Primer Aniversario: The road so far…


Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. Hoy no voy a narrar ninguna aventura. No os propondré descifrar el funcionamiento de un objeto extraño, ni viajar a un destino exótico. No vais a enfrentar peligro o amenaza alguna. Hoy toca echar la vista atrás. Porque este blog cumple un año, y se trata de algo digno de celebrar. Al menos, para quien esto escribe. Espero que sepáis perdonar este escueto ejercicio autobiográfico, que por otra parte no tiene otra intención que agradeceros que este espacio esté vivo.

He tenido la suerte de contar con padres que incentivaron mi gusto por la lectura desde pequeño. Entre cuentos clásicos, cómics del recordado Francisco Ibáñez – que mi padre adora – y alguna que otra saga literaria, tuve la oportunidad de leer algunos de los libros de la serie Pesadillas, del estadounidense R. L. Stine en plenos años noventa. También me compraron toda la serie original del austríaco Thomas Brezina, Todos mis monstruos, en los que el pequeño Max Müller vivía una serie de aventuras junto a los últimos monstruos del mundo, entre los que estaban Frankesteinete o Draculín, el sobrino del celebérrimo Drácula. Aquellos primeros andamiajes fueron fundamentales durante mi niñez.

Sin embargo, la adolescencia trajo nuevas inquietudes y una larga elipsis lectora. A pesar de hacer intentonas puntuales, no me sentía cómodo abordando ningún género literario. Tenía otras cosas en la cabeza, como podéis imaginar. Pero allá por septiembre 2005, en emisiones conjuntas con la no menos mítica Smallville – Superman está en lo más alto de mi particular top superheróico – de TVE comenzó a emitir la serie que cambiaría mi vida y que me ha acompañado hasta el día de hoy. El primer episodio nos mostraba la típica casa americana en Lawrence (Kansas), junto a la prototípica familia media estadounidense, formada por un matrimonio y dos hijos, que el 2 de noviembre de 1983 vivieron un evento que marcaría las vidas de tres de ellos. Mary Winchester ardía mientras estaba clavada en el techo de la habitación de su hijo pequeño, Sam. Sin entender qué había pasado, John sacaba de la casa a sus dos hijos e intentaba salvar a su mujer, aunque era demasiado tarde. Ese fue el tremendo inicio de Supernatural, que me abrió un nuevo universo repleto de fantasmas, monstruos, demonios, ángeles y dioses, perseguidos por un gremio heterogéneo, desunido y de estética algo redneck conocido como “cazadores”. De entre todos ellos, los hermanos Winchester se erigieron en los protagonistas de una epopeya que ha dejado huella a toda una generación, entre los cuales me incluyo.

Ese hecho coincidió en el tiempo con mi particular descubrimiento de los libros de J. J. Benítez, uno de los gurús más conocidos de la ufología hispanohablante y mundial. Tras leer Mis enigmas favoritos, me aficioné al mal llamado “mundo del misterio”. De ahí a mis comienzos como intento de escritor había solo un paso, que llegó mientras estudiaba la carrera de Trabajo Social y la que hoy es mi mujer me empezó a regalar las novelas y ensayos de Javier Sierra, con La Cena Secreta como ejemplar de cabecera. Pasé muchas horas oyendo Milenio 3, maravillándome y estremeciéndome a partes iguales. Qué pena que aquel programa acabase y que su presentador haya virado tanto de rumbo. Pero bueno, no voy a enredaros con todo eso.

Haciendo las prácticas universitarias en una fundación dedicada al acogimiento y acompañamiento de reclusos durante sus permisos penitenciarios, llegó a mis oídos que un foro web dedicado a la divulgación de noticias relacionadas con el misterio necesitaba un redactor de noticias. No me lo pensé dos veces, y muy pocos días después comencé a juntar letras en Misteriored, que luego pasó a ser una web y a ser una plataforma formada solo por dos personas: Esteban Palomo y servidor. Pronto nació un programa de radio y otro de televisión, ambos activos a día de hoy.

Pasé unos años rebuscando en un montón de webs y revistas especializadas, en busca de cualquier cosa que pudiese etiquetarse dentro de las diversas ramas que suelen saciar la curiosidad de los amantes de estos espacios. Ciencia, parapsicología, criptozoología, arqueología, mitos o leyendas. Todo mientras navegaba entre los límites de lo racional y lo imaginario y separaba lo plausible de lo tajantemente falso. Luego llegó la etapa en la que lancé mis propias investigaciones y artículos. Una fase en la que pude conocer a mucha gente interesante y en la que me dieron la oportunidad de publicar. Nunca podré agradecer lo suficiente todo lo que Óscar Fábrega Calahorro o Pablo Vergel hicieron por mí. Cierto es que esa andadura editorial fue más anecdótica que otra cosa, pero sigo mirando con orgullo los cuatro libros frutos de un trabajo concienzudo, con pilas de libros alrededor y muchas horas de reflexión silenciosa.

Mientras tanto, la vida seguía su curso. En 2016 nació Irene, y todo dio un vuelco radical. Algún día reuniré el valor para pedirle perdón por los dos años que tardé en ser consciente de la situación. Me casé en 2020, en agosto, en medio de la pandemia mundial. Mi mujer y yo fuimos de los pocos que tuvimos la suerte de poder celebrar el evento con una extraña normalidad. En 2021 llegó Marcos, y entonces tuve muy claro que debía bajar el ritmo y priorizar mi vida familiar sobre todo lo demás. Aun así, continué escribiendo y grabando radio y podcast, en otra aventura que sigue viva y que se llama Reunión de Bardos, junto a mi querido Germán.

Llegó 2023, y con él empecé a sentir una necesidad que cada vez fue a más. No era debido al hartazgo ni a la desilusión. Tampoco puedo culpar al estrés patológico que sobrellevo como mejor puedo desde 2017, cuando comencé a trabajar en mi actual empleo. Simplemente, quería cambiar de registro. Pero, para ello, debía pasar unos meses de reposo.

Empecé a leer otras cosas, y a interesarme por otros autores. Wells, Poe, Verne, Lovecraft… Los grandes clásicos, ya sabéis. Conocía revistas míticas como Weird Tales o Astounding, pero nunca había sobrepasado el umbral de la simple curiosidad, salvo con Ray Palmer, figura clave que tuve que diseccionar para uno de mis libros. Fue en esos meses cuando di con gente como Alberto López Aroca, Javier Jiménez Barco y con toda su labor editorial, que aunaba mis gustos lectores y mi innata curiosidad por lo oculto. Igualmente, pude hablar con Miguel Salas Díaz que, sin saberlo, alimentó la idea que ya se estaba generando en mi cerebro.

A partir de ahí, ya os podéis imaginar lo que siguió. Me hice con un ejemplar de Flaxman Low. Luego, con algunas aventuras de Dylan Dog o con clásicos entre los occult doctors como John Silence o Carnacki. El Gabinete Oculto ya no era una idea, sino una realidad. Desde entonces, este rincón dedicado a la divulgación e investigación sobre estos personajes y otras materias afines no me ha traído más que satisfacciones. Ochenta y dos textos, treinta y tres detectives de lo oculto, varios objetos extraordinarios y, sobre todo, una curiosidad que no para de aumentar. Solo son simples cifras, que no son para nada significativas. Aunque debo decir que gracias a este blog me he vuelto a sentir motivado, alegre y con fuerzas para escribir. No es otra cosa que un hobby. Uno que me ayuda a expresar mis inquietudes y a exorcizar mis propios demonios internos, pero me siento muy afortunado de poder llevarlo adelante.

Pero lo más sorprendente es que hay personas que, como vosotros, estáis tras la pantalla y os interesáis en leer el contenido de este Gabinete digital. Un espacio efímero y difuso, que vosotros hacéis real. Tanto o más que yo mismo cuando me siento a subir nuevo contenido. Por ello, solo me queda daros las gracias.

¿Qué viene a continuación? Por suerte, no me faltan las lecturas, las ideas y las ganas. Mientras sigo compartiendo esta inquietud, intento crear relatos inéditos. Un deseo que persigo desde hace mucho y que espero hacer realidad en algún momento. Por supuesto, para que seáis vosotros los que juzguéis si merecen o no vuestro tiempo. Un tiempo que es lo más valioso que tenéis y que podéis regalar e invertir, por su escasez y finitud.

Gracias a mis padres por despertar en mí el hábito lector. A mi mujer por revivirlo y no ponerle freno. A todos los autores y amigos citados en el texto por la ayuda brindada y las experiencias vividas. A los personajes que tanto admiro y a sus autores, guionistas, dibujantes y coloristas por permitirme vivir muchas vidas perfectamente integradas en la mía. Y a todos vosotros, por hacer que cada palabra escrita merezca la pena.

The road so far, como solían rotular los mid-season o los season finale de mi serie favorita. Pero el camino continuará.


En Sevilla, a las 19:30 de 24 de octubre de 2024.


Félix Ruiz H.

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