El parásito craniópago de Pascual Pinon


 

No puede dejarme así. Esta cabecita me vuelve loco. Gimotea sin cesar y por las noches me despierta con su rechinar de dientes […] Eso no es todo, Profesor. La cabeza me habla. Sólo la oigo yo, pero me habla sin cesar. ¿Sabe usted lo que es rasurar cada mañana la barba de una cabeza parásita? ¿Y peinarla?¿Y lavarla?

*Aviso: este texto contiene spoilers parciales del primer número de Profesor Bell, de Joann Sfar. Si tienes verdadero interés en leerlo sin saber nada, vuelve aquí después. Si, por el contrario, no te importa conocer ciertos detalles de esta historia, sigue adelante.

En 1999, mientras un indeterminado número de personas hablaban temerosas de cosas como aquello del “Efecto 2000” o los movimientos milenaristas, el dibujante, guionista y director Joann Sfar publicaba bajo el manto de Editions Delcout el primer número de Professeur Bell, que llegaría en la siguiente década a España gracias a Ediciones Sinsentido.

Mirando al pasado, e influenciado por la “nouvelle vague” francesa de mediados del siglo XX, Sfar creo a un personaje sumamente interesante para los que gustan de lo oculto y que también podría gustar al público en general. El Profesor Bell está basado en una persona real, tal como sabrán los sherlockianos y holmesianos o podrán comprobar los curiosos. Efectivamente, se trata de Joseph Bell, médico y profesor de la Universidad de Edimburgo.

Haciendo un ínfimo resumen sobre esta cuestión, Bell fue un precursor de la moderna medicina forense, que fue profesor de Sir Arthur Conan Doyle allá por 1877, cuando Doyle estudiaba medicina, muy lejos en el tiempo todavía del momento en que crearía a uno de los detectives más famosos de todos los tiempos.

Descendiente de galenos, Bell llegó a ser presidente del Royal College of Surgeons de Edimburgo. Decidido a profesionalizar la enfermería y a llevar la lógica hasta cotas mayores en la medicina, influyó tanto en Doyle que hasta él mismo reconoció cuánto había de su antiguo profesor en Sherlock:

Holmes es un bastardo entre Joe Bell y Monsieur Dupin de Poe”.

En diversas declaraciones a lo largo de su vida y que han sido recogidas y debatidas por los distintos biógrafos que se han acercado a su figura, el padre de Sherlock comentaba con Bell distintas tramas de sus novelas. El médico llegó incluso a escribir el prólogo de una de las aventuras de su pupilo.

Igualmente, las autoridades reclamarían a ambos en varias ocasiones para investigar crímenes célebres. Entre todos, destacan por obvios motivos los asesinatos de Jack el Destripador, el asesino anónimo más famoso de la historia contemporánea. Protagonista de multitud de leyendas, acusaciones y habladurías, Jack fue un dolor de cabeza durante meses en aquel infame otoño de 1888. Algunos informes que se conservan hasta hoy señalan que Bell examinó escenas de los crímenes de Jack junto a su colega Henry Duncan “Littlejohn” y nombró como sospechoso a Montague John Druitt, encontrado en diciembre de ese mismo año ahogado en el Támesis y que no fue señalado hasta años después como posible persona tras el Destripador de Whitechapel.

Exageraciones y demás rumores aparte, lo cierto es que Joseph Bell fue fundamental en el nacimiento de Sherlock Holmes y todo lo que vino después. Libros, pastiches o adaptaciones al cine y a la televisión. Sfar, por su parte, creo una reimaginación de Bell y lo convirtió en detective de lo oculto, materia fundamental de este blog. De ahí que le dedique este post. Y no será el único.

Teratólogo y médium, Bell tiene su consulta en Melville Street, en Edimburgo. Allí, entre libros, muestras anatómicas de todo tipo y mucho humo procedente de su pipa, el Profesor se dedica a la medicina, pero igualmente a investigar crímenes gracias a Mazock – alias Humpty Dumpty, célebre personaje infantil en el contexto inglés –, su contacto entre las autoridades. Su especialidad son aquellos casos en los que aparecen elementos extraños – algunos de ellos preternaturales, sean buscados o no por Bell – de cualquier tipo o curiosidades forenses y médicas. Solitario, atormentado, inteligente, irónico y socarrón, Bell se enfrentó en el primer caso ideado por Sfar al “mexicano de dos cabezas”.

Este se presenta como Pascual Pinon, alguien a quien Bell creyó ver en sus clases de anatomía hacía algunas semanas. Definido por el Profesor como rico, excéntrico y con un acento muy marcado, el hombre llevaba permanentemente un sombrero que ocultaba su problema. El mismo que le llevó a la consulta de Bell: era el huésped de un parásito craniópago.


El Craniopagus parasiticus es una malformación muy poco frecuente que se produce durante la separación embrionaria que de forma común daría lugar al nacimiento de gemelos. Cuando el proceso se da de forma incompleta, el feto que se pega a su gemelo termina situándose sobre la cabeza de éste y no desarrolla el resto de su cuerpo, quedando únicamente como una suerte de apéndice con un rostro difuminado.

Dentro de la literatura médica es el caso del conocido como “niño de dos cabezas de Bengala”, chico nacido en 1783 en Mundul Gait, una aldea bengalí. Arrojado al fuego por su horrorizada partera, el niño sobrevivió, aunque su parásito quedó marcado por cicatrices. Sus padres lo exhibieron como fenómeno de feria y como divertimento para gente pudiente en Calcuta. El niño murió a los cuatro años por la mordedura de una cobra.

Sería un tal Señor Dent, agente de la Compañía de las Indias Orientales, quien lo desenterraría en secreto y lo llevaría hasta un tal capitán Buchanan, quien a su vez lo ofreció a Everard Home, cirujano inglés y ayudante de John Hunter, anatomista célebre en el siglo XVIII. Suyo fue el informe que en 1790 hizo público el caso, incluyendo descripciones y dibujos.

Unidas por la coronilla, la cabeza adicional estaba bien desarrollada, aunque con una lengua y una mandíbula pequeñas, y un esbozo de cuello con vestigios de pulmones y corazón. Tenían cerebros independientes y sanos. El parásito respondía a estímulos con muecas salivaba cuando su hermano era alimentado, según dijo el informe de Hunter. A día de hoy, y sin haber encontrado nada que afirme lo contrario, el cráneo sigue expuesto en el Museo Hunteriano de Londres.

Siendo una verdadera rareza médica, aun lo es más que el señor Pinon haya llegado a la edad adulta, acercándose a la vejez. Pero no es ese el mayor problema del rico director de un manicomio (o un hogar de lujo, según él). Según declaró a Bell, pretende casarse de nuevo, pero no puede porque el parásito le habla y le molesta. Su deseo es que el doctor lo extirpe. Pero Bell se niega, ya que la operación es muy complicada y probablemente acabaría con la vida del huésped. Esta negación será reconsiderada después, como comprobaremos.

Pinon no aceptó la negativa, y mandó asesinar al hermano de Bell, Benjamin, como advertencia. Para dejar clara su autoría, pegó una cabeza postiza sobre el cadáver. Tras envenenar al sicario que hizo el trabajo y pensar en matar a la amada de Pinon, Bell descubrió por las malas que la cabeza parásita era más que un gemelo incompleto.

Un zombi le atacó en la gran mansión de Pinon. Según la mujer, llamada Celia, el cadáver andante era el hijo mayor de Pinon, muerto junto a sus dos hermanos menores hacía muchos años. ¿Pinon les hizo renacer? Según Bell, no había sido cosa del rico, sino de su hermano gemelo, un médium capaz de animar cadáveres y dotarles de vida aunque estén prácticamente descompuestos. La cabeza tenía autonomía y poderes psíquicos, siendo el principal elemento preternatural de la trama. En lo que respecta al zombi avistado en un primer momento, Bell mencionó que “es lo que Pretorius llama una marioneta”.


La mención de este personaje no es casual, sino que Joann Sfar recurrió a un personaje de La novia de Frankenstein, película dirigida por James Whale en 1935 y que era secuela del Frankenstein de 1931, que vio nacer la imagen icónica del monstruo interpretado por Boris Karloff (un recuerdo para David J. Skal, estudioso del impacto cultural de los monstruos de la literatura y el cine, descanse en paz).

En la cinta, el doctor Frankenstein sobrevivía a su encuentro con su criatura, y sigue pensando que estaba destinado a descubrir el secreto de la inmortalidad. El doctor es visitado por el Doctor Pretorius, interpretado por Ernest Thesiger, antiguo profesor de Universidad. Ante los avances de su alumno, Pretorius propone una asociación entre ambos, mostrándole sus homúnculos para convencer a Frankenstein.

Estos eran muy pequeños, tal como algunos aseguran que era aquel creado por Paracelso en el siglo XVI o el ser animado por Wagner, alumno de Fausto. En el primer caso, éste era un ser que se movía según la voluntad de su creador, pero al poco tiempo huía y se revolvía contra su hacedor. Las diferentes variantes de este mito estaban enmarcados dentro de la búsqueda de la eterna juventud y la extensión de la vida.

En la película de 1935, Pretorius convence a la criatura de que puede crear una compañera para él, su viejo anhelo. Ante la negativa del doctor Frankenstein a ayudarle, Pretorius usa a su criatura para convencerle a la fuerza, coaccionando a Victor con el secuestro de su esposa. Hay cierto parecido nada casual con algunos detalles de la historia creada de Sfar.

Tras la huida del lugar gracias a Eliphas, el fantasma que se convertirá en asistente de Bell, descubrimos más sobre el mal que asola a Pinon. Él deseaba una compañera que comprenda su situación, pero sus tres hijos revividos no estaba por la labor de aceptar a una nueva madre. En cuanto al gemelo parasitario, éste era la mente maestra que concebía las malas acciones que tanto Pinon como sus hijos ejecutaban. No es que fuera únicamente un médium, sino que además era un homicida.

Bell tenía claro cómo funcionaba la cabeza. Pero fue Celia la que dio los detalles faltantes: Esta cabeza era “como el genio de Aladino, cumple sus deseos”. Celia completó la historia de Pascual Pinon. El hombre deseaba la vuelta de sus hijos, así que el parásito los trajo a la vida. El excéntrico hombre aseguraba que les daría todo su amor, cosa que la cabeza interpretó de forma literal: todas las mujeres por las que su huésped mostraba interés debían morir. Y los ejecutores eran los zombis y el propio Pinon, poseído por la férrea voluntad de su hermano.

La actividad de Pinon se remontaba a años atrás. Mazock descubrió que la mansión de Loch Lomond, lugar que acogía a mujeres mentalmente inestables, sólo acogía a pacientes femeninas sin familia o sin recursos. Mujeres por las que nadie preguntaría. Bell se infiltraría en el lugar y trataría de convencer a Pinon de que, ahora sí, le dejase extirpar al parásito para acabar con el mal que le aquejaba.

Una última mención, ya que no voy a desvelar cómo acaba esta historia, ni tampoco más detalles de los necesarios. Pero sí que voy a compartir un detalle de un posterior sueño de Pinon. En él aparecen dos seres que merecen nuestra atención. Uno de ellos se presenta como “el fabuloso doctor Silenus Agathon, tercer Artiochus de Rotschild”, su abogado.

Soy el primo del fantasma de la ópera. Soy el hombre de la linterna roja. En París me llama el fantasma del burdel.”

Un ser pequeño, con gafas, bastón, peluca blanca y un llamativo traje rojo. Una entidad que aseguraba a Pinon ser “el abogado de los delitos sexuales”. ¿Podría tratarse de una mención a Sileno, sátiro y dios menor de la embriaguez? Se decía que cuando estaba borracho poseía una gran sabiduría, además del don de la profecía. A falta de una charla con Sfar – ojalá se produzca algún día –, la presentación del personaje y sus atributos poseen similitudes con el ser mitológico, sobre todo por sus connotaciones sexuales.


Hay otro elemento en esa ensoñación que debo mencionar. Y es la aparición de una polilla como acompañante de Pinon y Silenus, que posee diversas interpretaciones según donde se busque. Depende de diferentes mitologías y de interpretaciones meramente psicológicas u otras que tienen que ver más con la espiritualidad.

Sea unas u otras, todas parecen estar relacionadas con el cambio y al transformación, siendo en unas ocasiones un buen presagio y en otras un presagio de muerte. La interpretación de la experiencia cambia en función del estado del soñador, de sus experiencias y problemas. Es tan abstracto como pueden serlo los propios sueños.

Para finalizar, os diré que existen cinco números de la serie y que el último de ellos llegó en 2007, con Hervé Tanquerelle como colaborador principal. En España solo aparecieron los tres primeros, todos con Ediciones Sinsentido. Una verdadera pena, ya que las historias son muy buenas pero tuvieron menor acogida de la esperada.

Como escribí más arriba, esa no será la última vez que el Profesor Bell visite este Gabinete de lo Oculto. Hay mucho que madurar, analizar y escribir sobre él, su carácter, su relación con Eliphas o los casos que investigó, llenos de referencias jugosas. ¿Cómo no hablar, por ejemplo, de su encuentro con el animal que en el futuro sería conocido como King Kong?


Félix R. Herrera

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