Ruthven
“Luché con ellos, y el que conmigo riñe
se cita con la Muerte…”
Queridos aprendices, asistentes y curiosos, bienvenidos a un nuevo post de nuestro Gabinete. Retornamos a las andanzas del juez Pursuivant para poner la lupa en el enigmático texto que sirve como motor del relato El Drama Negro. Una obra de teatro escrita por un insigne personaje pero que nunca había sido representada anteriormente. Lanzo desde ya el aviso de spoilers, por si alguien desea leer el trabajo de Wellman antes de seguir adelante. Pueden encontrar el ciclo completo en el ya citado volumen de Los libros de Barsoom.
Como recordarán los lectores del blog, en la anterior entrada escribí brevemente sobre la espada de plata de san Dunstan, arma de singulares características que el juez portaba consigo camuflada en un bastón. La hoja, que según Pursuivant tenía cientos de años, servía para combatir y espantar a seres espectrales y otras entidades monstruosas.
Como no podía ser de otra forma, el hombre tendría oportunidad de probar la veracidad de sus afirmaciones. Y es que el desarrollo de los acontecimientos narrados en el relato de Manly Wade Wellman transformó lo que parecía ser una simple representación teatral en una aventura decididamente extraña en la que el carismático y pintoresco productor, el señor Varduk, tendría mucho que decir.
El Drama Negro está narrado desde el punto de vista de Gilbert Connat, quien no deseaba que la historia se hiciese pública hasta después de su muerte. Teniendo aun frescas sus experiencias, decidió plasmarlas en negro sobre blanco para así dar testimonio de que lo vivido por él y el resto de personajes fue real, y que lo ocurrido alrededor de la figura de Varduk no fue una simple ensoñación o una serie de exageraciones
Fue el productor, a través de un viejo amigo del protagonista del relato, quien buscó a los actores indicados para representar la singular obra. Jake Switz – el hombre que ejercía como enlace – contactó con Gilbert Connatt, actor famoso venido a menos, para hacerle llegar la oferta de Varduk. Sin revelarle demasiado, el principal gancho fue la oportunidad de poder volver a ver a Sigrid Holgar, una celebérrima actriz con quien Connatt había mantenido una relación sentimental años atrás.
En su primera conversación, Switz mencionó que el teatro que Varduk pretendía estrenar era obra de terror, y que lograría que Connat volviese al estrellato. Según supo, se trataba de un texto inédito y escrito por un inglés. En este caso, Lord Byron. Además, aseguró que un experto en la materia leería el libro para certificar su autenticidad, más allá de toda duda.
Intrigado por las primeras revelaciones de su amigo, Connatt se presentó en el hotel en el que se hospedaba el productor, siendo recibido por Elmo Davidson, asistente de Varduk. Aquella cita no era una simple formalidad, sino una suerte de concilio en el que todos los actores involucrados en la futura obra de teatro se reunirían con el patrocinador de la misma para conocer más detalles sobre ella. Así, poco a poco, aparecieron el resto de actores. En este caso, dos actrices: Martha Vining y la propia Sigrid Holgar.
Mientras esperaban al experto en textos antiguos, y con el representante Jake Switz y el asistente Davidson también presentes, Varduk comenzó a hablar sobre la supuesta obra perdida de Lord Byron.
“Aquí tenemos su obra perdida, Ruthven. Es sabido que el doctor John Polidori escribió una espeluznante novela de horror, titulada El Vampiro, y que sacó la idea e inspiración, o ambas cosas, de Byron. A su vez, la obra de Polidori inspiró algunas de las novelas de los franceses Nodier y Dumas, y de los ingleses Planché y Boucicault. Gilbert y Sullivan la imitaron en Ruddigore. Y Bram Stoker la leyó cuidadosamente antes de escribir Drácula. Este manuscrito – de nuevo lo levantó – es el original de Byron. Como ya he dicho, se trata de un drama.”
Vemos que el título del drama no es ninguna casualidad. El Vampiro de John William Polidori fue escrita en 1816 y publicada en 1819, estando protagonizada por Lord Ruthven, misterioso hombre recién entrado en la alta sociedad londinense. Acompañado por el joven Aubrey, emprenden un viaje a Roma y separan sus caminos. Luego, Aubrey conoce en Grecia la leyenda del vampiro antes de volver a cruzarse con Ruthven. Tras el misterioso asesinato de la confidente del joven e igualmente tras ser asaltados por un grupo de bandidos, el Lord es herido mortalmente, siendo abandonado en aquellos parajes por Aubrey, no sin antes prometerle que no revelaría nada sobre aquel funesto incidente durante el próximo año y un día.
Sorprendentemente, Lord Ruthven regresó a escena poco después y comenzó a interesarse por la hermana de Aubrey. Ambos enamorados decidieron casarse en el mismo día en que vencía el juramento que el muchacho hiciese a su no tan moribundo amigo. El final del relato es ciertamente trágico, pues la hermana de Aubrey es hallada muerta y desangrada en la noche de bodas, sin que haya rastro de Ruthven, quien también había acabado anteriormente con la muchacha griega que compartió la leyenda del vampiro con el protagonista de la historia.
Varduk aseguraba que la obra de Polidori no era más que una simple copia del escrito de Byron, pasando posteriormente a resumir su Ruthven. En ella, el joven Aubrey relataba a su amada Malvina sus aventuras en Grecia, en las que estaba incluida la refriega con los bandidos y la caída en combate de su amigo.
Posteriormente, el criado de Malvina presenta a Ruthven, que sorpresivamente vuelve de entre los muertos para ofrecer sus respetos a la pareja. Tras seducir a la criada, Ruthven la convierte en una suerte de esclava, ya que sus poderes sombríos le permiten someter la voluntad de cualquier persona. Encarado por Oscar, el marido de la criada, el redivivo visitante acaba con su vida con solo un pequeño roce de uno de sus dedos. Ante tal despliegue de dotes aterradores, Aubrey clava a Ruthven una vara de espino blanco, el mejor arma contra los demonios.
A pesar de que la pareja pensaba que ese era el final de su malévolo acompañante, éste es capaz de volver a la vida tras ser bañado con la luz de la Luna, acabando así el primer acto de la obra inédita de Lord Byron. Esa primera parte estaba escrita en verso, pero la segunda lo estaba en prosa, y transcurría un siglo después pero en el mismo escenario, siendo en esta ocasión los protagonistas los descendientes de Malvina y Aubrey, Mary y su primo Swithin. La criada Bridget, quien una vez fue seducida por el infame Ruthven, seguía estando presente en ese segundo acto, relatando la vieja historia que se vivió en aquel mismo jardín.
Tras esta introducción, un Ruthven idéntico en apariencia y maldad al anterior vuelve a hacer acto de presencia, buscando venganza. En un duelo por el honor y el amor de Mary, Swithin atraviesa a su contrincante con una espada, acto que resulta inútil. El monstruo pretende lanzar una maldición, pero Mary prefiere morir con su amado antes que lanzarse en brazos de Ruthven. Revirtiendo la maldición en bendición al mencionar a Dios, Ruthven cae muerto y su cuerpo se corrompe súbitamente, dando fin al drama.
Ese es el relato que Varduk compartió con los tres actores, su asistente y Jake Switz. Tras hacer un rápido reparto de papeles y agenciarse para sí mismo el papel de Lord Ruthven, el productor recibió al último participante de aquella singular reunió, el juez Keith Hilary Pursuivant.
Según el propio Wellman, el juez se presentaba en aquel lugar en calidad de anticuario. De cabello castaño, ojos pálidos y bigotillo negro, el en aquel momento muchacho era grande y jovial y acababa de publicar un ensayo sobre las obras de Byron, Defensa del más perverso de los poetas. Además, era autor de otros dos ensayos sobre satanismo, Vampiricón y El terror de lo desconocido, obras que eran conocidas y elogiadas por Varduk.
Pursuivant se lanzó al análisis de la obra con sumo mimo y detenimiento. Ante la atenta mirada del resto de los presentes y con ayuda de una lupa proporcionada por el productor, el anticuario acabó certificando que allí no había falsificación alguna, apostando “su poca fama” a que aquel manuscrito era obra de Byron sin ningún género de duda.
“La primera idea de Ruthven nació una noche en casa del poeta Shelley, a orillas del lago de Ginebra. Los invitados estaban sitiados, junto al hogar, por la lluvia y se habían entretenido leyendo cuentos alemanes de misterio, y probando luego la propia destreza en imaginar leyendas góticas. Una de esas improvisadas historias fue la obra de arte de Mary Godwin, Frankenstein. Lord Byron, allí presente, inventó luego las extrañas aventuras de Ruthven, y Polidori se las apropió, cosa que también sabemos; pero aquella misma noche, al quedarse solo, Byron escribió el drama que tenemos aquí.”
Según estas palabras de Varduk, Lord Byron aprovechó la noche en la legendaria Villa Diodati para empezar y acabar su manuscrito. Wellman usó en El Drama Negro parte de la historia real de la reunión de tan insignes creadores para dar trasfondo a su relato. Efectivamente Lord Byron, Percy Shelley, Mary Godwin, John Polidori y Claire Clairmont pasaron la noche del 16 ó 17 de junio de 1816 en aquel lugar, leyendo Fantasmagoriana, libro propiedad de Polidori que contenía leyendas alemanas.
Según se relata, aquel encuentro derivo en un reto del que salieron tanto los primeros esbozos tanto de Frankenstein o el moderno Prometeo como de El Vampiro, aunque Byron también hizo una tentativa inacabada, El Entierro, muy parecida a la primera parte de la creación de Polidori. Una forma muy sutil por parte de Wellman de aunar en un mismo relato unos acontecimientos reales con otros ficticios.
Se suele especular bastante con el hecho de que Polidori no sentía demasiada simpatía hacia Byron. De ahí que ese vampiro pareciese estar basado en la vida disoluta de éste último. ¿Era una inspiración inconsciente o se trató de algo decidido a conciencia? Esa es otra parte de la leyenda que envuelve a aquel encuentro en el campo y a los personajes que estuvieron involucrados en él.
¿Cómo llegó aquel manuscrito a manos del productor Varduk? Esa pregunta fue respondida por el propio interesado. Al parecer, el texto fue entregado por Byron a Claire Clairmont, amante y madre de sus dos hijos. El juez Pursuivant dudaba de esas palabras, ya que conocía, como nosotros, que Clairmont solo tuvo un hijo, y que no llegó a la edad adulta. Además, había bastantes voces que aseguraban que el padre de ese niño era Percy Shelley. Ante esas afirmaciones, Varduk reveló que era descendiente del segundo hijo de Byron. Según sus propias palabras, era bisnieto de George Gordon Byron.
Todas aquellas revelaciones se dieron en la primera reunión. Los actores se comprometieron a ensayar la obra en un paraje solitario en el que estrenarían la obra antes de llevarla a las grandes ciudades. Gilbert Connatt se despidió de los presentes y salió del lugar acompañado de Pursuivant, dirigiéndose ambos al bar del hotel, donde intercambiaron impresiones sobre la llamativa reunión a la que acababan de asistir.
Es allí donde el anticuario le reveló algo que no había mencionado anteriormente. Algo que le llamó poderosamente la atención y que se guardaba para sí por el simple hecho de que no tenía explicación. Al menos, de momento. Ante el interés del actor, Pursuivant lanzó estas palabras:
“Sí. El drama fue escrito por Byron; de eso no cabe la menor duda. Podría imitarse, con mucha práctica, la letra, aunque es difícil; pero lo que ya costaría más sería imitar el estilo; por lo tanto, repito que la mano y el cerebro de Lord Byron, trazaron y redactaron ese libro. Pero lo curioso del caso es que Byron utilizó, para escribir su obra, un papel fabricado hace menos de diez años.”
Teniendo en cuenta que El Drama Negro se desarrolla en pleno siglo XX (hacia 1938, según la biografía de Pursuivant esbozada por Javier Jiménez Barco), ¿cómo era aquello posible? Esta y otras preguntas de gran interés quedan de momento en el aire, pendientes de un futuro post en el que exploraremos el desenlace de la narración escrita por Wellman y la figura del señor Varduk.
Espero que esta entrada haya sido de vuestro agrado y que os anime a buscar y leer el ciclo del juez Pursuivant, al que desde aquí seguiremos prestando las debidas atenciones…
Félix R. Herrera
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