ella misma expresa en el primer número de la obra, lleva mucho tiempo intentando empaquetar todas las pertenencias de sus seres queridos pero nunca termina de hacerlo. Como tampoco es capaz de poner orden en medio del caos que quedó en su casa en el día en que todo se derrumbó. Ni tan siquiera es capaz de cruzar más que un par de palabras con cualquiera de sus conocidos. El tiempo se detuvo para ella en aquel funesto día, y la culpa corroe cada átomo de su ser. La razón última de ese sentimiento será conocida por los lectores en el tramo final de la obra.

Tal como ocurrió con el periplo iniciático y simbólico que el poeta y escritor florentino creó a inicios del siglo XIV, Lynn deberá contar con alguien que guíe sus pasos – es curioso cómo ese primer contacto se produce al subir hacia el ático de su casa – a través de las moradas infernales. Y no va a ser Virgilio, la razón que equilibra y balancea la fe simbolizada por Beatriz, sino alguien oriundo de Londres y nacido en 1757. Para muchos, el mayor artista que Gran Bretaña ha tenido jamás. El autor de El matrimonio del cielo y el infierno, caminante entre realidades y grabador de lo mundano y lo oculto: William Blake.

Permitidme hacer unos comentarios sobre tan insigne personaje, aunque cualquier cosa que pueda escribir sobre él sabrá a poco. Era el segundo de cinco hijos, pero su hermano mayor falleció pronto. Su madre, Catherine Wright, había sido parte de la Iglesia de Moravia, basada en la doctrina de Jan Hus, precursor del protestantismo. Hus reivindicaba ya en el siglo XIV que la Iglesia debía volver a sus orígenes y rechazar las enseñanzas de Roma. Cuando Catherine perdió a su primer marido y se casó con James Blake – padre de William y calcetero de profesión –, ambos se unieron a los Disidentes, otra secta que en esta ocasión rechazaba a los anglicanos. Visto lo visto, era normal que el pequeño William viviera la religiosidad de una forma muy peculiar.

Tampoco su educación fue corriente. Sus padres decidieron que estudiar en casa era lo mejor, así que no acudió a la escuela. A pesar de ser autodidacta, la sensibilidad de Blake hizo que devorara gran cantidad de libros. Aunque todos eran un poco especiales, ya que tenían temática mística y artística, ejes de su vida. Viendo que el chico tenía aptitudes, James Blake le inscribió a clases de dibujo, donde aprendió rápido a copiar láminas y esculturas.

A los catorce años, las visiones aparecieron en su vida. No se sabe a ciencia cierta el por qué de este fenómeno. Quizá fruto de su especial concepción del mundo o de algún tipo de condición mental especial, pero la naturaleza última de estas visiones realmente nos importa poco. Gracias a ello, William Blake trascendió las barreras del tiempo y se convirtió en un personaje intemporal, cuyo arte puede y debe ser admirado sin importar las ideologías. Personajes y artistas como el nuestro barren cualquier tipo de opinión respecto a sus experiencias vitales. Centrándonos en sus trances, el primero se produjo siendo aun un niño, cuando contaba únicamente con ocho o nueve años, según la mayoría de sus biógrafos. El chico paseaba por Peckham Rye cuando observó «un árbol repleto de ángeles, con cada una de las ramas adornadas por hermosos destellos como estrellas». Escribió su biógrafo victoriano Alexander Gilchrist, que como era lógico, fue corriendo a casa para hacérselo saber a sus padres, pero ellos no le creyeron. De hecho, su padre casi le da una paliza por decir semejante estupidez. Al menos, sirvió para que James se diera cuenta de que su hijo se encaminaba al arte. De ahí lo de las clases de dibujo. La visión que acabamos de citar solo fue la primera de muchas, que le acompañarían casi hasta su lecho de muerte, cuando precisamente se hallaba trabajando en grabados para la Divina Comedia.



Retomando la reseña que nos ocupa, nos situamos de nuevo en la premisa argumental de la misma. La oferta de Blake, realizada de forma críptica a Lynn, es clara y concisa: solo tiene una oportunidad para ver a su familia, pero para ello deberá acompañarle a través de los diferentes círculos del infierno. Si no lo hace, Lucifer atormentará sus almas para siempre. Esto debería despertar varias preguntas básicas en los lectores, como por ejemplo quién hizo semejante encargo y a qué razón obedece, pero para ello habría que revelar detalles argumentales que en este momento no vienen al caso y que estropearían la sugestiva experiencia que promete este cómic.

Parte del atractivo de Her Infernal Descent estriba en la actualización de los distintos círculos infernales y sus moradores. La estructura física de los mismos – si puede decirse de esta forma – es la misma que en la Divina Comedia. Aunque lo más llamativo, y uno de los principales aportes del comic, son las diferencias estéticas. Hay escenas de tormento, pero suponen un porcentaje mucho menor que las escritas por el florentino en el primer acto de su comedia. En la obra publicada por Aftershock abunda el surrealismo, los colores vivos y las formas distorsionadas. Esto tomará especial sentido en lugares como la Avaricia, regido por el gran gurú del pop art y uno de los grandes adalides de la modernidad. A buen entendedor… Por cierto, en esa etapa se une al viaje una nueva acompañante, más del gusto de Lynn, que será clave en la increíble serie de trueques que la mujer deberá emprender para avanzar en ese círculo. Se trata, nada más y nada menos, que la reina del crimen en su forma espiritual. Agatha Christie guiará a la protagonista allá donde William Blake no puede acceder por uno u otro motivo.

A grandes rasgos, las diferentes etapas del viaje de Lynn son respetados y corresponden a los planteados por Dante, aunque también hay espacio para las sorpresas y para la crítica social, centrada sobre todo en la Gula. Allí residen multitud de almas que vagan para siempre en busca de seguidores, suscriptores y likes que sacien su hambre. Una necesidad que, por supuesto, jamás podrá ser cubierta en su totalidad.

Guardaré el secreto sobre las sorpresas presentes en el viaje y la distribución de los distintos personajes que pueblan cada círculo. Aunque, siendo considerado Her Infernal Descent una actualización moderna de la Divina Comedia, los lectores debéis esperar la presencia de figuras importantes de los últimos tres o cuatro siglos. Sobre todo, artistas de todos los ámbitos. Hay encuentros impactantes y referencias que harán las delicias de aquellos quienes conozcan bien a estas personas y sus obras.

Como ya he manifestado, el principal objetivo de este cómic es debatir sobre figuras como la familia y la maternidad y qué papeles juegan la pérdida y la culpa en consonancia con ellas. No hay una gran complejidad argumental en el trabajo de Nadler y Thompson. Tanto las motivaciones de Lynn como los pasos que ha de seguir son sencillos de entender y están muy bien acompañados por la narrativa visual, que rellena ciertos huecos que pueden detectarse. Por lo demás, el cómic se presta a distintas relecturas que den sentido completo a esta reinterpretación blanda de la magna obra de Dante. En lo que a mí respecta, me ha servido para investigar sobre algunos de los personajes mencionados así como los motivos por los que podrían estar donde los guionistas los colocaron. Espero que esto os anime a leer la obra completa, que de momento no está disponible en español.


Félix Ruiz H.




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