Batman, la serie animada: Quizá sea un sueño


La serie animada de Batman, emitida en los noventa, fue el primer acercamiento de muchos niños nacidos en esa década al género superheróico. Aprovechando el enorme éxito de taquilla y venta de merchandising de la primera adaptación cinematográfica del personaje realizada por Tim Burton, DC plantó cara a las series de la competencia, sobre todo a Spider-Man y los X-Men. Y lo hizo con una visión fresca del personaje, a la vez que muy consciente de las piedras angulares que deben sustentar su cruzada contra el mal. El más importante de todos es, sin duda, la temprana y trágica muerte de los padres de Bruce Wayne, el alter ego filántropo y atormentado del Hombre Murciélago. Un momento así no podía estar ausente en la serie y, a modo de “What If…”, los guionistas Laren Bright y Michael Reaves plantearon un episodio en el que ambos sobrevivieron hasta la edad adulta del protagonista. Fue el capítulo treinta de la serie, titulado Perchance to Dream (traducido en España como Quizá sea un sueño).

Hasta ese momento, la serie ya había traído a buena parte de la galería clásica de villanos que poblaban las calles de Gotham, dedicándoles episodios sueltos o pequeños arcos, como ocurrió con Harvey Dent/Dos Caras. Pero los citados guionistas quisieron ir un paso más allá y jugar con la idea de que Bruce jamás perdiera a sus padres, lo que a la postre llevaría al rico heredero de Industrias Wayne a tomar el manto del Caballero Oscuro. Es este episodio en el que centraremos nuestras miradas y narraremos brevemente en esta entrada del blog.

La muerte de Thomas y Martha Wayne es una escena que aparece de forma recurrente en cualquier medio artístico en el que Batman ha aparecido. Incluso en el mundo de los videojuegos, donde los jugadores pueden revivir el suceso en Batman: Arkham Asylum, mientras el héroe luchaba contra los efectos de una de las famosas toxinas del miedo creadas por el doctor Jonathan Crane, El Espantapájaros. En esta historia, como en tantas otras, los padres de Bruce eran asesinados en el conocido desde entonces como “el callejón del crimen” por Joe Chill, un supuesto ladrón de poca monta. Ese es el verdadero origen del trauma de Wayne, quien desde entonces fue tutelado por Alfred Pennyworth, su mayordomo.

Esta escena ha sido recreada y reimaginada en multitud de ocasiones a lo largo de las décadas. Ha podido ser vista en muchas de las adaptaciones cinematográficas – incluida la primera, en la que el asesino no era otro que Jack Napier/Joker – y en series de acción real como la todavía reciente Gotham, que comenzaba precisamente con este asesinato y seguía a un joven Bruce, a algunos de sus principales aliados y a su particular galería de villanos en los años previos a la aparición del Caballero Oscuro. Tanto es su peso, que ha trascendido a la cultura popular, siendo un elemento ampliamente conocido incluso por personas ajenas al mundo del cómic. Por supuesto, este medio ha contado con sus propias revisiones y transformaciones de este evento. Tantas que podría dedicar muchas páginas a narrar cada variante del mismo. Pero lo que nos importa ahora es centrarnos en aquella historia emitida por primera vez el 19 de octubre de 1992.

La misma comenzaba como tantos otras, con Batman persiguiendo a unos ladrones hasta un almacén. Una vez dentro, y cegado por un destello, algo cae sobre su cabeza, dejándolo inconsciente. Lo siguiente que los espectadores podían ver era a Bruce Wayne despertando en su mansión, junto al fiel Alfred Pennyworth. Este se muestra confuso y sorprendido ante las preguntas de su amo. Por motivos que Bruce ignora, Alfred parece ignorarlo todo acerca de Batman o las diferentes entradas ocultas a la batcueva presente bajo la mansión. Frustrado por lo que consideraba una broma de mal gusto, Bruce es sorprendido por la presencia de unos ancianos Martha y Thomas Wayne, que siguen con vida. Mudo por la conmoción, el hijo es atendido por el padre, reputado médico antes de su muerte. Aquello debía ser una ilusión, pero todos actuaban de forma demasiado convincente, por no hablar de las bondades de aquella nueva vida. ¿Toda esa experiencia era producto de un sueño? ¿O el sueño había sido su cruzada frente al crimen?

Queriendo saber más sobre esa nueva vida que se abría frente a él, Bruce pide a Alfred que le ponga al día de todo. Thomas Wayne se había jubilado hace unos años, dejando a su hijo el liderazgo de la empresa familiar. Éste, más centrado en la vida social y en su relación sentimental con Selina Kyle – a quien todos conocemos como Catwoman –, delegó responsabilidades en Lucius Fox.


Cuando los novios se encontraron y Selina se interesó por el aparente episodio de histeria y confusión de su prometido, Bruce vio a través de una ventana a su alter ego en acción. En aquella nueva vida, Batman también tenía cabida. El cruzado enmascarado estaba haciendo frente a unos ladrones de joyas. Según Selina, el nuevo encapuchado de Gotham había aparecido recientemente y nadie tenía pistas sobre su identidad. Por supuesto, ni ella ni nadie tenía constancia de la existencia de la tal Catwoman, por quien el millonario también se interesó. La situación se volvió aun más extraña cuando Bruce intentó leer el nombre de la joyería y cayó en la cuenta de que era un galimatías ilegible. Estaba claro que aquello no era normal. Pero era una vida tan diferente y bondadosa…

Aun así, los instintos reprimidos de Bruce estaban alerta, decidiendo acudir a su amiga, la doctora Leslie Thompkins, quien tanto la había ayudado cuando quedó huérfano en aquel otro lugar… Ella manifestó que Bruce se identificaba como Batman porque sentía que no había logrado nada en la vida y que no era merecedor de todo cuanto poseía. Una suerte de trastorno de identidad disociativa que se manifestaba en aquella sensación de que su vida no era la que vivía a diario. Aliviado por estas palabras, Bruce se autoconvenció de que esta nueva vida era real y que era el momento de dejar atrás sus preocupaciones.

Haciendo un pequeño paréntesis en la narración, nos detendremos un momento para ofrecer las impresiones que el tristemente fallecido Kevin Conroy – la voz de Batman en su versión original durante décadas – tuvo sobre este capítulo. Hace años,declaró que era su preferido de toda la serie y que le resultó uno de los más complicados de interpretar, pues debió dar personalidad propia hasta a cinco personajes diferentes o, al menos, en distintos momentos de sus vidas: al Batman de la continuidad de la serie, al Bruce Wayne en estado “normal”, al Bruce alterado, al joven Bruce Wayne del sueño y a Thomas Wayne. Tener que hacerlo de forma constante y alternando entre unos y otros en rápida sucesión, y además hacerlo de forma creíble, fue todo un desafío.

Continuando con la trama, no pasó mucho tiempo hasta que el magnate volvió a constatar que las cosas no iban tan bien como deberían. Los titulares de los periódicos eran ilegibles, al igual que ocurrió con el nombre de la joyería. Asustado, acudió a la biblioteca de la mansión, donde se horrorizó al comprobar que era incapaz de leer ningún texto. Las palabras escritas en cada tomo eran incomprensibles. ¿Estaba perdiendo la cabeza? Ni siquiera Thomas Wayne pudo apaciguar a su hijo, histérico y convencido de que debía confrontar a Batman para averiguar la verdad. Ante un intento de ser internado en un sanatorio mental – quizá Arkham Asylum, aunque no queda del todo claro –, Bruce huyó y compró diversos utensilios que le servirían para alcanzar a Batman, con quien quería encontrarse en el campanario del cementerio.


La llegada de Batman convenció a Bruce de la realidad: toda aquella perfección era artificial. Mientras los espectadores oían los acordes de Climbing the Church Tower/Belltower Fight – melodía compuesta por Shirley Walker y Michael McCuistion –, Batman y Bruce se enfrentaron cuerpo a cuerpo. Bruce estaba decidido a desenmascarar al encapuchado, mientras el campanario era rodeado por la policía de Gotham y se escuchaban las suplicas de sus padres y Selina. Eventualmente, el hombre descubrió la verdad. Aquel Batman no era otro que Jervis Tetch, el Sombrerero Loco.

Creado por Bob Kane y Bill Finger y apareciendo por primera vez en Batman #49 (noviembre de 1948), Tetch siempre ha estado obsesionado con Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll. En la serie animada, Tetch era un antiguo científico de Empresas Wayne. Enamorado de una de sus asistentes, cuyo nombre era Alicia, hizo todo lo posible para apartar de su vida a su novio y convertirse en su amado, aunque para ello debiera usar sus ingenios, los cuales estaban relacionados con el control mental. Su presencia en Perchance to Dream era su segunda incursión en el proyecto dirigido por Bruce Timm y Eric Radomski.

La presencia del Sombrerero terminó por convencer a Bruce de que todo era un sueño. Por eso era incapaz de leer absolutamente nada, ya que leer es una función del lado derecho del cerebro, mientras que los sueños son originados en el lado izquierdo… Este Sombrerero, también producto del propio sueño, fue originado por el subconsciente de Batman, quien había creado toda esa ilusión como su propia versión de la vida perfecta. Preocupado por lo que aquello podía significar para todo lo referente a su identidad secreta, este Sombrerero onírico le aseguró que el dispositivo de control mental al que estaba unido era incapaz de revelar nada a quienes estaban en la vigilia. Según este personaje creado por la confusa mente de Batman, no habia forma de escapar de la ilusión. Negando esa posibilidad, Bruce decidió arrojarse del campanario ante la atenta mirada de sus seres queridos, a los que volvería a perder. ¿Sería el fin del héroe?

Aunque el episodio tiene inconsistencias puntuales que todo aquel espectador con buen ojo puede apreciar, y que han tratado de ser explicados de una forma u otra por guionistas, encargados de la serie o analistas de todo tipo, lo cierto es que es muy deudor del cine negro, algo que permea a toda la serie. La escena del campanario y su consecuente final es un guiño muy claro a Vértigo, de Alfred Hitchcock, aunque también tiene semejanzas a la lucha final entre Batman y el Joker en la primera película de Tim Burton. Por suerte, nadie murió en esta ocasión.

Por suerte, Bruce Wayne era incapaz de imaginar y crear un escenario en el que estaba muerto, por lo que no le quedaba más que escapar del control mental de Tetch y despertar. Redujo en un instante a aquellos tipos que provocaron su accidente en el almacén del inicio del episodio y atrapó al verdadero Sombrerero, quien rompió a sollozar. Estaba tan desesperado por sacar a Batman de su vida que estaba dispuesto a ofrecerle un mundo perfecto, en el que hubiera podido permanecer para siempre. Una ilusión de la que Tetch jamás tendría certezas, pero que serviría para que su enemigo no pudiera frustrar sus planes. Por desgracia, la voluntad de Batman era más fuerte que cualquier ensoñación. Incluso aquella en la que jamás perdió a quienes más quería: sus padres.

Félix Ruiz H.

Imágenes tomadas de la web de IMDB.





 

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