¿Y si la piedra filosofal estuviera en el infierno? As Above, So Below


En lo que a deseos inherentemente humanos se refiere, la inmortalidad siempre ha estado en la cumbre. La trascendencia es una cuestión transversal a los tiempos. Culturas y personas a lo largo y ancho del globo han buscado un camino para alargar sus vidas mediante cualquier método imaginable. Incluso la ciencia actual, percibida como plenamente materialista pero revestida de cuestiones metafísicas e incluso coqueteando con elementos religiosos, sigue trabajando para atrasar el destino final de nuestros cuerpos físicos. Lo único que nos hace a todos efectivamente iguales es la muerte. Y, hasta hoy, nada ni nadie ha podido cambiar eso.

Eso no ha evitado que a lo largo de toda la historia conocida hayan aparecido personajes, historias, dioses, tradiciones y leyendas que giraban en torno a estas cuestiones. Ahí está el ejemplo de la epopeya de Gilgamesh, por ejemplo. La obra épica más antigua conocida nos mostraba al rey de Uruk, un déspota de manual, quebrarse ante la muerte de su amigo Enkidu, aquel a quien los dioses habían creado para enfrentarse a él en un inicio. En plena juventud, y tras varias aventuras, los desafíos a los dioses protagonizados por ambos amigos devienen en una enfermedad que se lleva la vida de Enkidu en plena juventud, lo que desconcierta terriblemente al rey de Uruk.

Buscando devolver la vida a su amigo, Gilgamesh parte en busca de las únicas personas aparentemente inmortales que existen, lo que le lleva hasta los confines del mundo, donde viven el sabio Utnapishtim y su mujer, únicos supervivientes del Diluvio.

Utnapishtim le revela un medio para salvar a Enkidu. Gilgamesh debe hallar una planta que devuelve la juventud a quien la toma. Pero la aventura se torció inesperadamente, ya que una serpiente roba la planta y Gilgamesh vuelve a Uruk con las manos vacías, convencido de que la inmortalidad es una quimera imposible de encontrar. La muerte alcanza a todos, sin distinción. Solo los dioses son inmortales, o eso se ha creído durante milenios.

"La piedra habla ahora, personificada, y dice, 'Yo soy huérfana, estoy sola y sin embargo me encuentro en todas partes. Soy una pero soy contraria a mí misma, soy un hombre joven y un viejo al mismo tiempo, no necesito madre o padre, porque debo de ser levantada de la profundidad, como un pez, o caigo del cielo como la piedra blanca. En bosques y montañas camino, pero permanezco oculta en lo más profundo del hombre. Soy mortal para todos y sin embargo yazgo intocada por la mutación del tiempo'".

Quizá pocas personas piensen en Carl Gustav Jung como en un alquimista del siglo XX, pero desconocemos si eso cambiará en el futuro. Desde luego, palabras como las anteriores, que leyó en la campiña suiza en 1950, ayudarían a que esa transformación se produjese.

El concepto de Jung de individuación es equivalente a la obtención del lapis philosophorum. "Para los alquimistas, el proceso de individuación representado por el opus era una analogía de la creación del mundo”, escribió Jung.

Jung admitía tras la lectura de aquel texto hermético traducido del latín que el enigma permanece. La inmortalidad sigue siendo un tabú. Un sueño que la religión, la alquimia o la ciencia siguen sin resolver. Al menos, que sepamos.

Adán, Aer, Animal, Alkahest, Antidotus, Antimonium, Aqua benedicta, Aqua volans per aeram, Arcanum, Atramentum, Autumnus, Basilicus, Brutorum cor, Bufo, Capillus, Capistrum auri, Carbones, Cerberus, Caos, Cinis cineris, Crocus, Dominus philosophorum, Divine quintessence, Draco elixir, Filius ignis, Fimus, Folium, Frater, Granum, Granum frumenti, Haematites, Hepar, Herba, Herbalis, Lac, Melancholia, Ovum philosophorum, Panacea salutifera, Pandora, Fénix, Philosophic mercury, Pyrites, Radices arboris solares, Regina, Rex regum, Sal metallorum, Salvator terrenus, Talcum, Thesaurus, Ventus hermetis… Todas son referencias místicas o mitológicas más o menos directas que hablan sobre la piedra fisolofal, la sustancia química que podría servir para crear el elixir de la vida.

La piedra era el símbolo central de la terminología mística de la alquimia, que simboliza la perfección, la iluminación y la felicidad celestial. Desde Zósimo de Panópolis en el siglo III hasta Jung en el siglo XX, la Gran Obra ha sido una obsesión que ha ocupado las vidas y mentes de muchos pensadores y genios. Las distintas versiones, sin embargo, no han caído en saco roto, y siguen reformulándose y llegando a las nuevas generaciones en nuestros días, bajo diferentes formatos, nombres y símbolos.

El alquimista en busca de la piedra filosofal. Joseph Wright, 1771 (Museo de Derby).


Precisamente, es una cinta de 2014 la que ha inspirado estos párrafos. Y es que pocos esperaban ver relacionados en una película found footage o documental conceptos como la alquimia, el infierno relacionado descrito por Dante y la propia piedra filosofa. Pero así ocurrió en As Above, So Below, largometraje franco-estadounidense que en España conocemos como Así en la Tierra como en el Infierno.

Dirigida por John Erick Dowdle, producida por Legendary Pictures y distribuida por Universal Pictures, su título hace referencia al segundo verso de la Tabla Esmeralda, un texto hermético de carácter críptico, atribuido a Hermes Trismegisto: “Lo que está más abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo. Actúan para cumplir los prodigios del Uno.

A pesar de ser aplastada por la crítica especializada, su componente simbólico aparece claramente definido tras su disfraz de terror urbano. Para quienes tienen inquietudes en estas materias, todas las referencias que aparecen en el film son gratamente sorprendentes, y una segunda visualización atenta esclarece bastante el sentido de esa escasa hora y media de historia.

En As Above, So Below, la profesora de arqueología Scarlett Marlowe encarna al alquimista de la Edad Media, al científico obsesionado por la inmortalidad o al buscador de la verdad. Ella continúa con el trabajo de búsqueda de su padre, que dedicó su vida al hallazgo y la obtención de la piedra filosofal. Aquí se apoyan en la leyenda de Nicolás Flamel, como no podía ser de otra forma.

De acuerdo con esa leyenda, hacia 1355 Flamel era librero en París y se hizo con un grimorio alquímico —diferentes versiones aseguran que lo recibió de un desconocido, que lo compró casi al azar o que le fue entregado por un ángel en sueños— que excedía con creces sus conocimientos, y empleó las dos décadas siguientes en intentar descifrarlo. Para ello viajó a España, donde consultó tanto a las autoridades sobre Cábala como a los especialistas en el mundo antiguo hasta encontrar en León a un anciano rabino, el Maestro Canches, quien identificó la obra como el Aesch Mezareph del rabino Abraham, y enseñó a Flamel el lenguaje y simbolismo de su interpretación.

Flamel regresó a París en 1382 tras descifrar los secretos alquímicos y en 1407 se hizo construir una casa, aún en pie, en el actual 51 de la rue de Montmorency, además de financiar capillas, asilos y hospitales. La leyenda cuenta que durante esos años elaboró también una piedra, gracias a la cual él y su mujer, Perenelle, obtuvieron la inmortalidad que Gilgamesh buscó desesperadamente para él y Enkidu.

Obviamente, y como leyenda que es, hay constancia de que el matrimonio murió y fueron enterrados entre 1410 y 1418 en el cementerio de St. Jacques de la Boucherie. Sin embargo, posteriores habladurías aseguraron que las tumbas estaban vacías, cosa que probablemente tuviese que ver con saqueos en busca de objetos valiosos. Las historias sobre su vida en juventud y viajes a lugares como India y Turquía después de su supuesta muerte fueron recopiladas por Paul Lucas (1664-1737) varios siglos después de que estos acontecimientos acaeciesen.

Todo este batiburrillo legendario e histórico es usado como telón de fondo en la búsqueda de Scarlett, que primero halla una clave en una cueva de Irán y luego visita la lápida de Flamen que se conserva en el Museo de Cluny. Con la ayuda de su ex novio George y de Benji, el camarógrafo, traduce la lápida de Flamel, que contiene el acertijo que los llevará hasta las catacumbas de París, el que puede ser uno de los mayores laberintos conocidos. Concretamente, la lápida señala que la piedra está a unos 100 metros bajo la tumba de Flamenl, así que el periplo que han de hacer es hacia el interior de la Tierra. Hacia la oscuridad y lo desconocido. Además, en un entorno que no es nada agradable, como están a punto de comprobar.

Con un mapa del lugar, y haciendo visitas a las zonas prohibidas de la catacumbas (más de un 99% de la extensión total de las mismas), encuentran a un hombre que conoce la zona, un local llamado Papillon, al que el grupo convence con promesas sobre riquezas. Quizá sorprenda a gente ajena a la realidad de ese laberinto parisino el hecho de que haya discotecas en el subsuelo. Es algo totalmente real. De hecho, hay muchos lugares ocultos a los ojos de la gente de la superficie y de las autoridades, que no paran de rastrear estos entornos subterráneos en busca de sitios como éste y otros con fines más oscuros, muchas veces sin éxito alguno.

Papillon lleva a su propio equipo, que se une a Scarlett y los suyos. Son catáfilos, gente que se dedica a explorar estos túneles con distintos fines. Unos los marcan para indicar caminos, otros hacen grafittis y demás dibujos, y otros lo hacen por pura diversión. Incluso hay catáfilos totalmente legales, autorizados por la policía y las instituciones para vagar libremente por el laberinto, pero son pocos (sería interesante ver, por ejemplo, las actividades de Urban eXperiment). Los 300 kilómetros de catacumbas se abren ante ellos. Un cementerio con, al menos, seis millones de cadáveres de diferentes épocas.

El ambiente extraño empieza a hacerse patente cuando encuentran un grupo de personas que parecen hacer un ritual esotérico. Además, un poco más adelante hallan una bifurcación que solo tiene un posible camino. El otro es un supuesto túnel maldito, así que entran por un pequeño túnel lleno de huesos humanos, que sortean con dificultad. Para complicar aún más las cosas, el túnel colapsa justo después, atrapando al grupo allí.

Sorprendentemente, están en el mismo lugar que antes, frente al túnel maldito, que ahora es el único camino a seguir. Allí suena un teléfono analógico y hay un piano enorme, cosas que son claramente imposibles en un entorno como aquel. Más allá se encuentran a La Taupe, un antiguo compañero de Papillon, que supuestamente lleva desaparecido en los túneles desde hace dos años, pero que sin embargo accede a ayudarles y sacarles de allí. La Taupe menciona que la salida está hacia abajo…


El Infierno visto por Sandro Botticelli (ca. 1480–1495).


Más túneles y pozos después, el grupo resuelve un acertijo según el cuál deben extraer la piedra correcta. Es un problema basado en los cuerpos celestes del Sistema Solar que se conocían antes de Copérnico: cinco más la Luna y el Sol, un total de siete.

Finalmente encuentran la cripta de Nicolas Flamel, con su cuerpo incorrupto. Desde allí, Scarlett y los demás bucean unos metros y hallan un tesoro y lo que parece ser la mismísima piedra filosofal, que está alojada en un mural aparentemente egipcio o sumerio. Al ser extraída, el techo empieza a derrumbarse debido a que el tesoro era una trampa. La Taupe se pierde durante el derrumbe y es abandonado por el grupo, mientras un par de miembros del grupo están heridos levemente.

Con la piedra filosofal en sus manos, Scarlett cura la herida de Souxie, y es entonces cuando encuentran un grabado de una puerta en el techo junto con la estrella de David, simbolizando ese segundo verso de la Tabla Esmeralda: "como es arriba es abajo". En la cinta se refiere de forma literal a que hay una puerta en el suelo. Aquí empieza los clichés del género de terror, pero también la parte más dantesca de la cinta. Bajo ese pasadizo oculto, encuentran un portal señalado con una frase muy evocadora: “Abandone toda esperanza aquel que entre aquí”, escrito en griego, Se trata de la mismísima entrada al infierno según la Divina Comedia de Dante Alighieri.

La aventura en pos de la inmortalidad se torna en pesadilla aún más surrealista cuando se hayan en un reflejo de su camino anterior. Todo está al revés, y la entrada por la que han llegado allí ha desaparecido. La Taupe, aparentemente vivo, ataca a Souxie golpeando su cabeza contra el suelo y matándola. Scarlett intenta volver a usar la piedra filosofal para curar sus heridas, como había hecho anteriormente, pero esta vez es inútil. Si Gilgamesh hubiera tratado de usarla con Enkidu, habría descubierto que es imposible resucitar a los muertos. Ni siquiera la culminación de la Gran Obra puede esquivar esa eventualidad.

Estando en el infierno dantesco, la única forma de salir es seguir descendiendo, tal como Scarlett dilucida, Si llegan al noveno círculo, la gravedad se invertirá y volverán a contemplar el firmamento. Deben llegar al paraíso pasando por el purgatorio. Las tres estaciones imaginadas por Dante. Aunque el camino está lleno de peligros.

Benji es empujado y cae por un agujero, causándole la muerte. Poco después, George ve a su hermano pequeño, muerto años atrás, enterrado bajo el túnel de huesos que debieron cruzar cuando entraron en las catacumbas. Más adelante hallan un coche en llamas con un ocupante, que resulta ser el mismo hombre que le dijo a Scarlett dónde encontrar a Papillon. Ese hombre era un amigo de Papillon, que murió por su culpa tiempo atrás. La siguiente escena es dantesca, ya que el guía es atraído por el coche en llamas y es succionado hacia el interior de la tierra, quedando a la vista solo sus piernas, mientras el resto de su cuerpo ha sido enterrado boca abajo bajo el suelo.

En las zonas inferiores de aquel laberinto, Satanás mismo aparece engañando al grupo bajo la apariencia de un desconocido que parece ayudarles, pero propicia un ataque aparentemente mortal hacia George, que queda malherido. Scarlett intenta curarlo con la piedra, pero no funciona.

Entonces George murmura una palabra: "Vitriolo". Scarlett descubre en este momento la verdad: debe devolver esa falsa piedra filosofal a su lugar original para obtener la verdadera. George y Zed, el guía superviviente del grupo de Papillon, quedan atrás mientras la profesora corre y desanda el camino para encontrar la última respuesta al enigma que constituye aquel gigantesco lugar.

Demonios y entidades de todo tipo intentan frenar a Scarlett, que debe afrontar sus miedos e inseguridades hasta llegar a la cámara de Flamel. La chica coloca la piedra filosofal en su hueco original, viéndose inmediatamente reflejada en una especie de espejo abombado dorado, dándose cuenta de algo: su búsqueda de la verdad la ha convertido en la piedra misma. Su fe en encontrar las claves necesarias han culminado la Gran Obra en ella misma.

Regresa con Zed y George, curando al segundo con un beso. Es entonces cuando Scarlett medita todo lo ocurrido y explica al resto que deben afrontar los recuerdos y acontecimientos que los atormentan, ya que solo así lograrán salir vivos de allí. Hay un pozo aparentemente sin fondo frente a ellos, y deben saltar, pero antes deben liberarse de sus culpas.

George confiesa que no pudo salvar de ahogarse. Zed confiesa que nunca aceptó reconocer como legítimo a su hijo, asunto que explica las apariciones de un niño corriendo por todo el lugar. Finalmente, Scarlett confiesa que se siente culpable de no haber evitado que su padre se suicidara al no contestar al teléfono cuando él la llamó, desesperado y a punto de dar el fatal paso.

Los tres saltan por el agujero. Siendo absueltos de toda culpa, llegan al fondo del lugar y se dan cuenta de que el hoyo por el que llegaron ya no está. La única salida es una tapadera de alcantarilla que está en el suelo, y que da paso directo hacia las calles de París, que parecen estar del revés.

Al salir, el grupo se abraza al saber que están a salvo y un aturdido y devastado Zed se despide de ellos y se marcha. En un último registro documental, se reproduce una entrevista con Scarlett, en la que ella dice que nunca buscó un tesoro, solo la verdad. ¿Pero qué verdad? Hasta donde se sabe, el grupo podría hallarse en el paraíso (París) o en el polo inverso: el mundo de los muertos. Esa cuestión queda sin resolver y son los espectadores quienes deben sacar conclusiones. Pero aquí solo se mencionará alguna cosa más antes de acabar.

Efectivamente, todos el grupo habían vagado por el infierno de Dante y sus nueve pisos: limbo, lujuria, gula, codicia, ira, herejía, violencia, fraude y traición. Las pistas son muy claras y aparecen de forma continua en el largometraje. La Taupe estaba en el primer círculo, vagando en la oscuridad. En el segundo, oyeron un sonido estridente. En el cuarto, hallaron el tesoro de Flamel. En el séptimo, el reaparecido La Taupe acaba con Souxie y Scarlett haya el que cree que es el cuerpo de su padre, colgado del techo de una sala. En el octavo piso, Benji es asesinado, ya que la cinta nos revela fugazmente que él había sido infiel a su esposa. En el noveno piso, el grupo encuentra a Satanás.

De esta forma, los restantes miembros del grupo que todavía permanecían vivos hacia el final de la película deben hacer lo mismo que hizo Dante en su paso por el infierno: reconocer sus pecados para así poder sortear el peligro.

Como se puede comprobar, el asunto de la transmutación de metales en oro es tratada solo de forma puntual, en la cámara de los tesoros de Flamel. La avaricia de los presentes les lleva a intentar llevarse parte del tesoro y la propia piedra filosofal, pero eso lleva a que la cámara se derrumbe, dando paso a la entrada misma del infierno y los pisos de túneles invertidos.

La piedra, físicamente hablando, se muestra como elixir de rejuvenecimiento y vida, ya que cura heridas de gravedad. Pero se revela inútil ante la muerte. Alarga la vida, pero no la devuelve. En este momento se ha de volver a Jung de forma muy resumida, ya que su complejidad es tal que habría que escribir libros completos para hablar de sus escritos e interpretaciones.

Jung creyó ver en los esfuerzos de los alquimistas una búsqueda inconsciente de la totalidad del ser, lo que definió como "individuación". Esta búsqueda de la totalidad se efectuaba en un teatro químico de proyecciones en el que la psique irrumpía al mundo con fuerza arquetípica: aguas encantadas por ninfas y espíritus; fuegos filosóficos que calcinaban sapos y serpientes; leones verdes que combatían; colas de pavorreal que aparecían en medio de una feliz operación como una alianza iridiscente…

En Mysterium Coniunctonis, donde culmina su larga reflexión sobre la alquimia, escribió:

"Las afirmaciones de los alquimistas sobre la piedra filosofal, consideradas psicológicamente, describen el arquetipo del sí mismo (Selbst, Self, Atman). Su fenomenología se ejemplifica en el simbolismo del mandala, en el que se representa el sí mismo como una estructura concéntrica y frecuentemente en la forma de una cuadratura del círculo. Coordinados con esto hay varios símbolos secundarios, la mayoría expresando la naturaleza de la unión de los opuestos."

Además, hay que hablar brevemente del aspecto cristiano de esta búsqueda, que aparece tanto en la Divina Comedia, como en la cinta de 2014 y las leyendas medievales y modernas sobre la piedra filosofal. Jung consideraba que algunos de los alquimistas que buscaron los secretos de la Gran Obra incorporaron a su disciplina al Diablo. Lo integraron al no negar su existencia. En este sentido están cerca de la doctrina gnóstica que ve al Diablo como el hermano de Cristo, o como existiendo en relación dialéctica a Cristo: el bien necesita del mal.

Los alquimistas utilizaron la figura de Cristo, según Jung, porque Cristo es el arquetipo del hombre perfecto, del hombre completo. Si el oro es lo más perfecto y la vocación de los metales, Cristo lo es en los hombres. Para Jung, los alquimistas buscaban (entre otras cosas) completar la victoria de Cristo sobre los poderes mundanos y por ello querían obtener el remedio universal contra el sufrimiento y la muerte. Una muerte que, recordemos, sigue siendo irremediable a día de hoy.

La piedra filosofal sigue siendo una quimera. Mentes de todas la épocas han soñado con encontrarla y usarla, y hay quienes señalan que determinadas personas lo lograron. Pero no hay ninguna certeza al respecto, por supuesto. Todo queda en la imaginación y el símbolo; en la química y la religión; en el sueño y el anhelo.

No tengo certeza de hasta qué punto los hermanos Drew y John Erick Dowdle investigaron al respecto para escribir el guion de As Above, So Below, pero la cinta tiene estos elementos presentes. Muchos de forma sutil y puestos ahí como meros complementos que son opacados por los factores beneficiosos para la venta de la cinta como terror comercial. Pero, sin embargo, siguen presentes. Una película que para muchos pasó sin pena ni gloria por cines, que está a punto de cumplir diez años y que ha inspirado estos párrafos. Aunque no será ésta la última mención que se hará aquí de la piedra fisolofal. Pero eso será en otro momento...



Félix R. Herrera

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