Pistoleros muertos - Homenaje a John Cassaday
Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. La entrada de hoy no iba a estar dedicada a Planetary, pero la triste actualidad así lo ha dictado. Ha sido una obra a la que – como tantas otras veces – he llegado tarde. Mediada mi treintena, es ahora cuando estoy disfrutando de personajes, escritores y otros artistas gráficos sobre los que ni siquiera había oído hablar hace unos años. Uno de esos artistas es John Cassaday, que nos dejó en el día de ayer. Es por ello que este pequeño rincón se dispone a honrar su vida y su trabajo reseñando un capítulo de la obra que firmó junto a Warren Ellis.
Decía Alan Moore en diciembre de 1999 que Cassaday rivalizaba con Ellis en dinamismo y productividad. Ambos, guionista y dibujante, crearon héroes que no luchan contra el mal, sino que excavaban en el pasado del mundo para conocer sus secretos y maravillas. Un pasado que no es material, sino una carta de amor a casi un siglo completo de creación literaria y cultura pop extrapolada a finales del siglo XX.
Por desgracia, aun no he disfrutado de ningún trabajo de Cassaday, aparte de la citada Planetary. Muchos portales especializados en venta de cómics refieren su trabajo en Astonishing X-Men, en Capitán América, en Star Wars o en I Am Legion. Trabajos todos ellos que a buen seguro merecen la pena, y a los que pretendo acceder en algún momento. Pero, por el momento, daré la palabra a Mark Waid, quien ha sido la persona que ha dado a conocer la triste noticia.
“John Cassaday, diré sin dudarlo y con muy poco temor al desacuerdo, fue uno de los mejores ilustradores y narradores que jamás trabajó en el medio de los cómics. Al igual que Neal Adams, Jim Steranko o Michael Golden, es una piedra de toque, un punto de referencia para decenas y decenas de artistas cuyo trabajo fue influenciado por el suyo. La mayoría de la gente tiene suerte si más de una docena de personas siguen hablando de ellos un mes después de su muerte. Mi amigo John será recordado por toda una industria durante años. Y con razón. Descanse en paz, señor.”
Entremos en materia. Hoy pondremos el foco en los eventos narrados en el tercer capítulo de la saga, cuya acción se desarrolla en Hong Kong, poco después del segundo alistamiento de Elijah Snow en la organización Planetary. Un miembro de las tríadas había cometido un asesinato y se retiraba de la escena del crimen, creyéndose impune. Junto a algunos compinches, conducían un par de coches cuando recibieron el alto por parte de un policía al que no podían ver. Sin embargo, los lectores sí que podíamos confirmar la presencia de un agente enchaquetado en medio de la carretera. Tenía una característica particular: parecía un fantasma. Este extremo parecía confirmarse cuando el desconocido agente de la ley era atravesado por ambos vehículos mientras desenfundaba dos pistolas, cuyas balas descargó sobre ambos vehículos. Guardaba una última bala para el asesino. Una muy especial, pues hizo arder al desgraciado miembro de la yakuza.
En la sede local de Planetary, una agente destinada allí charlaba con el equipo de campo formado por Elijah Snow, Jakita Wagner y El Batería. La joven agente cuestionaba la existencia del policía fantasma, pero los arqueólogos de lo imposible le habían visto actuar con sus propios ojos. No era ninguna leyenda urbana. Al parecer, mucha gente de la ciudad contaba la historia de ese espíritu vengativo. Un servidor de la ley que había sido traicionado. Su nombre era Shek Chi-Wai.
El detective era muy bueno. Junto a Mok, su compañero, causaron estragos entre las filas de una tríada. Cuando ambos iban a por el líder, Chi-Way murió. Una ejecución que fue complementada con la desaparición de Mok. Allí había gato encerrado, pero no se sacó nada en claro. Aunque Planetary conocía el lugar exacto donde todo aquello sucedió. Y no era un lugar cualquiera.
El Batería detectó un pico enorme de información en el subsuelo del lugar. Era de una de sus especialidades: detectar picos anómalos de energía concentrada. Para sacarla a la luz, se requerían las habilidades de Wagner, cuya fuerza y velocidad eran inhumanas. Para sorpresa de los presentes, una extraña máquina emergió de la tierra. Se trataba de un enorme cilindro azul, cuyo contenido era desconocido para El Batería. Pero no para el fantasma de Chi-Way, que hizo acto de presencia para definir aquella cosa enorme como Dios.
Wagner no se anduvo con rodeos, y preguntó al fantasma quién le asesinó. La respuesta era obvia. Todo había sido orquestado por Mok, quien sentía celos de su compañero. Fue él quien colaboró con las tríadas para acabar con su más reciente y acérrimo enemigo. El policía fantasma de Hong Kong estaba convencido de que aquella máquina, fuese lo que fuese, era la culpable de su regreso. Una segunda oportunidad que estaba dedicada a la búsqueda de retribución. La venganza continuaba, y Chi-Way tenía un último objetivo que asesinar.
Según aseguraba el otrora detective, los castigos deben ser aplicados en esta vida, porque él había comprobado qué había más allá del umbral de la misma. No había pecados, ni infierno, ni castigos para los peores sujetos imaginables. La justicia, aunque sea mal aplicada o entendida, ha de ser aplicada mientras permanecemos en el mundo de los vivos. Las implicaciones últimas de las afirmaciones de Chi-Way deben ser interpretadas por cada lector, ya que no se dan más detalles a este respecto.
Por suerte para él, su oportunidad llegaba a toda velocidad. Varios coches pretendían hacer frente al asesino de Tony, el contacto de su traicionero compañero en las tríadas. El corrupto agente había ejecutado a su compañero, pero los rumores de su regreso no le dejaban dormir y quería comprobar qué había de cierto en ellos. Chi-Way interceptó a los esbirros con suma facilidad, mientras Jakita Wagner estrelló su poderoso cuerpo contra el vehículo que conducía Mok, que salió disparado del mismo.
Los miembros del equipo de campo de Planetary asistieron en silencio al clímax de aquella rocambolesca historia. Chi-Way había sido arrebatado de las garras de la muerte por fuerzas que no comprendía, y solo tenía una motivación para continuar con aquella existencia que no deseaba. Su cruzada terminaría aquella noche. Sin embargo, eso no implicaba que pudiese descansar en paz. Por culpa de Mok y de morir en aquel preciso rincón, el detective fantasmal estaría obligado a seguir luchando contra criminales hasta que la misteriosa tecnología escondida allí se encaprichara de otro ajusticiado.
¿De verdad era posible que sucediese algo así? Todo era un enorme sinsentido que Planetary no podía descifrar. Tal como solía decir Snow: el mundo es raro. Aquel evento que acudieron a investigar quedaría registrado en los informes de la agencia y en su particular registro de eventos curiosos que se sucedían alrededor del mundo, pero para la opinión pública continuaría siendo un rumor. El fantasma lo dejó muy claro mientras se despedía.
“Vinieron en busca de un misterio, pero no hay ninguno. No hay noticia.”
Félix R. Herrera
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