Dylan Dog: Por un puñado de libras
Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. Es el momento de adentrarnos en el universo del detective de lo oculto nacido de la mente de Tiziano Sclavi y los lápices de Angelo Stano. En los albores del siglo XXI, en un momento de cambio de paradigma tanto para el personaje como para el mundo en general, Dog tuvo que enfrentarse a una lluvia de dinero infectado por una maldición infernal.
Ya por aquel entonces, el antiguo agente de Scotland Yard reconvertido en detective privado había vivido todo tipo de vicisitudes. Su etapa clásica, guionizada casi por entero por Sclavi, dio paso a una apertura a todos los niveles. Las historias contaron con nuevos guionistas y dibujantes, que exploraron nuevas fronteras argumentales y matices más intimistas del intuitivo y enamoradizo Dylan.
Pero su esencia no cambió. El horror siguió estando presente, Groucho continuó siendo el asistente personal de Dog, el inspector Bloch siguió siendo el contacto del detective en las autoridades, y los amoríos desfilaban en muchos de los relatos. Pero Dylan ganó en complejidad.
En el número 15 de la colección de Aleta Ediciones, que contuvo el álbum original número 173 – publicado originalmente en febrero de 2001 –, se incluyó una entrevista a Paola Barbato, guionista de muchas aventuras de la nueva etapa de Dog. A las preguntas de Cristian Di Clemente, Barbato hablaba de la senda del detective, que permanecía inalterada a pesar de los cambios. Poseía características definibles y reconocibles. Para ella, que creció como lectora, Dylan no era un héroe, sino una persona con virtudes y defectos; con fobias y manías. Esa era, según la guionista, la clave del asunto: esa persona no debía perder su identidad, bajo ningún concepto.
Desde entonces hasta hoy – crossover con el Caballero Oscuro de Gotham incluido –, Dylan Dog sigue plenamente vigente. Ha sido adaptado al cine y Bonelli Comics sigue brindándole nuevos desafíos. Pero en lo que a nosotros respecta, nos vamos a centrar en el número 173 de la serie, llamado Por un puñado de Libras. Como es habitual en este blog, desde este mismo momento empiezan los spoilers. La narración que ahora comienza resumen los acontecimientos de ese capítulo 15 de Aleta que llegó traducido en 2006.
Estas 93 páginas comienzan en la cárcel de máxima seguridad de DeepRed, donde la alarma omega, solo destinada a los reclusos más peligrosos, comenzó a sonar repentinamente, alarmando al director. Éste, en compañía de un nutrido pelotón de guardias, se dirigen a la celda de aislamiento destinada a retener a Berlick, un criminal sin parangón. Mientras el director trata de abrir la puerta, comienza a lanzar improperios de forma extraña, como si dudara de si dirigirlos al cielo o al infierno. Un detalle que cobrará sentido al final de la historia. Para su desgracia, Berlick se había esfumado sin dejar rastro, algo a priori imposible…
La acción se traslada hasta Londres, donde Dylan Dog discutía acaloradamente con uno de los trabajadores del Blaze Bank. El detective quería un préstamo que paliara su habitual falta de dinero, pero el banco le pedía un aval a cambio. Aval que, por supuesto, Dog no tenía. Mientras la disputa continuaba, un tipo trajeado hizo su entrada al lugar, diciendo una frase atribuida a Bertolt Brecht, dramaturgo y poeta alemán:
“El auténtico ladrón no es el que roba el banco, sino quien lo funda.”
Al mismo tiempo, un anciano que es reconocido inmediatamente por el director del banco es invitado a su despacho. Se trata de sir Goodman, que quería retirar cien mil libras esterlinas en billetes de 50. Una operación que es aceptada sin dudar, pues el señor disponía de crédito ilimitado.
Dog se encontraba molesto por la situación, pero percibió que todo aquello olía mal. Y no le faltaba razón. Una pareja formada por un hombre muy bajo y una mujer de gran estatura arribaron en el banco, y ella portaba una pistola. El tipo elegante que susurró la cita anterior se dirigió al despacho del director e interrumpió la charla de éste con sir Goodman, que estaba recibiendo un maletín con el dinero solicitado. Abriendo su paraguas, que en realidad se trataba de un arma camuflada, el tipo elegante dejó a las claras que aquello era un atraco. La pareja era un par de compinches, y esperaban fuera a la vez que amenazaban a los presentes.
El cabecilla noqueó al director cuando éste se negó a facilitarle su código de seguridad y disparó contra sir Goodman cuando éste sugirió que se llevasen el maletín. Tras vaciar los cajeros y coger el maletín, el grupo se marchó. Pero Dylan Dog no iba a quedarse de brazos cruzados.
Acertadamente, decidió seguir al tipo elegante, mientras los compinches de éste mostraban su torpeza y eran neutralizados de una forma u otra. La persecución se saldó con una herida de bala en el hombro del detective y con la muerte del ladrón, que fue empalado por un gancho de una grúa cuando recibió un disparo que Dog pudo ejecutar gracias a la asistencia del inspector Bloch. El ladrón se elevó por los aires con el maletín aún en sus manos, sujetándolo mientras desfallecía. El contenido del mismo, aquellas cien mil libras esterlinas en billetes de 50, acabó volando por los aires, ofreciendo una lluvia de billetes que entusiasmó a multitud de personas. El propio Dylan cogió uno de forma fortuita.
Bloch le informó de algo que descolocó a Dog. Sir Goodman había sobrevivido al disparo, pues al parecer llevaba un chaleco antibalas. Según Dylan, aquello no era posible, pues él había visto cómo la bala atravesaba al anciano, pero no ahondó más al respecto. Su famoso quinto sentido y medio, aquel que le llevaba a intuir conexiones audaces y a ponerse tras la pista de casos insólitos, comenzaba a actuar. Una vez en casa, contó lo sucedido al cómico Groucho, que restó importancia a lo ocurrido. Pero ese dinero iba a traer muchos problemas, y todo Londres estaba a punto de averiguarlo.
Una oleada de crímenes se desató en la city esa misma noche. Pero no se trató de delitos comunes, sino de verdaderas masacres. Algunas de las personas que cogieron los billetes del maletín de sir Goodman comenzaron a transformarse en monstruosas criaturas, con dientes y garras tremendamente afiladas, que usaron para mutilar a quienes les importunaban. El primer ejemplo fue atroz y ocurrió en un bar. El segundo fue visto por el propio Dylan al salir de un cine y tratar de defender a una joven del ataque de unos maleantes, siendo la propia chica quien finalmente salvó la vida de Dylan transformándose en bestia.
Aquello no era normal, pero nuestro protagonista continuaba creyendo que todo podía deberse al cansancio. Pidió a Bloch un permiso especial para poder hablar con la chica cuando ésta estuviese custodiada. Mientras tanto, los asesinatos continuaban en aquella aciaga noche, el propio Dylan sufrió los curiosos efectos del dinero del maletín. No recordaba tener uno de esos billetes encima, pero lo quiso usar para comprar un periódico. Ante la negativa del quiosquero, un súbito ataque de furia comenzó a transformar a Dylan en un ser grotesco. Por suerte pudo frenar a tiempo, disculpándose y dándole el billete al asustado hombre, que luego sí que ejecutó otro asesinato.
El detective estaba cansado, desorientado y herido. Pero su cabeza comenzaba a hilar una hipótesis. ¿Por qué resistió la tentación de arrebatar una vida? ¿Quizá fue por su desapego hacia el dinero? Tenía que atar cabos con Bloch. Ambos se citaron en una cafetería, y el inspector le informó de lo poco que sabían hasta entonces. Los crímenes parecían inconexos, perpetrados por gente mayoritariamente honrada, que parecían transformarse en bestias sanguinarias a tenor de lo declarado por la multitud de testigos que avistaban los asesinatos. Hasta ese momento – la mañana posterior al robo –, el número de víctimas ascendía a dieciocho. Pero podría haber muchos más en pocas horas.
“Y tengo miedo de entrar en el despacho y que me digan que el número ha aumentado… Que la serie negra continúa…”
Aquellas palabras de Bloch lograron que Dog atara cabos y le pidiese un favor enorme mientras visitaba en la cárcel a Hazrel Hunter, la chica que le había salvado la vida la noche anterior. Ella aseguraba no ser ella misma cuando atacó a los maleantes, y el motivo era simple: el dinero. Los billetes que los atacantes portaban tenían el mismo número de serie, tal como Bloch estaba comprobando. Pero eso no explicaba el por qué de las extremas transformaciones físicas. Eso solo podía ser respondido por Dylan.
Groucho recibió al inspector en la casa alquilada que compartía con su jefe, contándole que ese mismo día se había encontrado en el suelo uno de los famosos billetes de 50 libras. Un nuevo asesinato estuvo a punto de ser cometido, pero el detective llegó justo a tiempo para evitarlo.
Lo único que podía hacerse era quemar el dinero. Al hacerlo con el billete de Groucho, un aura maligna emanó del mismo, dando con la clave del asunto: todo el contenido del maletín estaba infectado por un poder demoníaco. Quizá sir Goodman tendría respuestas, pero era necesario sacar todos los billetes restantes de circulación, aunque para ello hubiese que contar una gran mentira. Bloch contactó con el Ministerio del Interior para pedir ayuda y contar a la población que el dinero estaba impregnado de un químico peligroso para la salud. New Scotland Yard trataría de reunir los billetes restantes para posteriormente quemarlos.
Había otra pista que seguir. Hazrel Hunter no era quien decía ser, y Dylan lo sabía. Interrogando a muchos testigos, dedujo que ella se estaba encargando de comprar el dinero maldito a quienes los cogieron. Tras intimar con ella mientras estaba en libertad vigilada, él trató de sonsacar información, pero recibió una rotunda negativa.
Un accidente de tráfico, parece que provocado por alguna oscura arte de Hazrel, casi trunca la investigación. Afortunadamente, Dylan salió con vida y logró llegar hasta la dirección de sir Goodman, encontrándose una casona abandonada y un cementerio familiar.
En ese camposanto había una tumba con el nombre de sir Cornelius Goodman, que resultó ser el anciano del Blaze Bank. Saliendo de su tumba con uno de los billetes en sus manos, el redivivo se transformó súbitamente en una gigantesca criatura, dispuesta a matar al detective. Defendiéndose con una pistola, Dylan logró frenar al monstruo, quien volvió a adoptar su forma original para volver a acostarse en su nicho, que se cerró y fue enterrado por arte de magia.
El ex agente de Scotland Yard decidió cavar en la tumba, solo para topar con los huesos de Goodman, quien llevaba muerto mucho tiempo. El billete de 50 libras que aun llevaba consigo ardió espontáneamente, revelando un fuego fatuo que se marchó hacia un lugar incierto.
Todo parecía haber vuelto a la normalidad. Los crímenes habían cesado. El dinero ya había sido destruido, y el Blaze Bank había vuelto a la normalidad. Circunstancia esta última que Dylan quería aprovechar para volver a probar suerte con lo del préstamo. Pero esa segunda visita deparaba a los presentes otra sorpresa, porque Cornelius Goodman volvió a presentarse en la sucursal, con el deseo de llevarse todo el dinero en efectivo que hubiese disponible en ese momento. Para ello, hipnotizó al director y se encaminaron hacia la caja fuerte, con el detective pisándoles los talones.
Cornelius no quería llevarse su efectivo, sino que fuese lanzado a los aires por los trabajadores del banco. Sus poderes demoníacos lograrían superar cualquier reparo que estos pudiesen tener. En la cámara del banco, los presentes se encuentran con la pareja de ladrones del principio, que habían cavado un túnel para intentar un nuevo golpe, pero la apertura de la misma truncó la oportunidad.
Mientras ambos eran detenidos, Dylan llegó a la escena del crimen, encontrándose a Cornelius y accediendo a encerrarse en la cámara acorazada con él. Aquel caso estaba a punto de cerrarse, pero no sin que el anciano revelase su verdadera cara y sus motivos. Siendo un acaudalado hombre de negocios en vida, su falta de escrúpulos hicieron que diese con sus huesos en el infierno. Allí ascendió en los escalafones inferiores hasta logar el estatus de demonio. Su plan, resumido en extremo, era simple: infectar todo el dinero del mundo para que nadie quisiese volver a tocarlo, desatando el caos.
Cuando el antiguo rico estaba a punto de matar al detective, Hazrel Hunter apareció súbitamente en la cámara para volver a salvar a Dylan y para atrapar al demonio Berlick, conocido en vida como sir Cornelius Goodman. Con un arma especial, la mujer devuelve a la criatura a DeepRed, dejando a Dylan malherido en la cámara acorazada, a merced de las autoridades.
Hazrel Hunter solicitó a sus superiores infernales su intercesión para librar al detective de la prisión londinense de New Cross, logrando el archivo de su causa y gratificándole con una pequeña cantidad de dinero por las molestias. Ambos podrían disfrutar de un tiempo juntos, tiempo que intentarían aprovechar al máximo.
En la prisión infernal de DeepRed, Cornelius “Berlick” Goodman permanecía encerrado, bajo la vigilancia constante de un guardia, que no le quitaba la vista de encima. El demonio, con actitud burlona, hablaba sobre la ubicación de su celda de máxima seguridad, que estaba muchos metros bajo su misma tumba. El fuego fatuo que fue liberado cuando Dog desenterró su cadáver volvió de su desconocido escondite, penetró primero en la tumba y luego en la celda, propiciando una vía de escape para el recluso. Tal como hizo al principio del episodio. Seguro que el director de la cárcel repetiría sus improperios sin saber a dónde dirigirlos. Y probablemente, Berlick seguiría adelante con su plan…
Aquí acaba Por un puñado de Libras, historia que juega con los tropos típicos del personaje, en la que se ve claramente la mano de Sclavi. Una trama detectivesca con toques de terror y gore, un interés romántico y una solución que parte de la intuición que el quinto sentido y medio aporta a Dylan. Una buena puerta de entrada a las historias que llevan publicándose desde 1986. Como ya dije anteriormente, la serie sigue en curso y no tiene visos de agotarse. El londinense goza de buena salud, a pesar de la veteranía de su creador, que ha sabido delegar en otros guionistas. El Gabinete seguirá explorando sus locas aventuras, como no podía ser de otra forma.
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