Jason Blood y Etrigan: las dos mitades del campeón de Merlín


¡Cambia! ¡Cambia desde la forma del hombre! ¡Libera el poder de esta forma de barro! ¡Haz que la sangre hierva al fuego! ¡No más! ¡No más forma de hombre! ¡Álzate, Demonio Etrigan!”


El crossover entre Batman y Dylan Dog, guionizado por Roberto Recchioni y dibujado por Werther Dell’Edera y el increíble Gigi Cavenago, fue un evento único que permitió unir a algunos de los personajes más famosos de Gotham con los del detective londinense. Muy centrado en las figura de Dog – y, como tal, sin posibilidad de rastrear la miniserie en la continuidad del murciélago – y la de su némesis, el doctor Xabaras, los tres números que conforman la obra tuvieron espacio para, además de mostrar a algunos de los más insignes villanos de DC, hacer una visita al infierno de manos de John Constantine, que buscaba la ayuda de un demonio en concreto. Uno muy poderoso, que contaba con un humano al que estaba irremediablemente ligado. El ser sobrenatural era Etrigan, y su contraparte humana respondía al nombre de Jason Blood.

Ya me había encontrado con este superhéroe – aunque a veces se le considera antihéroe o antivillano – en el número 4 de Sandman (Preludios y Nocturnos,1989) y en los números 3 y 4 de Los Libros de la Magia (1991), ambas obras de Neil Gaiman. Pero no había tenido la oportunidad de profundizar en la creación de Jack Kirby hasta ahora, cuando he tenido la oportunidad de leer la primera etapa del personaje, creado en 1972, y que cuenta con varios tomos recopilatorios que Planeta DeAgostini publicó en 2007. Allí se podían encontrar las diferentes sagas que tuvieron a Matt Wagner, Garth Ennis o al propio Kirby al mando. Pero, como acabo de decir, vamos a focalizarnos en el origen de todo, los primeros números que conformaron la serie regular de Demon entre 1972 y 1974. En concreto, hasta el hallazgo del conjuro que convocaba al demonio de cara amarilla.

El neoyorquino Kirby, nacido como Jacob Kurtzberg, tenía la misión de mejorar las críticas y ventas que El Cuarto Mundo estaba cosechando. El judaísmo estaba muy presente en sus obras, y Demon no iba a ser diferente. Entidades sobrenaturales, presencias oscuras y civilizaciones fantásticas fueron los ingredientes del cóctel que se presentó en los primeros dieciséis números de la nueva cabecera de DC. En ella, la Torah se fundió con el ciclo artúrico para presentar “Al que aguarda”, un ser invocado por el mago Merlín en los instantes más crudos de su batalla contra las fuerzas comandadas por el hada Morgana.

La caída de Camelot no se produjo en Cornualles, en el célebre castillo de Tintagel, sino en el castillo de Branek, fortaleza eslovena que Kirby reubicó en las cercanías de Wolfenstag (Moldavia). Aquí no aparece Arturo, ni ninguno de sus famosos caballeros. Tampoco el Grial. Todo se centra en el llamado Libro de la Eternidad que, junto al propio Merlín, escondía los secretos de la inmortalidad y de los hechizos más poderosos de cuantos se pudiesen lanzar. Un poder así no podía caer en manos de alguien con las malas intenciones de Morgana, que lo pretendía usar para su propio beneficio.



En una época en la que extrañas criaturas vagaban por la Tierra, y en la que las leyendas y mitos de hoy en día andaban a sus anchas, los muros de Camelot soportaban a duras penas el asedio. Las fuerzas que pugnaban entre sí enrolaban entre sus filas a entidades de otros planos de existencia, mientras la humanidad continuaba viviendo a la sombra de los antiguos dioses. Por ello, el acorralado Merlín se vio forzado a llamar a su campeón, el demonio Etrigan, a quien haría entrega de un pedazo del Libro de la Eternidad para que lo custodiase indefinidamente.

Movido por la desesperación y sabedor de que no tenía más remedio que poner fin a aquella campaña militar, Merlín hizo desaparecer a Camelot en medio de una terrible sucesión de explosiones. Frustrar cualquier posible éxito de Morgana valía más que su propia vida. El hada aceptó la derrota, a sabiendas de que tendría una nueva oportunidad en el futuro. Solo era cuestión de tiempo. En cuanto a Etrigan, su destino consistiría en permanecer en la Tierra hasta que fuese llamado de nuevo por Merlín. Pero no con la forma de un demonio, sino la de un humano. Ese sería el nacimiento de aquel que en el siglo XX sería conocido como Jason Blood, un célebre ocultista y demonólogo que en aquella época residía en Gotham City.

Blood tenia lagunas de memoria. No era capaz de recordar buena parte de su vida, más allá de unos cuantos años. Aunque Kirby jugó al despiste con este asunto, haciendo creer que su personaje que era el último heredero de una larga saga familiar dedicada a estudiar los asuntos ocultos, nos dio pistas más que evidentes de que Jason era la misma persona que se encarnó entre las cenizas de Camelot muchos siglos atrás.

En la continuidad planteada por Kirby, Blood seguía estudiando el fragmento del libro que creía haber heredado de su familia. En él podían leerse unas palabras escritas en un idioma místico, conocido únicamente por unas cuantas personas. Entre ellas, el señor Warly, un experto en brujería a quien Blood acudió para intentar descifrar el contenido de las páginas del Libro de la Eternidad que custodiaba. El protagonista tenía un buen motivo para buscar ayuda. Se sentía acechado por algo, día y noche. Yarva Etrigan DemonicusInvoco al Demonio Etrigan.

Warly no era ningún anciano desvalido, sino que era un mago al servicio de Morgana, quien también había logrado sobrevivir a duras penas al paso de los siglos. Al contrario que el avatar humano de Etrigan, ella estaba envejeciendo y ya tenía un pie en la tumba. La única solución para su mal era encontrar la tumba de Merlín y juntar las piezas faltantes de su poderoso volumen. Por suerte, las lagunas de memoria de Jason y su ansia por conocer su verdadera identidad le arrastraron hasta sus garras. En el último momento, Morgana decidió aprovechar la ingenuidad y el ímpetu del demonólogo para que él mismo condujese a sus huestes hasta su enemigo.




Cuando Jason despertó, comprobó que se hallaba en medio de las ruinas de la vieja casa de Warly, quien al parecer había muerto hace años. Los jóvenes contaban historias sobre el lugar, radicado en Vermont. Una supuesta casa encantada que era una incuestionable realidad para el hombre. ¿O todo había sido cosa de su imaginación?

Mientras Blood regresaba a sus actividades habituales en Gotham, en Europa Central se estaba preparando algo trascendental, que requeriría de su colaboración involuntaria. Morgana sabía que, cuando su tumba estuviera en peligro, el desaparecido Merlín recurriría a su demonio particular. Aquello estaba a punto de ocurrir.

Un enorme gólem acudió silencioso al encuentro de su objetivo, que se encontraba en casa y estaba acompañado por algunos de los secundarios habituales de la serie. Allí estaban Glenda Mark, primer interés amoroso de esta etapa de Jason Blood; Harry Mathews, el chistoso amigo del ocultista; y el delegado de la ONU Randú Singh, quien a su vez era un interesado en lo oculto y poseía una “segunda vista telepática” con la que ayudaría a Jason – y otros personajes de DC, entre ellos el propio Batman – en el futuro.

Haciendo caso a mensaje entregado por el gólem, Jason viajó hasta las ruinas del castillo Branek, lugar al que había sido citado. El mago Warly y Morgana Le Fay iniciaron su persecución. En una rápida sucesión de viñetas, el protagonista fue sorprendido y confrontado por las fuerzas del hada, teniendo que ser defendido por el gólem. Una misteriosa voz acudió en su auxilio, conduciendo sus pasos hasta una cripta oculta bajo el castillo. En ella reposaba una gran lápida, custodiada por gárgolas. Unas extrañas inscripciones estaban labradas en la piedra, incomprensibles para Jason. Por suerte para él, la misteriosa voz que le condujo hasta allí era capaz de compartir parte de sus conocimientos con él. Poderes que fueron y serán. Palabras que, una vez descifradas, darían rienda suelta al poder del demonio.

¡Cambia! ¡Cambia desde la forma del hombre! ¡Libera el poder de esta forma de barro! ¡Haz que la sangre hierva al fuego! ¡No más! ¡No más forma de hombre! ¡Álzate, Demonio Etrigan!”




Esta sería la primera transformación de Jason Blood en su alter ego de cara amarillenta y fiereza sin límites. El castillo Branek fue el escenario de la caída de una leyenda y el nacimiento de otra, y sus ruinas vieron el advenimiento de un nuevo héroe, que a lo largo de los años haría frente a multitud de amenazas de todo tipo. Desde hechiceros y magos hasta demonios del más alto rango, pasando por órdenes secretas y monstruos grotescos. Guiado en sus primeros tiempos por la voluntad de Merlín, la dualidad formada por humano y demonio debió encontrar un mínimo equilibrio en el que cimentar su inevitable convivencia.

Esta primera etapa exploró la dualidad entre las dos partes residentes en un mismo cuerpo, aunque de forma liviana. Ambas mitades de la entidad son conscientes de la existencia y la necesidad del otro, pero pugnan por ser la voz reinante. En lo que el guionista y dibujante sí enfatizó fue en la diferenciación de caracteres y forma de actuar de los protagonistas. El demonólogo era una persona culta y tranquila, aunque atormentada por sus lagunas de memoria y la presencia cada vez más continuada del impulsivo y desafiante Etrigan, quien parecía no temer a ningún adversario y buscar activamente cualquier enfrentamiento o desafío. Las transiciones entre uno y otro vendrían precipitadas por las diferentes situaciones planteadas en la serie. La aparición de amenazas o un inminente peligro provocarían que el conjuro fuese pronunciado por Jason o por Randú, quien era bastante más que un simple visitante en Gotham City.

Posteriormente, y en este mismo volumen, se dio importancia a otros factores capaces de provocar el cambio, como el cansancio de Etrigan. Esto contradecía el postulado según el cual el uso del conjuro indicado era imprescindible. Esto añadió un toque de aleatoriedad a la serie que le vino bastante bien para plantear situaciones más sorprendentes.

En cuando a las introducciones de los primeros números, la responsabilidad recayó primero en Merlín, el supuesto creador de Demon. A medida que las historias se sucedieron, esta labor recayó en el propio Jason Blood, que pasó de ser demonólogo y amante de lo oculto a un verdadero estudioso y practicante de magia. En este sentido, su adhesión al selecto grupo de occult doctors es bastante correcta, aunque algunos lectores perciban que no sea esta la faceta en la que más brille o la que más predomine. Sus dones y habilidades eran mucho mayores que las de una persona común, siendo más que evidente el por qué. Sin embargo, tanto él como Etrigan no son invulnerables ni todopoderosos, ni lo fueron en sus primeros tiempos. Aunque salieran airosos de los diferentes desafíos que habían de afrontar, no fueron pocas las veces que fueron reducidos, heridos o atrapados.

Hasta aquí llega esta introducción de los personajes. En el futuro llegarán futuras entregas dedicadas a explorar más sobre los mismos. Desde su origen – pues su canon principal y actual plantea que es hijo de un demonio y una humana – hasta sus andanzas por la Edad Media o sus diversos enfrentamientos con Morgana, que apenas se ha esbozado. También su papel como consultor de lo oculto en series como Arkham Asylum: Living Hell o su pertenencia a grupos como la Justice League Dark junto a personajes tan poderosos como Constantine, Madame Xanadú o Deadman, recientemente presentado en este blog.

Pero, como ya he dicho, eso es cosa del futuro. Mientras tanto, es necesario que quienes habéis llegado hasta aquí sepáis el conjuro que trae de vuelta a Jason Blood a nuestra realidad. Mejor tratar con él que con su contraparte demoníaca. O quizás no, quién sabe…

¡Márchate, Etrigan! ¡Que se desvanezca el demonio! ¡Que vuelva el hombre!”

Félix Ruiz H.





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