Elijah Snow y Sherlock Holmes – El fin de la Conspiración
Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. Hoy nos adentramos en Planetary, una de las obras metaficcionales por excelencia de finales del pasado siglo. Pero lo haremos desde un punto concreto: aquel en el que entroncó con algunos de los mitos más importantes del siglo XIX para establecer un continuo y un legado entre maestro y alumno. Entre Sherlock Holmes y Elijah Snow.
La lectura de la obra de Warren Ellis y John Cassaday en pleno 2024 es un ejercicio sumamente interesante más allá de su propia actualidad, ya que todavía sigue estando muy vigente. En un panorama como el actual, en el que seguimos inmersos en constantes cambios culturales en cuanto a la manera de consumir productos y en que la inmediatez ha hecho presa de la mayor parte de la sociedad occidental, se puede encontrar en esta obra un compendio de buena parte del legendarium de los últimos 200 años.
Toda la saga es un viaje a medio camino entre el homenaje y la nostalgia por la cultura pop del siglo XX, y a la vez una reinvención de la misma en pos de una historia que pretende muchas cosas. La más importante,al menos en términos puramente subjetivos, es la de alternar ficción y realidad siempre desde la propia autoconsciencia de la organización Planetary como un elemento que necesita de la participación del lector para unir las incesantes referencias que brinda en cada capítulo.
Otro elemento a tener muy en cuenta es su carácter cíclico. La narrativa, el dibujo y, en definitiva, todo lo que rodea al propio trabajo gráfico y de guion juega con el tiempo. A pesar de que la acción comienza en el llamado Fin del Siglo – es decir, 1999 –, los contantes cambios de fecha dejarán bastante claro que todo están inmerso en una suerte de loop temporal e multidimensional donde tienen cabida multitud de actores: superhéroes al uso, extraterrestres, seres interdimensionales, monstruos, entidades paranormales y figuras pulp.
Por ello, la lectura de la saga completa, disponible para los interesados, se antoja fundamental para comprender el ambicioso mundo de los arqueólogos de lo imposible en pos de completar el atlas de la denominada Historia Oculta del Planeta.
Para aquellos que no sepan con qué estamos tratando, Planetary es una serie limitada publicada entre 1999 y 2009, aunque en septiembre de 1998 aparecieron 8 páginas de preview de la entonces nueva serie de WildStrom en los números #33 y #6 de Gen13 y C-23 respectivamente.
Creada por Warren Ellis y John Cassaday, la serie cuenta la historia del equipo de campo de la organización que da nombre a la obra, formado por El Batería, Jackita Wagner y Elijah Snow. Los tres son dirigidos por el denominado como el Cuarto Hombre, un personaje misterioso que al inicio es desconocido y sobre el que se irá sabiendo más conforme transcurran los números.
Los tres reclutas deben indagar y catalogar la historia oculta del planeta, además de encargarse de asuntos relacionados con realidades que escapan a toda lógica y comprensión humana. Para ello cuentan con recursos materiales aparentemente ilimitados – tanto económicos como logísticos – y con sus propios poderes. El Batería puede comunicarse con las máquinas; Jackita posee fuerza y velocidad sobrehumana; y Elijah Snow es especialmente longevo y manipula la temperatura (sobre todo, el frío).
Con este punto de partida, los 12 primeros números sirven como presentación de protagonistas y antagonistas – Los Cuatro – y presenta un primer arco en el que, entre subtrama y subtrama, se conocerá quién es el Cuarto Hombre. Es precisamente al final de ese primer arco donde la narrativa sufre un parón y lleva a los lectores hasta los años 1919 y 1920, en los que se dan una serie de acontecimientos trascendentales para la creación de la organización Planetary.
El capítulo 13 de la obra fue publicado en febrero de 2001 y recibió el nombre de “Siglo”. A todas luces, y como estoy a punto de contaros, es uno de los episodios más emocionantes para quienes gustamos del pulp y el terror de los primeros compases del cine.
Anteriormente se mencionó que Elijah Snow es tremendamente longevo. No envejece a un ritmo normal debido a una condición especial de la que hablaremos en otro momento. Es por ello que en la Alemania de 1919 tiene una apariencia bastante parecida a la que muestra ochenta años después.
Snow llega a un pueblo que no aparece en los mapas, con la intención de adentrarse en un viejo castillo del que le habló “un hombre que fue a Marte”, una referencia a John Carter, el personaje de Edgar Rice Burroughs. Aunque en un primer momento no se nos revela quién es el dueño de semejante edificación, el laboratorio hallado por Snow deja esto a las claras. Aquello perteneció al barón Von Frankenstein. La viñeta en la que Elijah se asombra ante la majestuosidad del lugar parece sacada directamente de las películas de los años 30 y 40, teniendo a la adaptación de 1931 – con Colin Clive y el mítico Boris Karloff – como principal referente.
El protagonista busca un mapa que podría estar oculto allí, pero no esperaba encontrar oposición. Porque, en este mundo de Planetary, el baron Von Frankenstein no solo a un monstruo, sino que además infestó el lugar de seres deformes, que se lanzan a por Snow en cuanto le detectan. Al lograr la victoria, Elijah se encamina a la biblioteca el castillo, lugar en el que halla el Mapa Secreto del Mundo.
“Y ahí está, tal como dijo el francés. Un dibujo eléctrico del mundo visto por la Conspiración”.
Ese mapa, elaborado por una organización secreta, señala multitud de emplazamientos que la futura organización intentará investigar y catalogar. Sin embargo, el conocimiento reunido por los todavía misteriosos miembros de esa Conspiración ha sido capaz de ubicar buena parte de esas anomalías. Eran personajes fuera de lo común, y Elijah Snow iba a dar con ellos.
Precisamente, ese era su objetivo en la Londres de 1920. Si quería obtener respuestas, debía apuntar alto. ¿Y quién es más alto – intelectualmente hablando – que el mismísimo Sherlock Holmes? El gran detective del siglo XIX, ya retirado, le espera en su casa de Baker Street, aunque en un primer momento no se sabe con qué intenciones.
El mundo es raro. Es uno de los mantras que se repiten a lo largo de toda la obra de Ellis y Cassaday, y en este capítulo se cumple a la perfección. Pero incluso tras la aventura vivida en el castillo alemán, Snow seguía sin saber hasta qué extremo esa afirmación era cierta. Su irrupción en el 221B de Baker Street no se produce de forma educada, desde luego. Se vale de sus dones para hacer añicos la cerradura e irrumpir en el hogar de Sherlock, que ya le estaba esperando.
En el post anterior, introductorio en lo concerniente al Manuscrito de Sigsand, mencioné que una copia del mismo se hallaba en la biblioteca de Sherlock, y que Elijah Snow lo sacaba de uno de los estantes para observarlo. Eso es lo que ocurre precisamente en los primeros compases de la conversación entre ambos.
El viejo detective espera sentado tranquilamente en un sillón, mientras hace algunas observaciones sobre los pocos modales que muestra el joven americano. Sherlock pregunta cómo obtuvo la información sobre el castillo del varón y el mapa que resguardaba. Todo fue gracias al doctor Griffin, el Hombre Invisible de H. G. Wells, a quien la Conspiración había enviado a Estados Unidos a por los planos del Hombre de Vapor de las Praderas.
Esta referencia quizá sea una de las más desconocidas para el público generalista, y no me puedo resistir a extenderme brevemente en ella. The Steam Man of the Prairies apareció por primera vez en 1868 en el número 45 de Beadlede, siendo considerada la primera novela de ciencia ficción propiamente estadounidense. Escrita por Edward S. Ellis, biógrafo e historiador, cuenta cómo un irlandés y un estadounidense se topan con un enorme hombre impulsado por vapor en medio de las praderas. Este ser mecánico fue construido por un adolescente llamado Johnny Brainerd, un primer ejemplo de las novelas del género Edisonade – debiendo su nombre a Thomas Edison, por supuesto – que se centra en jóvenes inventores y sus imaginativos artefactos. Solían publicarse como novelas de diez centavos, dirigidas a público infantil o juvenil, para atraerlos a toda la literatura derivada del romance científico que tanto furor seguía causando entonces a ambos lados del Atlántico.
En cuanto al doctor John Griffin, no ofreció a Snow ningún tipo de información de forma voluntaria, sino que éste revela que lo hizo mediante la tortura. A continuación, Elijah revela a Sherlock que conoce sus andaduras desde hace tiempo. Además, en ese breve lapso de tiempo desde su visita al castillo alemán, ha podido acceder a los nombres de varios miembros del grupo. Entre los aún no mencionados hasta ahora, se encuentran el Robur el Conquistador de Julio Verne y el mismísimo Carnacki, el cazador de fantasmas de William Hope Hodgson. Aunque aún había más sorpresas escondidas entre bambalinas.
Elijah Snow tenía algo muy claro: aquella Conspiración debía acabar para dar paso a otro paradigma diferente. El grupo oculto de grandes personajes del siglo XIX tenía objetivos distintos a los del americano, que pretendía hacer algo distinto con aquel Mapa Secreto del Mundo. Pero el adalid de los Extraordinarios – como el propio Sherlock denomina a los que considera sus iguales, homenaje a Alan Moore aparte – no lo iba a pone fácil. Escondido en las sombras, tras el detective, se encontraba un ser sobrenatural, imaginado de diferentes formas en multitud de mitos pero inmortalizado por Bram Stoker en 1897: el mismísimo Drácula.
Éste no tarda ni un segundo en lanzarse a por una nueva presa, pero Snow le congela por completo, lanzándole un puntapiés a la pelvis. Sherlock asegura que llevaba dos décadas queriendo hacer lo mismo, pero que la vejez se lo había impedido. Por supuesto, aquello no iba a matar al vampiro, pero eso era algo que su interlocutor sabía de sobra y a lo que pondría remedio tras hablar tranquilamente con el detective.
Hasta este momento no se ha aclarado nada sobre la Conspiración más allá de algunos de sus componentes y su nombre. Es el propio Sherlock Holmes quien brinda una rápida explicación tanto a Snow como a todos nosotros. Tras decir que pretendía que fuera abierta, por sugerencia de un joven llamado Wells – Post-it para luego –, el morador del 221B de Baker Street confiesa que querían mejorar el mundo.
“Teníamos la esperanza de que nuestras mentes solventaran los problemas de la sociedad humana y construyeran un mundo nuevo a partir de los restos del antiguo. Pronto quedó claro que ciertas nociones se podían discutir en los periódicos pero resultaban demasiado radicales para la realidad. La eugenesia, la reeducación, una economía controlada. Un mundo cuerdo se cimienta en dichos conceptos. Pero todo indicaba que nadie estaba preparado para ellos. Así que nos lanzamos a la oscuridad. Y al quedarnos en la oscuridad… Nos volvimos más oscuros”.
Tras esta singular declaración, Sherlock admite que la muerte de Drácula supondría el mismo fin de la Conspiración, pero que eso era algo que debía haber pasado hace mucho. Se lamenta de haber tenido que vivir una segunda vida que no deseaba. Para los sherlockianos, este guiño es muy claro. La popularidad de Sherlock afectó mucho a Conan Doyle. Tanto que quiso matarlo en El problema final. Pero la presión popular – junto a otros factores – acabó con el regreso del detective en La casa vacía.
Tras escuchar pacientemente, Elijah Snow revela su verdadero motivo para acudir a Holmes. Quería aprender, conocer todos los secretos posibles y seguir el rastro de los misterios del mundo. Y para ello debía convertirse en el aprendiz del viejo Sherlock. Éste acepta, pues sabe que su tiempo se acaba y que el nuevo siglo necesita de nuevos adalides.
“Y así fue como estudié con el mejor detective del mundo durante cinco años hasta que, al final, murió de viejo. Para su disgusto, jamás me deshice del acento mientras estuvo vivo. Para eso, tuve que recorrer el mundo 10 años más. Pero jamás perdí el amor por los secretos. Ni creo que lo pierda.”
Sherlock Holmes murió en 1925, dejando al mundo huérfano de su talento innato, pero legando sus conocimientos e historias. En cuanto a la Conspiración, ésta se desdobló en dos vertientes enfrentadas. Una fue Planetary, que a la larga se alejó de los pensamientos algo extremos de los Extraordinarios. La otra fue por Los Cuatro, organización que no entró en contacto directo con los insignes personajes del siglo XIX pero que encarnaría lo más oscuro del siglo XX a todos los niveles…
Antes de terminar, me gustaría volver a la figura de H. G. Wells y la mención de Holmes a la Conspiración Abierta. Se trata, como algunos habréis imaginado, al libro del mismo título del inglés que se publicó en la década de 1920. Aunque Sherlock denomina a Wells como joven, la verdad es que ya era bastante mayor cuando pergeñó ese ensayo.
Hablar de las convicciones de Wells se alejan del objetivo de este post, pero que parte del plan de la Conspiración se cimiente sobre sus declaraciones hacen necesarias estas últimas pinceladas.
Parte de lo reflexionado en La Conspiración Abierta fue anticipado en El mundo de William Clissold, novela de 1926 del mismo autor y que supone la más larga de su dilatada trayectoria. A medio camino entre un ejercicio narrativo, la reflexión sobre sucesos históricos y la exposición de idearios, Wells dedicó una parte completa del libro a desarrollar la noción de “Conspiración Abierta”. Según la misma, los líderes mundiales deberían unir esfuerzos en pos de la unificación a todos los niveles. Una misma economía, un liderazgo compartido y un trabajo conjunto para establecer una “República Mundial” que tuviese como objetivo mejorar la humanidad.
A pesar de su visión fatalista del mundo y del devenir de la historia, sobre todo impulsada por el progreso científico desmedido, el inglés aún albergaba la esperanza de que las grandes mentes colaborasen a una escala mucho mayor que la cualquier frontera física, geográfica o imaginaria.
A pesar de que los fines de este planteamiento fueran concebidos con buenas intenciones, hay muchísimos puntos complicados en este asunto.
La investigación científica y la actividad creativa se convierten en las principales preocupaciones de una humanidad que ha resuelto los problemas de subsistencia, control de la población y supresión de la guerra. El antibelicismo esgrimido por Wells se apoyaría en cosas como la propaganda, la unificación de criterios – con la consiguiente prohibición de cualquier pensamiento considerado como disidente – o la obligación de dejar a un lado los intereses particulares – deseos, aficiones, bienestar o realización – en pos de la creación de una sociedad homogénea.
Como he dicho, no vamos a ahondar más en la cuestión, dejándolo todo en este pequeño resumen que da contexto a lo planteado en Siglo. Es mejor que sea el lector el que saque sus propias conclusiones.
En cuanto a Planetary, en el futuro volveremos a navegar entre la multitud de misterios que alberga. Uno de los totum revolutum más completos del mundo del cómic tendrá un espacio destacado en nuestro Gabinete. Volveremos a encontrarnos con Elijah Snow, y puede que lleguemos a saber qué pasó con el ejemplar del Manuscrito de Sigsand que sacó de una de las librerías de Sherlock Holmes...
Félix R. Herrera
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