Revelations: el monstruo de un solo ojo
Una policía traumatizada por la pérdida de su hermana, un pastor cuya ambición es alentada por supuestas revelaciones enviadas por Dios y un delincuente sexual que continúa siendo atormentado por su pasado y no puede parar de dañar a otros. Estos son los tres pilares sobre los que se levanta la película Revelations, que supone el debut de un exponente del séptimo arte en nuestro Gabinete. El motivo fundamental: la construcción de la figura del “monstruo de un solo ojo”. Una maldad que puede residir cualquier persona, si se dan las circunstancias necesarias.
El pasado 21 de marzo se estrenó en plataformas el último largometraje del surcoreano Yeon Sang-Ho, escrita por él mismo y Choi Gyu-seok y basada en su propio webtoon del mismo nombre. La trayectoria de Sang-Ho ha sido seguida por este asistente desde que en 2013 estrenara la cinta de animación The Fake. No se trataba del debut del director y guionista, pues un par de años antes ya había lanzado The King of Pigs, que fue muy sonada por el retrato tan crudo y realista que hacía sobre temas tan delicados – y tan de moda, por otra parte – como el acoso escolar o la pobreza sistémica, que luego ha sido explotada por otras grandes producciones del país asiático. Ahí está El Juego del Calamar como ejemplo paradigmático. Pero Yeon Sang-Ho, oriundo de Seúl, ha tratado de forma recurrente los asuntos que sustentan la trama de Revelations. Violencia y críticas mordaces a la religión mal entendida vuelven a darse de la mano en un trabajo que tiene tiempo incluso de juguetear con lo sobrenatural en algunos momentos. Sobre todo, en los primeros compases de la acción.
Al ser una cinta de reciente estreno y que puede interesar a algunos lectores del blog, lanzo en ese mismo momento la alerta de spoilers. Queda en vuestras manos la continuación de la lectura. Como indiqué antes, es mi primera incursión dentro de las reseñas sobre cine. Al no estar versado en estas cuestiones, he decidido centrar este análisis en algunos puntos fundamentales que serán desarrollados a continuación y que son capitales para el desarrollo y desenlace de la trama. Eso no quiere decir que presente un resumen pormenorizado, cronológico y ordenado de los acontecimientos. Aclarado esto, la primera parada obligada en este texto es esa aparente subtrama sobrenatural que no resulta ser lo que parece.
La detective Lee Yeon Hee, interpretada por la actriz Shin Hyun-been, sufre visiones en las que ve y oye a su hermana difunta. La misma la atormenta y la hace sentirse culpable por no ser capaz de encontrarla mientras estaba en manos de su secuestrador, Kwon Yang Rae. En varias ocasiones, esta aparición alienta a la detective a realizar acciones cuestionables, todas encaminadas a que acabe con la vida de aquel que destruyó sus vidas años atrás. Lee Yeon Hee es por momentos un personaje muy frágil, pues no parece ser capaz de seguir adelante sin la ayuda de una fuerte medicación que mantenga a raya esos desagradables episodios. La naturaleza de este tratamiento, sin embargo, no queda claro en ningún momento. Es de suponer que todo se deba al trauma derivado de la muerte de su hermana, que en realidad no fue asesinada por Kwon Yang Rae, sino que se suicidó después de ser encontrada y liberada. La culpa es el catalizador de estos indeseados encuentros en los que una sombra que nunca es mostrada en primer plano susurra al oído de la investigadora. Dado ese historial, es contradictorio que Yeon Hee fuese asignada a un caso de desaparición que parecía involucrar de nuevo a Yang Rae.
Este segundo personaje protagoniza una segunda subtrama que coquetea con lo sobrenatural pero que cuenta con una explicación mundana. Tras ser detenido por secuestro y violación, fue puesto en libertad condicional por un jurado popular tras escuchar el terrible relato del “monstruo de un solo ojo”, el padre maltratador del agresor sexual. Una vez más sale a colación el debate del legado paterno, los antecedentes familiares y su potencial efecto en las futuras acciones de determinados delincuentes. Es un elemento muy común en relatos que contienen elementos policíacos, pero no por ello deja de ser interesante en el caso de Revelations. En ella, el criminal imitó durante años la conducta de su padre, clamando que era ese monstruo quien le animaba a secuestrar y maltratar durante días o semanas a muchachas jóvenes. Si llegó a matar con sus propias manos a alguna, es otro punto oscuro de la trama. Lo que sí está claro es que su niñez tan desventurada provocó la aparición de un trastorno de personalidad múltiple o bien un trastorno bipolar. En un caso u otro, y aunque suene contradictorio, Yang Rae es consciente del mal que ejerce sobre los demás. Una cuestión espinosa, desde luego.
En el otro lado de la balanza encontramos al personaje del pastor Sung Min Chan, interpretado por Ryu Jun-yeol. Éste, predicador devoto pero a la vez ambicioso, ve como su vida privada se tambalea cuando un detective privado le revela que su mujer le es infiel. La lógica preocupación por este asunto y por las posibles repercusiones que tendría algo así en su candidatura a dirigir una parroquia mucho mayor que iba a comenzar su construcción en los próximos meses queda aparcada cuando acude a una reunión de su misión evangélica mientras seguía a una adolescente por varias calles. Percatándose de que aquel hombre era primerizo en el lugar, le alienta a unirse a la misión, desconocedor de su historial.
Una confusión posterior hace que el pastor Min piense que aquel desaliñado visitante – que portaba una pulsera de seguimiento en uno de sus tobillos – ha secuestrado a su hijo de la guardería. Consultando los datos que el hombre acababa de consignar en su ficha de la parroquia, y cotejándolos a través de Internet, descubre su posible paradero. Así se inicia una persecución con resultados funestos, en los que el pastor cree haber acabado con la vida del delincuente, para justo después oír de boca de su propia mujer que el niño se hallaba en casa de unos amigos.
Sung Min Chan tenía una ambición impropia de un hombre de fe. Pero ya sabemos que el celo religioso no está desligado de las pasiones mundanas. Al cóctel ha de unirse un ingrediente fundamental que sumerge al pastor en una creciente paranoia: la apofenia. El psiquiatra que trató en el pasado el caso de Kwon Yang Rae y que logró su excarcelación compartió con la detective Yeon Hee la descripción más precisa de este fenómeno. Esta apofenia es la experiencia que consiste en percibir patrones, conexiones o ambos en sucesos aleatorios o en datos aparentemente sin sentido. El término fue acuñado a finales de los años cincuenta del pasado siglo por el neurólogo y psiquiatra alemán Klaus Conrad, cuya terminología fue revisada posteriormente por el neurocientífico Peter Brugger, que se refirió a la apofenia como la “percepción no motivada de conexiones”, acompañada de la “experiencia específica de dar un significado anormal”.
Aunque el fenómeno de la apofenia fue relacionado por Conrad con la psicosis, asimismo se usa a menudo como explicación de cuestiones paranormales o religiosas. Este es precisamente el caso del pastor, que visualiza señales que interpreta como señales divinas. Estas van desde pareidolias en el cielo o en formaciones rocosas hasta pintadas que identifica como citas bíblicas del libro del Deuteronomio. Gracias a estas experiencias, sus distorsionadas creencias y acciones quedarían justificadas. Si el propio Dios le convierte en su mano ejecutora, ¿quién era él para llevarle la contraria? Si el padre celestial quería que él fuese el líder de una comunidad mayor, ¿por qué habría de negarse?
El camino de los tres personajes se cruza cuando la detective investiga la desaparición de la jovencita de la parroquia dirigida por Min Chan y del propio Yang Rae, a quien el pastor cree muerto tras su primer encontronazo. La casa del delincuente sexual está repleta de símbolos y dibujos extraños. Sombras oscuras, ventanas circulares y una enorme y malvada figura con un solo ojo. El monstruo que domina la psique del perturbado agresor, cuyas cicatrices físicas y mentales delatan una infancia desgraciada. Sin embargo, las cosas se tuercen cuando el criminal reaparece malherido.
Los conflictos de los protagonistas quedarán resueltos es un tercer acto en el que Min Chan está totalmente convencido de que Dios le ha dado carta blanca par acabar con la vida de aquel que podría dar al traste con todas sus aspiraciones. Sin embargo, Yeon Hee rehúsa atender a los deseos de venganza de su difunta hermana, pues sabe que la vida de la última joven secuestrada depende de la confesión de Yang Rae. Los tres están atrapados en una vorágine de dolor y agresividad en la que la figura del “monstruo de un solo ojo” mudará de piel.
El hombre de fe, supuesto adalid de la bondad y de prestigio sin mácula, descubrirá que sus revelaciones le han jugado una mala pasada. El ahora pecador, tras deleitarse durante días con imágenes angelicales o con la mirada caritativa del propio Jesús de Nazaret, finalmente comprueba cómo una de estas pareidolias se deforma hasta convertirse en una horrible representación del “monstruo de un solo ojo”...
Félix Ruiz H.
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